Estudio Bíblico

Inicio > Estudio

Mayordomía.



FUNDAMENTOS.


1 Cor 4:7.
Todo lo que tenemos y somos lo hemos recibido de Dios: la vida, el cuerpo, las relaciones, las oportunidades, las cosas.
Aún cuando haya mediado dinero o esfuerzo de nuestra parte, todo nos fue dado. Si no fuera así, entonces ¿Por qué otros, con el mismo o mayor esfuerzo y/o dinero no las tienen?
Ello implica que en nosotros se deberían generar tres cosas:
• Agradecimiento por la misericordia de Dios de habérnoslas dado.
• Responsabilidad (Mat 25:14-30): vamos a dar cuenta de ello.
• 1 Ped 4.10: mentalidad de administradores de todo (no “dueños”).


Col 3:23-25.
Todo lo que hagamos necesitamos hacerlo de corazón para con el Señor (no para con las personas).
Cuando hagamos de esa manera recibiremos la recompensa de la herencia.


Prov 13:22.
Somos co-herederos con Cristo (Rom 8:17).
Cuando el heredero es niño (inmaduro), otros administran la herencia (Gal 4.1-2) hasta que el heredero adquiere la madurez necesaria para administrar su herencia con sabiduría.
Las riquezas de los impíos (los actuales administradores de nuestra) está guardada para los justos (cuando obtengamos la madurez y responsabilidad necesarias para administrarlas bien, de acuerdo a los deseos del Padre).


Mat 25:14-30.
Si somos malos administradores de lo que Dios nos ha dado, El va a retirarnos lo que nos ha dado (disciplina) como sucedió con el que recibió un talento.
Adán falló en su mayordomía en el Edén, y como consecuencia fue sacado del Edén y Dios puso querubines guardando la entrada al jardín para que Adán no entrara (Gen 3:23-24).


En los negocios de mi Padre me es preciso estar (Luc 2:49, Sal 24:1, Rom 11:36, Col 1:16).
Los negocios de Dios no son solo la iglesia.
Los negocios de Dios son toda la creación, todo lo que es y existe que está esperando ser redimido de la maldición a la que fue sujetada por la corrupción del pecado (Gen 3:17-19, Rom 8:19-21).
Como administradores de los negocios de Dios debemos ser liberadores de la Creación.
Tenemos en nuestra vida dos opciones: o estamos trabajando en los negocios de Dios (la agenda de Dios) –Mat 19:27-30— cuyo resultado para nosotros es vida, o estamos trabajando en nuestros propios negocios (nuestra agenda personal egoísta –Prov 16:25, Prov 14:12— cuyo resultado para nosotros es muerte.
Los negocios de Dios son cualquier campo de actividad donde El nos haya puesto (Sal 139:13-16, Efe 2:10).
La diferencia entre eclesiástico y secular no es más que una manera que tenemos los seres humanos de identificar dos grandes campos posibles de actividad humana.
Dios no hace distinción entre eclesiástico y secular.


Mi Padre hasta ahora trabaja (Jn 5:17).
• Somos hechos a su imagen: Gen 1:26, (trabajador).
• Si El todavía trabaja, nosotros también debemos hacerlo.
• De hecho, en el cielo, vamos a tener trabajo.



Parábola de los talentos (Mat 25:14-30) y parábola de las minas (Luc 19:11-27).
Todos los insumos que Dios nos da, son de El, no nuestros.
El quiere que negociemos con ellos (que produzcamos fruto con ellos, y fruto para El).
Va a pedirnos cuentas de lo que hicimos con ellos, y las cuentas que quiere que le entreguemos son esos insumos multiplicados, con mucho fruto (Jn 15).


Administradores de la multiforme gracia de Dios (1 Ped 4:10).
La gracia de Dios es la característica y los medios por los cuales El nos bendice (porque no lo merecemos). Los medios por los cuales El nos bendice abarcan toda la creación.
• La naturaleza (plantas, animales, la tierra, el agua, los elementos, etc.).
• Las personas.
• Las organizaciones (familia, iglesia, empresas, gobierno, etc.).
• Todas las cosas.
Por lo tanto, nosotros, en el plan de Dios e independientemente del lugar donde desarrollemos nuestras actividades, y el tipo o característica principal de estas, somos administradores de toda la creación que Dios ha puesto a nuestro alcance.
Debemos administrarla correctamente de acuerdo a los principios de la Palabra, para poder entregar buenas cuentas al Señor.


