Estudio Bíblico

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Pilares del matrimonio: respeto y honra.



Recordatorio: Los cuatro pilares del matrimonio.
Amor y perdón.
Visión (lo que queremos alcanzar juntos en todos los aspectos de la vida: espiritual, emocional y material) y entendimiento (principios de la Palabra de Dios).
Respeto y honra.
Confianza (creer en la otra persona) y compromiso (para toda la vida).

El respeto y la honra en un matrimonio son vitales. Implican la valoración de la otra persona por encima de todas las demás personas, y por ello, nuestra dedicación a amarle, servirle y desarrollar todo su potencial.
Cuando el respeto y la honra se pierden en el matrimonio, comienza una espiral de menosprecio y abuso que requiere de mucho esfuerzo parar y revertir sus consecuencia. Sin respeto y honra no puede existir una relación matrimonial ni una familia feliz y eficiente.



Respeto.
Definición: atención, consideración,
“Pagad a todos lo que debéis: al que tributo, tributo; al que impuesto, impuesto; al que respeto, respeto; al que honra, honra.” (Rom 13:7).
“Lo que ha hecho la reina lo van a saber todas las mujeres, y eso va a ser la causa de que ellas pierdan el respeto a sus maridos, pues dirán: ‘El rey Asuero mandó llamar a la reina Vasti, y ella se negó a ir’.” (Ester 1:17, Dios Habla Hoy).
“Los caminos están desiertos, nadie transita por ellos. Se rompen las alianzas y los convenios; no hay respeto para nadie. La tierra está de luto y triste, el Líbano se marchita avergonzado, el valle de Sarón se ha convertido en un desierto, Basán y el monte Carmelo están pelados.” (Isa 33:8-9, Dios Habla Hoy).


Honra.
Implica tres palabras: honor, honra, honrar.
Honor. Cualidad moral que nos lleva al cumplimiento de nuestros deberes respecto del prójimo y de nosotros mismos.
Honra: estima y respecto de la dignidad de otro. Demostración de afecto que se hace a otra persona.
Honrar: respetar a una persona, enaltecer o premiar su mérito; reverenciar, ennoblecer, ensalzar, realzar, favorecer, distinguir.
“Vosotros, maridos, igualmente, vivid con ellas sabiamente, dando honor a la mujer como a vaso más frágil, y como a coherederas de la gracia de la vida, para que vuestras oraciones no tengan estorbo.” (1 Ped 3:7).




La falta de respecto y honra en el matrimonio.

La razón más importante por la cual podemos faltar al respecto y a la honra de nuestra pareja es por el hecho de que no comprendamos y/o entendamos nuestras diferencias en cuanto a pensamientos, emociones, procesos mentales y/o perspectivas.
Tratando de encontrar una perspectiva común, presionamos para que se adapten a la nuestra, y al no lograrlo, se producen, en rápida sucesión, las discusiones, la división, el enojo, la ira, etc.
Por ello se hace necesario que reconozcamos y recordemos nuestras diferencias, la complementariedad de ellas, y actuemos en consecuencia.

Antes de entrar a reconocer las diferencias, es importante recordar algunos consejos de la Palabra de Dios para manejar los desacuerdos, principalmente entre parejas de esposos:
“La cordura del hombre detiene su furor, y su honra es pasar por alto la ofensa.” (Prov 19:11).
“Honra es del hombre dejar la contienda; mas todo insensato se envolverá en ella.” (Prov 20:3).
“Riquezas, honra y vida son la remuneración de la humildad y del temor de Jehová.” (Prov 22:4).
“Quien cuida la higuera comerá su fruto, y el que mira por los intereses de su señor, tendrá honra.” (Prov 27:18).



Los hombres y las mujeres somos diferentes.
Gen 2:7, 22; Efe 5:22-23; 1 Ped 3:7.

Diferentes en el proceso de nuestra creación original.
Dios formó al hombre (Gen 2:7).
Dios hizo a la mujer (Gen 2:22).

Diferentes en los materiales utilizados.
Dios formó al hombre del polvo de la tierra y sopló en su nariz aliento de vida (Gen 2:7).
Dios hizo a la mujer de la costilla que tomó del hombre (Gen 2:22).

Diferentes en el cuerpo.
Las diferencias físicas son evidentes.
Las funciones del cuerpo de cada uno son diferentes: el hombre está físicamente dotado para llevar cargas pesadas y la mujer está físicamente dotada para sustentar la vida.

Diferentes en el alma.
El hombre tiene, por sobre todo, una inteligencia racional, lógica.
La mujer tiene, por sobre todo, una inteligencia emocional.
Ninguna es más importante que la otra, son parte de la inteligencia de Dios. Ambas son complementarias para tener un mejor panorama de todas las situaciones.

Diferentes en el lugar que ocupamos y en las funciones que realizamos:
El hombre es la cabeza (autoridad) de la mujer (Efe 5:23). Proveer, conquistar, dirigir, guiar, orientado hacia fuera del hogar.
La mujer está sujeta al hombre (cobertura), (Efe 5:22). • Seguidora, administradora de la provisión, orientada hacia dentro del hogar, ayuda idónea del hombre.

