Estudio Bíblico

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Características bíblicas distintivas del hombre y la mujer (apuntes).



LAS CARACTERÍSTICAS BÍBLICAS
DISTINTIVAS ENTRE HOMBRES Y MUJERES.



Introducción.
No podemos entender plenamente el plan de Dios para el matrimonio, si previamente no entendemos los roles asignados por El al varón y a la mujer individualmente, y que encuentran su realización y complementación perfecta en el regalo divino del matrimonio.
El mundo de hoy está experimentando una serie de problemas derivados del abandono de los principios y valores del Dios de la Biblia (Rom 1:18-31, Prov 16:25, Jer 17:5-8) y de abrazar los principios del humanismo secular, en lo relacionados con la identidad de los hombres y las mujeres y sus respectivos roles en el mundo derivados de esa identidad.
Cuando los fundamentos de la vida humana y social son destruidos (Sal 11:3), el justo debe volver a las sendas antiguas (Jer 6:16) y hacer su mayor esfuerzo para regresar a todo su entorno y la sociedad entera a esos principios y valores abandonados (Est 4:13-14, Est 8:6).
Algunos de los problemas más relevantes, respecto a la características distintivas entre hombres y mujeres, hoy, son:
La amplia incertidumbre y confusión en nuestra cultura con respecto a las diferencias entre la masculinidad y la feminidad.
Los efectos trágicos de esta confusión al deshacer el tejido del matrimonio hecho por Dios a partir de las hebras de la hombría y de la feminidad.
La creciente promoción del igualitarismo feminista con las acompañantes distorsiones o descuido de la feliz armonía descrita en la Escritura entre el liderazgo humilde y cariñoso de los esposos redimidos y el respaldo dispuesto e inteligente a ese liderazgo por parte de las esposas redimidas.
La ambivalencia generalizada con respecto a los valores de la maternidad, el cuido del hogar en un sentido vocacional y los muchos ministerios históricamente llevados a cabo por las mujeres.
Las crecientes afirmaciones de legitimización para las relaciones sexuales que bíblica e históricamente han sido consideradas como ilícitas o perversas, y la gradual descripción pornográfica de la sexualidad humana.
El recrudecimiento del abuso físico y emocional en la familia.
El surgimiento de papeles para los hombres y las mujeres en el liderazgo eclesiástico que no se conforman con la enseñanza Bíblica sino que dan al traste con el testimonio bíblicamente fiel produciendo atroces consecuencias.
El creciente predominio y aceptación de excentricidades hermenéuticas diseñadas para reinterpretar los significados evidentemente claros de los textos bíblicos relacionados con la hombría y la feminidad.
La consecuente amenaza a la autoridad bíblica a medida que la claridad de la Escritura es puesta en peligro y se impide la accesibilidad de su significado a la gente ordinaria limitándolo el ámbito restringido de la ingenuidad técnica.
Y detrás de todo esto el aparente acomodo de algunos dentro de la iglesia al espíritu de la época a expensas de la autenticidad hermosa y radical de la Biblia la cual, en el poder del Espíritu Santo, puede reformar más bien que reflejar nuestra cultura enfermiza.