Reyes y sacerdotes (Apo 1:5-6, 1 Ped 2:9).
Como hijos de Dios, redimidos por la Sangre de Cristo, somos coherederos con El de todas las cosas.
El nos dio toda autoridad que recibió del Padre en el cielo y en la tierra (Mat 28.18).
Por cuanto tenemos autoridad en ambos “mundos” o niveles de existencia, también nos constituyó:
• Reyes para administrar el mundo natural y social.
• Sacerdotes para administrar el mundo espiritual


Sal, luz, levadura (Mat 5:13-16, Mat 13:33).
A través de nuestra mayordomía y administración, y por los resultados de éstas, que deben ser un modelo de productividad, responsabilidad, eficiencia, eficacia y beneficiar a todos los que están a nuestro alrededor, los demás van a notar nuestra presencia y nuestra forma diferente de vida, y van a querer tener lo mismo que nosotros.
En esa misma medida vamos a cumplir cualidades de las que Cristo nos ha investido como sal, luz y levadura.
Sal, para estorbar el pecado y evitar que el mundo se siga corrompiendo por el pecado.
Luz, para señalarle al mundo el camino de la salvación y de la solución de todos los problemas de la existencia.
Levadura, para transformar todos los resultados del pecado y transformar las cosas para que glorifiquen a Dios.
Nosotros necesitamos enseñarle al mundo como hacer las cosas de acuerdo a la voluntad de Dios para que les salgan bien, en lugar de que el mundo nos esté enseñando a nosotros, como sucede en la actualidad (Jer 15:19).


Mayordomía = administración.
Es la más clara representación de la relación del ser humano con Dios y con la creación: incluye todo lo que somos y tenemos.


Mayordomo.
Persona que está a cargo de la casa (Gn. 43.19; 44.4; Is. 22.15, etc.).


Palabras hebreas que se traducen "mayordomo".
“Gizbar”: encargado de tesoros (Esd 7:21). Implica la noción de la valoración y el cuidado de los tesoros de otro. De acuerdo con ello, entonces, un principìo de la mayordomía es valorar a las personas, las relaciones y las cosas que El nos ha dado como tesoros Suyos.
“Sar”: tener dominio (1 Cro 28.1). Se refiere a la persona que tiene dominio sobre lo que su amo ha puesto bajo su responsabilidad. Tiene libertad y respaldo en las decisiones y en el uso que haga de lo encomendado, si lo hace de acuerdo al propósito (principios y valores) del amo.
De acuerdo con ello, entonces, la mayordomía se ejerce por medio de decisiones sabias y certeras.
“Atsar”: el que almacena, crecimiento (Neh 13.13). Implica la noción de ser un canal de bendición para los que están cerca de él. La mayordomía es dar a otros lo que se ha recibido de Dios.


Palabras griegas que se traducen "mayordomo".
"Epitropos" (Mat. 20.8; Gal. 4.2), la persona a cuyo cuidado u honor ha sido confiado otro como curador o guardián.
"Oikonomos" (Luc. 16.2–3; 1 Cor 4.1–2; Tit 1.7; 1 Ped 4.10), administrador Esta palabra se usa para describir la función de responsabilidad delegada, como en la parábola de los labradores, y en la del mayordomo infiel. Indica la responsabilidad del cristiano, que le ha sido delegada bajo el “gobierno real de Cristo de su propia casa”.


Los cristianos: mayordomos.
Todas las cosas son de Cristo, y los cristianos somos sus ejecutores o mayordomos.
Somos los administadores de los bienes de la casa de otro (Gen 15:2, 24:2).
Somos los que distribuye los dones, las gracias, las bendiciones, etc., a quienes forman parte de la casa, tanto en lo correspondiente a su sustento como en lo que requieren para llevar a cabo sus tareas y trabajos (Gen 12:2-3, Luc 12:42, 16:2), es decir, somos los dispensadores de las gracias y de los dones que Dios nos ha confiado (Tit 1:7, 1 Cor 4:1-2).
Se demanda de nosotros que seamos fieles porque vamos a rendir cuentas de nuestra administración y tendremos que restituír todos los bienes que hayamos recibido a nuestro cuidado, y es entonces que recibiremos “lo que es nuestro” (o no), esto es, nuestra herencia eterna (Luc 16:2, 9-12).


