Estudio Bíblico

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Los fundamentos de la guerra espiritual.



FUNDAMENTOS DE LA GUERRA ESPIRITUAL.



Introducción.
El verdadero entendimiento de la guerra espiritual no se puede dar fuera del contexto de la cosmovisión bíblica, de la cosmovisión de Dios, y de Su propósito.
En la guerra espiritual no es nuestro propósito ni nuestros objetivos los que prevalecen, sino los de El.
Como ejército, somos soldados, no comandantes. El comandante es Jesús, y El es el que fija y determina el propósito, los objetivos y las tácticas de la guerra.
Para una guerra real, efectiva, necesitamos contar con el respaldo total del Comandante. El solo va a enviar sus recursos y su poderío a aquellos lugares donde la guerra se libre de acuerdo con Sus propósitos y sus objetivos.
Entonces, necesitamos ver la guerra espiritual desde Su perspectiva. Y ella comienza donde comienzan todas las cosas: en Génesis.



La Cosmovisión bíblica y la guerra espiritual.

Propósito general.
Cuando Dios creó los cielos y la tierra, lo hizo para manifestar su Reinado en ellos (Sal 24:1, Rom 11:36, Sal 19.1).
Cuando Dios creó al ser humano, le delegó el ejercicio de la autoridad del Reino en la tierra, para que ejerciera esa autoridad en Su Nombre (Gen 1.26-28, Gen 2.15).
Cuando el ser humano cayó, obedeciendo al diablo, entregó el ejercicio de esa autoridad al diablo (2 Ped 2.19, Gen 3:4-8).
El plan de redención de Dios en Cristo (Jn 3:16-17, Luc 19.10) consiste en restablecer esa autoridad en un ser humano nuevo (los nacidos de nuevo) para que la ejerzan de acuerdo al plan original de Dios (Mat 16:18-19, Mat 6.10, Mat 28.18-20, Efe 1:9-10, Col 1:15-20, Rom 8.19-21).
El objetivo de la guerra espiritual, entonces, es la recuperación del pleno dominio y autoridad entregada por Dios al ser humano, para que el Reino de Dios (aunque sea de una manera imperfecta) se comience a restablecer en la tierra, que todas las cosas que Dios creo, respondan al propósito para el cual fueron creadas (Sal 2.10-12)
Cuando Cristo vuela a la tierra ejercerá el Señorío y el Reinado y el Reino de Dios se restablecerá en plenitud en la tierra imperfecta como consecuencia de la caída, pero sin que medie para nada el diablo (Sal 2:7-9).
Después del juicio del Gran Trono Blanco, los cielos y la tierra serán hechos nuevos totalmente, para que la plenitud del Reino se establezca sobre la tierra, cuya señal más evidente será que la Nueva Jerusalén descenderá del cielo y se establecerá en la tierra y Dios morará con los seres humanos en ella (Apo 21.1-27)

Proceso.
La forma como la plenitud de la autoridad y el Reino de Dios se restablecerá en la tierra es:
Primero, mediante el restablecimiento de la autoridad de Dios sobre la vida de cada persona (Rom 10.8-10).
Segundo, cada persona manifiesta el Reino en sus relaciones y en sus actividades, y mediante ello, se convierte su familia y las personas a su alrededor y el Reino se extiende (Hch 16:31).
Tercero, al convertirse su familia y las personas alrededor, mediante la manifestación del Reino de Dios en sus vidas, sus relaciones y sus actividades, otros se convierten, y estos otros a su vez convierten a otros (Hch 1:8, Hch 2:41-47).
Cuarto, esa cadena de conversiones y el establecimiento del Reino de Dios sobre las personas, sus relaciones y sus actividades, llega un momento en que se convierten en una fuerza transformadora tal, que convierte sus organizaciones en una fuerza transformadora de sus comunidades y sus naciones (Rom 8.19-21)..
Quinto, todo ese proceso es perfeccionado cada día por la incorporación de las personas individuales a la Iglesia donde son formadas y capacitadas para extender el Reino (Efe 4.11-16, Hch 2:41-47).

Oposición y enemigo.
Ninguna de estas extensiones del Reino: del impío al creyente, del creyente a su familia y a sus organizaciones, y de sus organizaciones a la nación, suceden automáticamente, sin oposición (Mat 11.12). El conflicto se da por la existencia del diablo, que es un ser espiritual real que opera en el mundo (Efe 2:2, 1 Jn 5:19) junto con sus emisarios, los demonios, para robar, matar y destruir (Jn 10.10) la creación, y entre ella, a los seres humanos, incluidos los creyentes, y estorbar la obra de redención de Dios en el mundo.
El diablo (Jn 12:31), a pesar de que ha sido despojado de toda autoridad real (Jn 14:30, Jn 16:11, Col 2:13-15), sigue ejerciendo una autoridad espuria mediante la mentira y el engaño (Jn 8:44, Efe 2:2) y cuando la iglesia no ejerce presión sobre el reino de las tinieblas (Mat 12:28-29, Mar 3.27, Luc 11.20-23).



Jesucristo y la guerra espiritual.
Vino a deshacer las obras del diablo (1 Jn 3:8).
Vino a buscar y a salvar lo que se había perdido (Luc 19.10).
Vino a derrotar al diablo (Col 2:13-15).
Inició su ministerio al nivel estratégico de guerra espiritual (Luc 4:1-14).
Destacó que era la hora del Reino de Dios: había venido a destruir las obras del maligno.
Despojó (deshizo) a los poderes y autoridades, haciendo con ellos un espectáculo público, triunfando por medio de la Cruz (Col 2:13-15).


La Iglesia y la guerra espiritual.
Le dio a Su iglesia autoridad sobre todo poder del enemigo (Luc 10:17-20).
Nos delegó la autoridad en el cielo y en la tierra (Mat 28:18, Mat 16.18-19).
Nos ordenó batallar contra las huestes espirituales de maldad (2 Cor 10:3-6, Efe 1:20-23, Efe 3:8-13, Efe 6:10-20).
Nos envió el Espíritu Santo para concluir lo que El había comenzado (Jn 14:12, Jn 17:18-19, 1 Cor 15:24-25).
La misión de la iglesia en la guerra espiritual (Jer 1:10) es establecer el Reino de Dios en todas las dimensiones de la vida humana: personas, familias, organizaciones, nación.
Muchos intentan entrar en la guerra espiritual sin estar equipados y capacitados para ello y como consecuencia caen víctimas de su ignorancia (Ose 4:6).


Los objetivos de la guerra (Jer 1:10):
Los reinos son los seres espirituales que gobiernan en el ámbito espiritual sobre un área geográfica.
Las naciones se refieren a los liderazgos naturales sobre el área geográfica.



08 Jun 2009