Diferentes en el trato.
El esposo bendice, sirve, ama, protege, trata con cuidado (Efe 5.25-31, 1 Ped 3:7).
La esposa honra, cuida, sustenta, mejora (1 Ped 3.1-6, Efe 5:22-24).

Diferentes en nuestra función biológica:
El hombre es el dador de la vida (la vida está en la sangre y la sangre se produce en cada nuevo ser humano a través de un cromosoma masculino).

El hombre provee. Orientado hacia fuera del hogar.
La mujer es la sustentadora de la vida (sostiene, alimenta, nutre). La mujer administra. Orientada hacia dentro del hogar.

Esas diferencias son originadas en Dios mismo, quién nos diseño, y nos hizo diferentes a cada uno (Gen 1:26-27).
Es un diseño de origen, previo a la caída de Adán y Eva.
Son su voluntad, y ella es buena, agradable y perfecta (Rom 12.2).

Esas diferencias fueron diseñadas por Dios, no para dividirnos, sino para hacernos un equipo completo (Gen 2:23-25) y un equipo poderoso (Gen 1:28, Ecle 4:9-12).
Aunque no somos iguales, delante de Dios tenemos el mismo valor unos y otras.
Nuestras diferencias no establecen diferencias de valor, solo diferencias de actividad y responsabilidad.
Nuestras diferencias son para que nos complementemos, no para que nos separen (Gen 2:1-8, Gen 1:27-28, 1 Ped 3:7, Ecle 4:9-12).


Nuestra parte.
El hecho de que la voluntad de Dios sea lograr la plenitud en nuestra vida matrimonial, no implica que eso vaya a ocurrir por accidente.
Una relación íntima raras veces mejora espontáneamente y una relación íntima raras veces mejora por su propia cuenta (Jos 1:7-9, Sal 3:1-3).
Se requiere nuestra participación activa (1 Ped 3:7ss, Col 3:18-19, Efe 5:23-31):
o Maridos, amen a sus mujeres.
o Esposas, estén sujetas a sus maridos.

El proceso comienza con una decisión de nuestra voluntad que debe permanecer firme a través de las circunstancias y etapas que se puedan presentar a lo largo de nuestra vida matrimonial (Deut 30:19).
Nuestra decisión de tratar de entender esas diferencias.
Nuestra decisión de respetar esas diferencias aún cuando muchas veces no las entendamos o no estemos de acuerdo con ellas.
Nuestra decisión de honrar esas diferencias y nunca menospreciarlas.


Recordemos (una definición del matrimonio).
Es el proceso de refinamiento diseñado por Dios para libertar al hombre y a la mujer de si mismos para convertirse en lo que Dios quiere.
Es el compromiso total (sin limitaciones, excepciones ni condiciones) de un hombre y una mujer a la persona de Jesucristo, y del uno al otro, en la que ambos:
Escogen humilde y voluntariamente preocuparse por el bienestar del otro antes que del propio.
Son personas dadoras.
Se dan cuenta de sus propios defectos más que de los de su compañero.
Están más ocupados por tratar con su propio egoísmo que por el de su pareja, y la primera prioridad es ser compañeros.



Reglas para mantener las discusiones “limpias”.

Una de las mayores oportunidades que se presentan en la vida matrimonial para que se manifiesten faltas de respeto y deshonra son aquellas en las que las perspectivas de la pareja sobre un asunto son diferentes y dan lugar a discusiones. Ello es inevitable, pero lo que si es evitable es que las discusiones deriven en peleas.
Las peleas en el matrimonio, como en cualquier otra esfera de la vida, son el resultado de introducir en la discusión cuestiones que lastiman y ofenden a la otra persona como resultado de la ira. Dios no está en contra de las discusiones, siempre y cuando estén despojadas de ira (Efe 4:26).

Para evitar que la ira se haga presente en una discusión, es necesario que cada pareja defina algunas reglas para evitarla y ambos se comprometan a cumplir. Algunas de esas reglas podrían ser:
Evitar mencionar cuestiones que se sabe que van a lastimar a la otra persona.
Evitar palabras groseras, malas palabras, insultos, sarcasmo, ironía y/o menospreciar a la otra persona.
Cuando alcanzar el acuerdo está tomando más tiempo del recomendable y la discusión está subiendo de todo, suspender la discusión, para retomarla en otro momento más adelante.
Evitar echar en cara el pasado, principalmente cuestiones sobre las cuales la otra persona ya pidió perdón.
Evitar que la discusión se realice enfrente de los hijos, principalmente si está subiendo de tono.
Evitar involucrar o permitir que se involucren los hijos en las discusiones de los padres.
Etc.

Estas reglas deberían ser definidas por los esposos, no en tiempos de discusión, sino antes de que ella se presente, de tal manera de hacerlo con calma y en acuerdo, debiendo incluirse todas aquellas cuestiones que uno hace en una discusión que molestan al otro cónyuge.


14 Jul 2010