Administración = "oikonomos" = tesorero, administrador, curador, mayordomo.
• Principio del orden y de la bendición (Gen 1:1-4).
• Planificación, organización, ejecución y coordinación, supervisión y evaluación.
• Gen 1: el modelo de Dios para el trabajo.



El principio bíblico de la mayordomía (Gen 1:27-28).
Fructificar: producir, retoñar, aumentar, crecer, dar, fértil, fructífero, fruto, multiplicar.
Multiplicar: aumentar en cualquier respecto, abundancia, abundante, amontonar, amplio, cantidad, colmar, crecer, demasiado, dominar, engrandecer, ensanchar, exceder, exigir, ganancia, hacer, largo, mantener, mayor, mucho, numeroso.
Llenar: entregar, fielmente, juntar, llenar, lleno, abastecer, armar, colmar, completar, conceder, consagrar, desbordar, disponer, saciar, suministrar.
Sojuzgar: conquistar, servidumbre, someter.
Señorear: tomar cargo, dirigir, dominar, mandar.


La ley del uso (Mat 25:29).
Si usamos lo que Dios nos da para Su gloria, ganaremos, y El nos dará más.
Si no usamos lo que hemos recibido de Dios para Su gloria, perderemos hasta lo que pensemos tener.
Esto aplica en cualquier tipo de asuntos -> espirituales, personales, intelectuales, financieros, familiares, laborales, ministeriales, etc.
Necesitamos ser diligentes y en una escala creciente, buscando alcanzar metas más altas cada día.


La bendición de la mayordomía (Mat 25:14-30, Luc 19:11-26).
A cada uno le es dado según su capacidad presente.
Esa capacidad, mediante el ejercicio, administrando lo que ya tenemos y haciéndolo producir, se desarrolla y nos hace aptos para recibir más.
Dios espera que seamos muy productivos -al máximo (no al mínimo, no más o menos)- Jn 15:1-8.
Luc 19:17: fiel en lo poco, sobre lo mucho.
Luc 19:26: a todo el productivo se le dará más y al improductivo se le quitará.
Los resultados de una buena mayordomía:
• Salud física abundante.
• Prosperidad espiritual, emocional, material.
• Crecimiento espiritual.
• Liderazgo irreprensible.
• Crecimiento en las finanzas y en lo material.
• Amor, gozo, paz,.. el fruto del Espíritu (Gal 5:22-23).


Características bíblicas del mayordomo.
Reconocer que somos propiedad de Dios por creación (Sal 24:1), redención o compra (1 Ped 1.17-19), y por decisión personal.
Reconocer que todo lo que somos y tenemos no es nuestro sino de Dios (Gen 39.4-9): no somos propietarios.
Somos usufructuarios. Todas las cosas nos han sido dadas en usufructo, es decir, que tenemos el derecho de usar las cosas que pertenecen a Dios, pero debemos hacerlo con responsabilidad y de acuerdo con Sus directrices, Su voluntad y para Su gloria.
Ser responsable con todo lo que somos y tenemos: es lo que administramos (Luc 16:2).
Asumir nuestra realidad como administradores.
Esforzarnos para entender como Dios espera que llevemos a cabo nuestra administración.
Anteponer los intereses de Dios a nuestros propios intereses (Mat 25:24-27).
Entregar a Dios las ganancias o la parte de ellas que Dios demande, comenzando por el 10% (aunque no exclusivamente) (Mat 25:20).


Tit 1:7-11.
• Irreprensible.
• No soberbio, no iracundo, no pendenciero.
• No dado al vino.
• No codicioso de ganancias deshonestas.
• Hospedador.
• Amante de lo bueno.
• Sobrio, justo, dueño de sí mismo.
• Retenedor de la Palabra.
• Que pueda exhortar con sana enseñanza.


1 Cor 4:5.
• Servidores de Cristo.
• Fieles.
• Sin mala conciencia de nada (conciencia y motivos correctos).


1 Ped 4:10-11.
• Servidores de otros.
• Habla conforme a las palabras de Dios.
• Sirve conforme al poder de Dios.
• Glorifica a Dios en todo lo que hace.




