Estudio Bíblico

Inicio > Estudio

Las posesiones (artículo).



HACEDORES DE TESOROS (MAT 6:19-21).
Cuando el ser humano fue creado por Dios (Gen 1.26-28) no solo fue creado a imagen de Dios (que es el dueño de todo el oro y la plata, Hag 2:8) sino que fue creado para fructificar, multiplicar y llenar, lo que implica, el principio para hacer los tesoros.
Posteriormente, en Deut 8.18, la Palabra nos enseña que Dios es quién nos da (a su pueblo, cuanto más a su Iglesia) la habilidad de hacer las riquezas a fin de confirmar Su pacto.
Por otro lado, Jesús en Mat 6:19-21 nos dice que los creyentes debemos hacer tesoros en el cielo, es decir, confirma que somos hacedores de tesoros. Y obviamente, los tesoros se hacen de las riquezas, y las riquezas incluyen las riquezas materiales.
En consecuencia, lo que la Palabra de Dios nos dice es que necesitamos hacer tesoros, que fuimos creados para ello, que tenemos el ADN de Dios para ello, por lo que nuestros pensamientos deben tender a la abundancia (Prov 21:5) para trabajar diligentemente sin apresurarnos alocadamente (Prov 10:4), porque Dios desea que seamos prosperados en todas las cosas (y ello puede implicar hacer tesoros) así como prospera nuestra alma (3 Jn 2).
Por el ejemplo de Abraham, de quién somos no solo descendientes, sino herederos de las promesas, y quién era riquísimo, al igual que David y Salomón, entre otros, podemos decir con total propiedad que la riqueza no es mala delante de Dios. Lo que puede ser malo es lo que hacemos con ella o amarlas (1 Tim 6:10). Por eso Jesús nos exhorta a que la riqueza que hagamos aquí en la tierra la enviemos la cielo, lo que nos aclara Pablo en 1 Tim 6:17-19: que hagamos bien, que seamos ricos en buenas obras, generosos, dadivosos, atesorando para sí buen fundamento para lo por venir.



TESOROS EN EL CIELO Y TESOROS EN LA TIERRA (MAT 6:19-21).
Dios, a través de Su Palabra, no rechaza el hecho de que hagamos tesoros en la vida terrenal. El asunto es que si nos da indicaciones precisas para que esos tesoros no los acumulemos en la tierra sino en el cielo, lo que implica que son para ser usados en la tierra para los fines del cielo, no para los fines de la tierra, además de que en nuestro corazón, la prioridad no deben ser los tesoros, como lo fue para el rico insensato (Luc 12:13-21). Sino agradar a Dios en todo con ellos. Recordemos que donde está nuestro tesoro, allí estará también nuestro corazón, y lo que Dios quiere es nuestro corazón (Luc 12:34)..
Cuando usamos los tesoros que hacemos en la tierra para las cosas de la tierra (lujos, seguridad, despilfarro, etc.,) en realidad estamos viviendo para las cosas de la carne (satisfaciendo los deseos de la carne, los deseos de los ojos y la vanagloria de la vida, 1 Jn 2:16) y los que viven para la carne no pueden agradar a Dios (Rom 8:8). Y obviamente, Dios no quiere eso para nosotros.
En suma, la diferencia que hace que los tesoros sean para el cielo o para la tierra está en las intensiones de nuestro corazón. Deberíamos procurar hacer los tesoros en la tierra, como los siervos que negociaron con los talentos que su Señor les dio (Mat 25:14-30) para utilizarlos para bendecir a otros supliendo sus necesidades espirituales, emocionales y físicas (Mat 25:31-49).



ACTITUDES QUE DIOS ESPERA DE NOSOTROS EN TODO, INCLUÍDA LA RIQUEZA.
PRIMERO: que vivamos con fe (Heb 10.38, Heb 11:6, Rom 1.17) en Dios (Mar 11:22) no en las cosas materiales, no en las riquezas, y por ende, que tengamos un corazón sincero para con Dios, temiéndole (Col 3:22) como aquellos que habrán de dar cuentas de todo lo que hayan recibido de El, incluídas las riquezas (Mat 25:14-30).
SEGUNDO: Que nuestro cuidado, prioridad, mayor énfasis, este en las cosas del Señor, no en las cosas del mundo (1 Cor 7:32-34), que estemos consagrados a usar las cosas del mundo en nuestro servicio y consagración a Dios, haciendo con ellas Su voluntad, no la nuestra (Rom 12:2, Efe 6:6), haciendo lo que le es agradable a El (1 Tes 2:4).
TERCERO: Que no nos enredemos (atrapados, aprisionados, afanados, absorbidos) en los negocios de la vida (2 Tim 2:4) aún en medio del mucho trabajo y ocupaciones, sino que en todo estemos siempre buscando y haciendo la voluntad de Dios en todas las cosas (Col 3:22-24).
CUARTO: en el corazón del discípulo, Dios debe tener absoluta prioridad sobre las cosas materiales y el dinero. El discípulo necesita esforzarse diligentemente en su trabajo, buscando la abundancia de frutos y resultados materiales y dinerarios para, con ellos, agradar a Dios cumpliendo lo que es Su voluntad:
• Primicias, diezmos y ofrendas a la obra de Dios.
• Honrar padres y madres, naturales y espirituales.
• Suplir las necesidades de nuestras familias.
• Suplir las necesidades de los pobres.
• Ahorrar e invertir.
• Pagar impuestos.
• Dar para todo aquello que Dios dirija.
• En suma, un estilo de vida dador.



VISION Y SERVICIO SIN DUALIDAD (Mat 6:24).
Para todo creyente, pero más aún para un discípulo, y por sobre todo para los siervos y ministros de Dios, las prioridades de su corazón deben estar absolutamente claras, sin doble ánimo, sin compartirse entre el Señor y las riquezas, o alguna otra cosa.
En primer lugar, la prioridad de su corazón debe ser Dios: la comunión con El, la obediencia a Su guianza y Su Palabra, hacer Su voluntad en todo.
Y en segundo lugar, y como una expresión de la prioridad de Dios para él, el amor al prójimo, las personas que nos rodean, comenzando con nuestras familias terrenales y espiritual, y siguiendo con los demás, principalmente los huérfanos, las viudas y los pobres y débiles.
La única razón por la cual las cosas materiales podrían tener alguna prioridad, no en el corazón sino en nuestra agenda diaria, sería por la necesidad de usarlas para atender esas otras dos prioridades.




09 Abr 2008
Referencia: Mayordomía.