Principios.
Tanto Adán como Eva fueron creados a imagen y semejanza de Dios, iguales ante Dios como personas y distintos en su masculinidad y feminidad (Gen 1:26-27, 2:18).
Las distinciones en los papeles masculino y femenino son ordenadas por Dios como parte del orden creado, y debiesen hallar eco en todos los corazones humanos (Gen 2:18, 21-24; 1 Cor 11:7-9; 1 Tim 2:12-14).
La condición de cabeza por parte de Adán en el matrimonio fue establecida por Dios antes de la Caída, y no fue resultado del pecado (Gen 2:16-18, 21-24; 3:1-13; 1 Cor 11:7-9).
Sin embargo, la caída introdujo distorsiones en las relaciones entre los hombres y las mujeres (Gen 3:1-7, 12, 16):
En el hogar, el liderazgo humilde y cariñoso del esposo tiende a ser reemplazado por la dominación o la pasividad; y la sumisión inteligente y dispuesta de la esposa tiende a ser sustituida por el servilismo o la usurpación.
En la iglesia, el pecado inclina a los hombres hacia un amor mundano por el poder o a una abdicación de la responsabilidad espiritual, e inclina a las mujeres a resistir las limitaciones de sus papeles o a descuidar el uso de sus dones en los ministerios apropiados.
El Antiguo Testamento, lo mismo que el Nuevo Testamento, manifiestan el valor y dignidad igualmente elevados que Dios adjudicó a los papeles tanto de los hombres como de las mujeres (Gen 1:21-27, 2:18; Gal 3:28). También tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento afirman el principio del liderazgo y jefatura del varón en la familia y en la comunidad del pacto (Gen 2:18; Efe 5:21-33; Col 3:18-19; 1 Tim 2:11-15).
La redención en Cristo tiene como propósito remover las distorsiones introducidas por la maldición:
En la familia, los hombres deben abandonar el liderazgo áspero o egoísta y crecer en amor y cuidado por sus esposas; las esposas deben abandonar su resistencia a la autoridad de sus esposos y crecer en sumisión dispuesta y gozosa al liderazgo de sus esposos (Efe 5:21-33; Col 3:18-19; Tito 2:2-5; 1 Ped 3:1-7).
En la iglesia, la redención en Cristo les da a los hombres y a las mujeres una porción igual en las bendiciones de la salvación; sin embargo, algunos papeles de gobierno dentro de la iglesia están restringidos a los hombres (Gen 3:28; 1 Cor 11:2-16; 1 Tim 2:11-15), que sin embargo las pueden delegar en mujeres sujetas a la autoridad de sus esposos y de sus pastores.
En la totalidad de la vida, Cristo es la autoridad y la guía suprema tanto para los hombres como para las mujeres, de modo que ninguna sumisión terrenal, doméstica, religiosa o civil, implica jamás un mandato a seguir una autoridad humana hacia el pecado (Dan 3:10-18; Hch 4:19-20, 5:27-29; 1 Ped 3:1-2).
Tanto en los hombres como en las mujeres nunca se debiera usar un sincero sentido de llamado al ministerio para poner a un lado los criterios bíblicos para los ministerios particulares (1 Tim 2:11-15, 3:1-13).
La enseñanza bíblica debiese seguir siendo la autoridad para probar nuestro discernimiento subjetivo de la voluntad de Dios.
Con la mitad de la población del mundo fuera del alcance del evangelismo autóctono; con innumerables personas perdidas en aquellas sociedades que ya han escuchado el evangelio; con las tensiones y miserias de la enfermedad, la malnutrición, el desamparo, el analfabetismo, la ignorancia, la vejez, la adicción, el crimen, la encarcelación, la neurosis y la soledad, ningún hombre o mujer que sienta una pasión de parte de Dios de dar a conocer Su gracia en palabra y obra necesita vivir jamás sin un ministerio pleno para la gloria de Cristo y el bien de este mundo caído (1 Cor 12:7-21).
Una negación o descuido de estos principios conducirá a consecuencias cada vez más destructivas para nuestras familias, nuestras iglesias y para la cultura en general.


Conclusión.
En la base de la cosmovisión bíblica, y como resultado del acto creativo de Dios de Gen 1, están las características distintivas de los hombres y las mujeres, derivados de las diferentes tareas y responsabilidades asignadas por Dios para el cumplimiento de los propósitos de Dios en cuanto al establecimiento del Reino en la tierra.
El incumplimiento de los respectivos roles y responsabilidades distintivas del hombre y de la mujer en la primera pareja, determinó su caída, y con ello, una desviación del plan de Dios, evidenciando que el plan y propósito de Dios no puede ser cumplido en ningún tiempo a menos que los roles, tareas, propósitos, actividades y características distintivas de los hombres y las mujeres estén claramente definidos y llevados a la práctica.
La cosmovisión bíblica y sus implicaciones demandan la recuperación de los roles distintivos que Dios establece para el hombre y la mujer, de frente a las tareas particulares y responsabilidades que cada uno de ellos tienen en cuanto al discipulado y el establecimiento del Reino de Dios hoy en las naciones.







24 Mar 2016