RENDICIÓN DE CUENTAS.


Introducción.
La mayordomía no es solo una cuestión de tomar las cosas que nos han sido dadas y procurar hacer buen uso de ellas según nuestro criterio o nuestros particulares planes.
Es un asunto de considerar el criterio de quién nos dio las cosas porque en algún momento, corto, mediano o largo plazo, nos va a pedir cuentas y ello va a tener incidencia directa en el tipo de futuro que vamos a vivir, no solo en esta vida sino también en la vida eterna.


Luc 16:10–13. Fidelidad de la mayordomía. (Ver Mat. 6:24).
Primero, la forma en que la gente cuida de lo poco es un indicador de cómo cuidará de una suma mayor (vrs 10).
Si alguien es un mal administrador de dinero, difícilmente se le encargarán las riquezas espirituales que son más valiosas e importantes (vrs 11).
Segundo, si la gente no puede ejercer el cuidado necesario sobre algo que les ha sido confiado y por lo cual hay que rendir cuentas, no se les dará más para que la usen a su gusto (vrs 12).
Tercero, las exigencias de Dios son muy fuertes sobre lo que nos da (vrs 13).


Juicio y mayordomía.
La Escritura habla de un juicio para los creyentes.
Cristo en su venida juzgará a su pueblo (Mat 25.14–30, 31–46; Luc 19.12–28; 1 Cor 3.12–15; 2 Cor 5.10; 1 Ped 1.17; Apo 20.12s).
Los creyentes serán juzgados por su Señor con respecto a la mayordomía de los talentos, dones, oportunidades, y responsabilidades que se le hayan concedido en el curso de su vida.
1 Ped 1.17. El juicio divino del pueblo de Dios será un juicio paternal.
• No pondrá en peligro la posición del creyente en el seno de la familia de Dios.
• Se hará con toda la comprensión y la compasión de un padre.
• No por ello ha de tomarse con liviandad o descuidadamente.
• Este juicio paternal lo llevará a cabo Cristo cuando vuelva.


Mat 25:14–30. La parábola de los talentos (cf. Luc. 19:11–27).
Presenta a un dueño que emprende un viaje y deja a sus siervos con responsabilidades para llevar a cabo.
Hay una larga espera (vrs 19), y lo que interesa es la constancia en la realización de la tarea aprovechando a lo sumo las oportunidades que se nos han encomendado.
El talento es, sencillamente, el nombre de una suma (muy grande) de dinero, en términos modernos equivaldría a varios miles de dólares. Esta parábola le ha dado un significado metafórico al término, al ser aplicado a los dones y habilidades dados por Dios, y que tenemos la responsabilidad de usar.
A cada siervo le fueron entregadas diferentes cantidades (aunque todas muy grandes), conforme a su capacidad, y el aumento que se esperaba era en proporción a la cantidad encomendada.
Dios reconoce que todos somos diferentes y espera recibir de nosotros sólo lo que corresponda.
Es significante que los dos siervos que tuvieron éxito recibieron elogios idénticos del dueño (vrs 21, 23), aunque la escala de su responsabilidad original, y por lo tanto de sus logros, era diferente.
El tener un “don” menor no nos disculpa de hacer un esfuerzo apropiado. El error del tercer siervo fue que no reconoció las intenciones de su dueño, y optó por seguridad en lugar del servicio. Con la esperanza de no equivocarse, terminó no haciendo nada correctamente.
Dios espera, y premia, el uso creativo de las oportunidades de servicio que se nos abren. Si por error vemos a Dios como un tirano duro nos será difícil responderle de una manera amorosa y abierta.
Debemos usar esos dones responsablemente, pero también en forma aventurada. De esta manera estaremos listos para la parousía.




NIVELES DE MAYORDOMÍA.
• El mayordomo malo.
• El mayordomo bueno.
• El mayordomo fiel.
• El mayordomo irreprensible.


El mayordomo malo (Luc 16.1, 8).
Mayordomía muy deficiente y llena de actitudes equivocadas.
Muchos errores y desatinos: se convierte en acusado.
Derrocha bienes: se desperdician muchos de los recursos y talentos actuando con mucha ineficiencia.
Injusto: una persona llena de errores.
Es puesto fuera: peligro de perder su posición, sus privilegios y sus funciones.


