Estudio Bíblico

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Las actitudes del discípulo (2).



ENSEÑANZA No. 36.

LAS ACTITUDES DEL DISCÍPULO (2),



Objetivos de la enseñanza.
Entender que las actitudes son el resultado de nuestros pensamientos y que los pensamientos derivan del carácter y de los principios que les dan soporte en nuestro corazón.
Conocer los principios que enseñó y aplicó Cristo en su vida, para entenderlos y aplicarlos en la nuestra.
Prepararnos para desarrollar y manifestar el fruto del Espíritu en circunstancias específicas, manifestando las mismas actitudes de Cristo.
Entender los principios relacionados con las actitudes de un discípulo, para aplicarlas y desarrollarlas de manera permanente en nuestras vidas.
Conocer las actitudes y los principios de pobreza espiritual y compasión para entenderlos y aplicarlos en nuestra vida.


Pobreza espiritual (vrs. 3)
Es exactamente lo opuesto, lo contrario al orgullo y la autosuficiencia, tan características del hombre natural que debido a su independencia y autosuficiencia detesta todo sentimiento de incapacidad y dependencia (Rom 1:18-31).
El hombre espiritual, por el contrario, consciente de su incapacidad y de la ilimitada capacidad de Dios, decide depender de El y confiar en sus recursos inagotables (1 Cor 2.1-5). Es uno que está consciente de que separado de Dios no puede nada (Jn 15:5) porque ha perdido su confianza en su propia justicia y en sus propias fuerzas, y por lo tanto reconoce su total de dependencia y necesidad de El.
Es pobre porque elige serlo (todo lo que pueda haber en él lo tiene por basura, salvo a Cristo y todo lo que de El viene, Fil 3.1-9).
Uno que se valora (de verdad) insignificante. Sentirse pequeño ante sus propios ojos, pero no como una falsa pose, o falsa humildad, sino genuinamente, de corazón (2 Cor 12:5-10)
No tiene nada suyo y vive de la benevolencia de Dios, depende de la gracia de Dios (por completo, aunque no es pasivo para nada (1 Cor 15.10).
Como consecuencia, escoge a Dios antes que a cualquier otra cosa.
Un corazón desapegado a lo temporal, contentamiento (Fil 4:12-13, 1 Tim 6:6).
Requiere el cambio de mentalidad de escoger primero otras cosas antes que a Dios (Rom 12:2).


Compasión (vrs. 4).
Es la tristeza causada por el pecado propio y el fracaso espiritual y/o el dolor de otros (Neh 1:4-11).
Es el resultado del reconocimiento de la pequeñez de nuestros logros espirituales, la lentitud en el crecimiento en la vida divina, nuestra depravación interna o las ataduras a pecados recurrentes, nuestra falta de semejanza a Cristo, nuestra rebelión contra la voluntad de Dios, el sentido de pesar, de dolor, por haber afligido el corazón de nuestro Padre (Rom 7.19-24, Fil 3:12 ).
Produce como resultado el arrepentimiento, Aquel que lamenta y llora por sus propios pecados, con verdadero arrepentimiento para salvación (2 Cor 7:10).
Como resultado de ello, tenemos una relación correcta con Dios, por medio del perdón de nuestros pecados y la benevolencia de El (1 Cor 15.10).
Lamentarse también por los pecados de otros y ayudarlos a salir de ellos (Gal 6.1, Jud 19-23).
Otra forma del lamento es el dolor ajeno. Se duelen por las aflicciones de otros: necesidad, hambre, dolor, injusticia, espirituales, emocionales, físicas (Rom 12:15, Isa 58.6-7), No se nos obliga a llorar con los que lloran, pero hacerlo revela una genuina actitud de amor cristiano.
Requiere cambiar nuestra mentalidad de ser insensibles al dolor y comenzar a llorar por aquellos que sufren; y que pongamos lo mejor que podamos -no lo mínimo- para ayudarlos, caminando la milla extra con ellos (Rom 12:2, Mat 5:41).



Preguntas para autoevaluación.
¿En qué áreas de mi vida aún tengo autosuficiencia e independencia de Dios, no acudo a Dios en busca de ayuda ni consulto con El mis decisiones?
¿Realmente considero basura todo lo que pude haber alcanzado en mi vida por mis propios medios, sin Cristo?
¿De qué cosas, circunstancias y/o personas aún soy dependiente, que no sea Dios?
¿Qué necesito hacer para vivir en una total dependencia de Dios?
¿Cómo y cuando lo haré y qué resultados espero como consecuencia?
¿El pecado y las necesidades de otros me afligen verdaderamente?
¿El pecado y las necesidades de otros me mueven a la oración y a la intercesión constantemente, es ello una urgencia constante en mi vida?
¿Cómo me siento genuinamente en relación con mis logros espirituales, con el camino que he caminado en Cristo, con el servicio que he realizado hasta ahora: satisfecho o agradecido con Dios?


23 Dic 2008
Referencia: Enseñanza 36.