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Levantando nuestra descendencia para Dios (2).



Levantando nuestra descendencia para Dios (2).


Introducción.

El propósito de Dios para nuestras vidas es una vida de plenitud, de bienestar, en todas las áreas de nuestra vida.
Jn 10.10: Jesús vino para que nosotros tuviéramos vida en abundancia.
Prov 4.18: nuestra vida es como la luz de la aurora, va en aumento hasta la perfección.
3 Jn 2. El desea que seamos prosperados en todas las cosas.
Sal 1:2-3: El desea que todo nos salga bien.
Jer 29:11: El tiene planes para nosotros, de bien y no de mal, para darnos un buen futuro y una esperanza.
Rom 14:17: El Reino de Dios es justicia, paz y gozo en el Espíritu.

Pero ello no es automático. Depende de que nosotros hagamos lo que la Palabra de Dios nos dice que necesitamos hacer.
Mat 6:33: necesitamos buscar el Reino de Dios y Su justicia.
Mat 11:12: el Reino de Dios sufre violencia y solo los violentos lo arrebatan.
2 Tim 2:1: necesitamos esforzarnos en la Gracia.
Jos 1:8: Nunca se apartará de tu boca este libro de la ley, sino que de día y de noche meditarás en él, para que guardes y hagas conforme a todo lo que en él está escrito; porque entonces harás prosperar tu camino, y todo te saldrá bien.

Igualmente, Dios quiere eso mismo para nuestros hijos e hijas, pero tampoco para ellos alcanzarlo es automático.
Es nuestra responsabilidad formarlos y encaminarlos decididamente en los caminos de Dios.
No van a heredarlo automáticamente, sino dependiendo de nuestra eficacia en llevarlos a Cristo.
Isa 59:21: el camino de ellos en la Palabra y la unción va a comenzar donde termine la nuestra, por lo tanto, nuestro mayor esfuerzo en ella va a determinar una mayor abundancia de vida para ellos.
Deut 6.1-4: nosotros tenemos, dada por Dios, la responsabilidad de ser los transmisores de la Palabra y la unción a nuestros hijos y a los hijos de sus hijos, para que les vaya bien en la tierra.
Jue 2:8-14: como los judíos no hicieron eso con sus hijos, a sus hijos les fué muy mal: fueron entregados en manos de ladrones que los despojaron y cayeron en manos de sus enemigos (demonios que les robaron, destruyeron y mataron, Jn 10.10).
Ello requiere nuestra toma de consciencia, esfuerzo, responsabilidad y dedicación para logarlo.

Todos, hombres y mujeres, padres y madres, tenemos una responsabilidad para con Dios: enseñar a nuestros hijos naturales y espirituales a caminar en Sus caminos, para evitar que la siguiente generación abandone los caminos de El.
Mat 28:19-20. Nuestros primeros discípulos son nuestros hijos.
Jue 2:8-14, 2.18-19. Si no discipulamos a nuestros hijos para Cristo, el mundo los va a discipular para el diablo y se van a perder, y les va a ir muy mal en la vida.



Dios es un Dios tri-generacional:
Éxo 3:6, Exo 3:15-16. Dios de Abraham, Dios de Isaac, y Dios de Jacob. Ese es Su Nombre para siempre.


Dios quiere que nosotros, en ese entendimiento, vivamos de ese modo.
Deut 6:1-2. Somos (1) responsables por enseñarles la Palabra a nuestros hijos (2) y a nuestros nietos (3).
Mat 28:19-20. Jesús (1) les enseñó a los discípulos (2), y ellos debían enseñarles a otros discípulos (3).
2 Tim 2:2. Pablo le enseñó a Timoteo, y Timoteo (1) debía enseñarles a hombres fieles (2) que fueran idóneos para enseñar también a otros (3).


Los planes de Dios se cumplen a lo largo de varias generaciones (una generación necesita continuar lo que hizo la anterior, y enseñar a la siguiente a continuar su propio trabajo).
Gen 50:24. Y José dijo a sus hermanos: Yo voy a morir; mas Dios ciertamente os visitará, y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob.
Deut 9:5. No por tu justicia, ni por la rectitud de tu corazón entras a poseer la tierra de ellos, sino por la impiedad de estas naciones Jehová tu Dios las arroja de delante de ti, y para confirmar la palabra que Jehová juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob.
Deut 29:13. para confirmarte hoy como su pueblo, y para que él te sea a ti por Dios, de la manera que él te ha dicho, y como lo juró a tus padres Abraham, Isaac y Jacob.
Deut 30:20. amando a Jehová tu Dios, atendiendo a su voz, y siguiéndole a él; porque él es vida para ti, y prolongación de tus días; a fin de que habites sobre la tierra que juró Jehová a tus padres, Abraham, Isaac y Jacob, que les había de dar.