El mayordomo bueno (1 Ped 4.10).
Responsabilidad.
Desarrolla sus virtudes, permite que el Espíritu Santo desarrolle en él las virtudes de Cristo.
No labora por presión, interés, compromiso humano, temor; lo hace por gratitud, amor, dedicación y compromiso con Dios.
Produce beneficio: tanto él como las personas a su alrededor reciben los beneficios de su conducta.
Alcanza el propósito de Dios para su vida.


El mayordomo fiel (1 Cor 4:1-2).
Ha adquirido mayores niveles de capacidad y eficacia.
Hallado: ha sido sometido a un escrutinio, una prueba, un tiempo de padecimiento y adversidad y ha logrado permanecer firme en medio de cualquiera de ellas y de cualquier circunstancia que se oponga a su tarea hacia Dios.
Confiable: cumple con la asignación recibida y en el tiempo determinado, y lo hace sin necesidad de que nadie esté detrás de él supervisándolo, empujándolo, etc.
Certero: hace lo que Dios quiere, y lo hace bien.
Lleno de fe: se apoya en la fe para cumplir con sus asignaciones, lo que le permite apropiarse de las promesas y la Palabra de Dios para cumplir con su misión ante Dios.


El mayordomo irreprensible (Tito 1:7-8).
Sin acusación, irreprochable, sin mancha: no se encuentra ningún pero en él ni en su asignación, y tampoco faltas, errores o deficiencias.
Desarrolla fuertemente la excelencia: hoy mejor que ayer y mañana mejor que hoy (Mat 5:48).
Hace más de lo que Dios le ha pedido; no solo se concreta a hacer lo que Dios le ha dicho que haga sino que camina la milla extra, mentalidad de máximos (no de mínimos).
• Capacidad de desprendimiento (Mat 5.40).
• Entrega incondicional (Mat 5:41).
• Generosidad desbordante (Mat 5:42).




EL ALCANCE DE NUESTRA MAYORDOMÍA.
El concepto de mayordomía tiene que ver con todas las cosas y todos los aspectos de la vida. No es solo relacionado con el dinero o los dones.
El, como dueño de todo lo que existe, en la tierra y en el cielo, ejerce propiedad sobre todo nuestro ser, tanto interior como exterior, como sobre todas las cosas externas.
¿Que tenemos nuestro que no nos haya sido dado? (Jn 3:27).
Sal 24:1: Del Señor es la tierra, su plenitud y todo lo que en ella hay.
Rom 11:36: Porque de El, y por El, y para El, son todas las cosas.
Si todo nos ha sido dado, entonces somos responsables de todo.
• Mayordomía de nosotros mismos: Espíritu, alma y cuerpo.
• Familia y relaciones.
• Dinero y tiempo.
• Trabajo, habilidades y capacidades.
• Dones y ministerio.
• Medio ambiente.




CADA UNO DE NOSOTROS = COMO UNA EMPRESA.


Insumos.
• Nuestro ser: espíritu, alma y cuerpo.
• Tiempo.
• Dinero y bienes.
• Talentos y habilidades.
• Dones, Palabra y Unción.
• Relaciones con Dios, el cónyuge, la familia, la iglesia, otras.


Proceso.
• Fructificar, multiplicar (Gen 1:28).
• Llamado y propósito.
• Planificación, coordinación, ejecución y supervisión.


Productos.
• Llenar, sojuzgar, señorear (Gen 1:28).
• Fruto.
• Resultados.
• Gloria para Dios.





MAYORDOMÍA DE NOSOTROS MISMOS.



MAYORDOMÍA DE NOSOTROS MISMOS.
La condición de nuestro interior (Prov 23:7) delante de Dios determinará la forma en la que ejerzamos la mayordomía de todo lo que somos y Dios nos ha dado (tanto interior como externo).
Por otro lado, no podemos pedir de los demás que sean buenos mayordomos de lo que Dios les ha dado en tanto no lo hagamos nosotros mismos primero.
Cada uno de nosotros es espíritu, alma y cuerpo (1 Tes 5:23): las tres áreas iniciales de mayordomía.



MAYORDOMÍA DEL ESPÍRITU.
Dios anhela tener comunión con nosotros (Sant 4:5, Cant 2:14). El desea que le mostremos nuestros rostro (que estemos con El) y que le hagamos oír nuestra voz (que hablemos con El).
Implica crear las condiciones necesarias para que nuestro espíritu pueda estar en comunión y comunicación constante con el Espíritu de Dios:
• Acción de gracias, alabanza y adoración (Sal 100:4, Jn 4:23).
• Oración y comunión (1 Tes 5:17, 1 Tim 2:8).
• Lectura y meditación de la Palabra (3 Jn 2, Sal 1.1-3).
• Participación con el Cuerpo (Hch 2:41-47, Heb 10:25).
Requiere también disciplinarnos con respecto a nuestros pensamientos y sentimientos. El crear las condiciones para ello implica disciplinar nuestros pensamientos, emociones y voluntad para obligarlos a ir en la dirección que Dios y nuestro espíritu quieren, y no en la dirección que la carne quiere (Mat 26:41, Rom 7:22-23, Rom 8:5-8, Sal 103:1-2, 103:22, 104:1, 104:35). A nuestra alma hay que ordenarle que recuerde todo lo que Dios ha hecho, está haciendo y ha prometido hacer por nosotros y los nuestros  para que surja agradecimiento y el agradecimiento nos provea material suficiente para dar gracias, alabar y adorar al Señor.



MAYORDOMÍA DEL ALMA (CONSCIENTE E INCONSCIENTE).
El centro de nuestra alma es el corazón. Cuidar el alma, entonces implica como tarea prioritaria, cuidar nuestro corazón (Prov 4:18, Prov 4:20-27).
El corazón es el centro de control de la vida.
Es el centro de control de nuestras motivaciones, actitudes, vida interior.
Allí es donde se toman las decisiones, donde se decide la manera en que viviremos y las conductas que desarrollaremos.
Allí es donde reside el poder de percepción, perspicacia y conciencia, que combinados con la razón, el pensamiento, el conocimiento, el entendimiento, la memora, los sentimientos, la voluntad y el juicio, determinan nuestras acciones.
Es donde se realiza la combinación de los procesos intelectuales, emocionales y volitivos de la persona, el centro de control de donde vienen los problemas del ser humano (Mat 15:11-20).



MAYORDOMÍA DEL CUERPO.
Se “cruza”, en algunos aspectos fundamentales, con la mayordomía del alma y del corazón, principalmente en lo relacionado con lo que sale y/o entra en nuestro corazón: lo que vemos (mayordomía de los ojos), lo que oímos (mayordomía de nuestros oídos), lo que pensamos (mayordomía de nuestro cerebro), lo que hablamos (mayordomía de la boca).
Implica también el cuidado del cuerpo, de nuestras manos, de nuestros pies, lo que comemos, las adicciones, el ejercicio y la sexualidad, entre otros temas.





MAYORDOMÍA DEL CORAZÓN Y DEL CARÁCTER.



MAYORDOMÍA DEL CORAZÓN.
El cuidado del corazón es fundamental porque nada hay tan engañoso como él (Jer 17:9-10).
El corazón es como una computadora: funciona de acuerdo a los programas que se han instalado en ella. Muchos de esos programas no fueron instalados en nuestro corazón conscientemente por nosotros mismos sino que lo hizo el mundo y la carne a través de nuestras experiencias de aprendizaje antes de conocer a Cristo.
Lo que se graba en el corazón, no se borra pero si podemos tomar la decisión de usarlo o no.
Entonces, la mayordomía del corazón significa no usar los programas negativos instalados en el corazón, lo que implica tener una supervisión constante de nuestros valores, criterios, prioridades, filosofías, etc., que determinan nuestras conductas y decisiones.
El cuidado del corazón implica (Prov 4:20-27) tanto cuidar lo que entra en el corazón como lo que sale de él.