Si nosotros no hacemos nuestra parte en esa transmisión generacional, pueden suceder varias cosas:
Nuestras próximas generaciones se pueden apartar de Dios (Jue 2:8-14, 18-19) y ser entregadas en manos de los demonios que roban, destruyen y matan.
Por la cercanía de los últimos tiempos, ellos pueden apostatar de la fe nuestra, y perder eternamente su salvación (Apo 14:11, 1 Tim 4:1).
Vamos a ser demandados por Dios del incumplimiento de nuestra responsabilidad porque El nos dió la responsabilidad de ellos, y nosotros no supimos guiarlos (Sal 127:3, la parábola de los talentos, Mat 25:14-30).
Los estamos exponiendo al abuso de todo tipo, incluido el sexual; al sexo libre, al aborto, a la homosexualidad y al lesbianismo, a la violencia, al divorcio y la desintegración familiar, a las drogas y cualquier otra adicción, a la infelicidad, la depresión, la insatisfacción, la frustración y el vacío (los emos, los góticos, y todas las variaciones de ellos), las maras, etc.
Est 4:13-14. Entonces dijo Mardoqueo que respondiesen a Ester: No pienses que escaparás en la casa del rey más que cualquier otro judío. Porque si callas absolutamente en este tiempo, respiro y liberación vendrá de alguna otra parte para los judíos; mas tú y la casa de tu padre pereceréis. ¿Y quién sabe si para esta hora has llegado al reino?


El desarrollo de ellos (y el nuestro) como creyentes hacia la madurez no ocurre simplemente.
Ocurre como resultado de planeamiento estratégico y vida con propósito.
Debido a que Dios es un Dios de orden y diseño Él sigue un orden definido para transferir la verdad de generación en generación.
El desarrollo de la madurez del creyente ocurre como resultado de la transferencia de la verdad de la Palabra de Dios al creyente, de parte de sus padres naturales y espirituales, en cualquier etapa de su desarrollo (Efe 4:11-16, Jn 8:32-33, Mat 28.18-20, 2 Tim 2:2, 2 Tim 2:15).
La transferencia de la verdad es tanto lineal como progresiva en su naturaleza.
La verdad viene a nosotros en forma de semilla que luego se desenvuelve progresivamente en el tiempo.


La transferencia generacional es el entendimiento de que Dios ha puesto el futuro de Su familia en nuestras manos.
La esencia del liderazgo es aprender a abrazar la responsabilidad de la mayordomía tanto del futuro como del pasado en la familia de Dios.
Hay una continuidad por la cual debemos ser responsables y una continuidad futura en la que debemos equipar a nuestros hijos a ser responsables.
Se entiende la responsabilidad como el reconocer representación.
Toda generación sirve bajo autoridad representada. Esto es, no nos representamos a nosotros mismos, representamos a Jesucristo y a los propósitos de Su Reino en esta vida.
Sin adherirnos a la responsabilidad nuestra representación será mal desarrollada y mal interpretada.
A menudo la gente pregunta, “¿Qué es lo más importante que puedo hacer para convertirme en líder?” La respuesta es “Abrázate a la responsabilidad.”
La responsabilidad nos llevará a niveles más profundos de intimidad con Jesús y a niveles más altos de efectividad en Su Reino.
La responsabilidad nos capacitará para decir sí cuando todo desde nuestro interior grita no.
Sería bueno poder decir que todo lo que hacemos en nuestra vida cristiana lo hacemos desde nuestro amor y devoción puros hacia Jesús, pero la realidad es que mucho de lo que hacemos se debe a nuestro sentido de responsabilidad, no de la devoción.
Aunque la devoción debe ser nuestra meta, hasta que esa devoción se convierta en nuestra única motivación, necesitamos dejar que la responsabilidad nos motive y nos mantenga en la búsqueda del Reino (y también así debemos enseñar a nuestros hijos).
La responsabilidad es lo que inculca en nuestros hijos una visión lo suficientemente convincente como para refrenarles de robar su futuro.
La responsabilidad es lo que inculca en los padres una visión lo suficientemente convincente como para redimir su pasado.


Hay tres fases de la transferencia generacional: niño, hijo y padre.


Jesús, el modelo.
“Porque un niño nos es nacido, hijo nos es dado... y se llamará su nombre... Padre Eterno.” (Isaías 9:6).
Aunque Él era el encarnado Hijo de Dios, Jesús no nació en la plenitud de su estatura.
Jesús no nació completo en Su capacidad para obedecer “Y aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia.” (Hebreos 5:8).
Estuvo sujeto al mismo programa progresivo [en el tiempo] al que estamos nosotros. Aunque Él era Dios, fue pasado a través de las mismas fases de transferencia.
Jesús nació como niño, maduró llegando a ser Hijo y en última instancia llegó a ser Padre Eterno.



03 Ago 2009
Referencia: Familia (11).