EL CUIDADO DE LO QUE ENTRA EN EL CORAZÓN.
Cuidar lo que entra en el corazón: ojos, oídos y pensamientos.
Sal 101:3: no poner delante de nuestros ojos ninguna cosa injusta.
Sal 101:6: ponerlos sobre los fieles de la tierra (los que nos den buen ejemplo).
1 Tes 5:21: examinar todo (lo que vemos, oímos y pensamos), retener lo bueno y desechar lo malo.
Rom 12:2, Efe 4:22-24, 2 Cor 10.3-6: renovar nuestra mente, nuestro entendimiento, nuestros pensamientos; cambiar nuestra manera de pensar para que cambie nuestra manera de vivir.
3 Jn 2, Prov 1:1-3: meditar de día y de noche en la Palabra, tener en ella nuestra delicia. Entonces no solo estaremos cuidando nuestro corazón (tendremos vida) sino que todo nos saldrá bien (prosperaremos en todo) y tendremos salud. Muchas de las enfermedades que padecen los seres humanos son causadas por sus pensamientos (su alma) aunque se manifiesten en su cuerpo. Esas enfermedades llamadas psicosomáticas constituyen más del 75% de las enfermedades del cuerpo.
Fil 4:8: pensar en todo lo que es verdadero, honesto, justo, puro, amable, lo que tiene buen nombre, lo virtuoso, lo digno de alabanza, lo bueno,



EL CUIDADO DE LO QUE SALE DEL CORAZÓN.

Cuidar lo que sale del corazón: pensamientos, palabras y decisiones,
Prov 23:7: como somos lo que pensamos, necesitamos cuidar nuestros pensamientos, evaluarlos constantemente, no dejar que nuestra mente divague libremente y ordenarle que pensar. Conforme pensamos, así actuamos. Si pensamos lo malo, haremos lo malo. Si pensamos lo bueno, haremos lo bueno.
Rom 12:2: cambiar nuestras acciones implica cambiar nuestros pensamientos.

Cuidar y evaluar cuidadosamente nuestras palabras.
• Mat 15:11-20: nuestras palabras nos contaminan
• Prov 18:21: nuestras palabras crean vida o muerte.
• Sant 3.9-12: nuestras palabras crean bendición o maldición.
• Sant 3.1-9: nuestras palabras dirigen nuestras vidas.
• Mat 12:34-37: nuestras palabras nos justificarán o condenarán.
Animar, estimular, enseñar, dar crédito y reconocimiento, edificando, alabando, etc.
No solo cuidar el contenido sino también el objetivo. Principalmente al hablar la verdad cuando se trata de decir cosas a otra persona que no están bien en su vida necesitamos cuidar nuestras palabras para hablar la verdad en amor. La verdad dicha sin amor puede hacer mucho daño. Las verdades pueden ser dichas con la finalidad de herir, humillar o dañar a aquel que las recibe. La correcta mayordomía de nuestras palabras tiene que ver con el contenido de lo que hablamos, la motivación con la que lo hacemos y el impacto que puede causar en nuestros oyentes.
Cuidarnos de las mentiras, principalmente de las que parecen “inofensivas” o “piadosas”, y de las que se disfrazan como verdades “a medias” (no son verdades, son mentiras).

Cuidar y evaluar cuidadosamente nuestras decisiones porque ninguna de ellas es neutral. Su resultado final es para la gloria de Dios o para el beneficio del diablo.
Deut 30.19-20: producen vida o muerte, bendición o maldición.
Jos 24:14-15: que cada decisión sea un servicio a Dios y para Su gloria y honra, como para El (Col 3:22-24).
Mat 6:24, Luc 16:13: no podemos servir a dos amos.
Sant 4:4: amigo de Dios, enemigo del mundo (y viceversa).
Apo 3:16: frío o caliente.
Mat 7:13-14: estrecha o ancha la puerta, angosto o amplio el camino  vida o muerte.



EL DESARROLLO DEL CARÁCTER.
El objetivo de cuidar el corazón es en última instancia, que el carácter de Cristo sea formado en nosotros (Rom 8:28-39).
El propósito de Dios es que en cada uno de nosotros sea formado el carácter de Cristo: todas las circunstancias por las que pasamos en la vida tienen como fin ayudarnos a formar ese carácter. Por lo tanto, ante cada circunstancia de la vida necesitamos habituarnos a reaccionar como Cristo reaccionaba.
Fil 2:5: desarrollar en nosotros el mismo sentir que hubo en Cristo.
Mat 16:24, Mar 8:34, Luc 9:23: negarnos a nosotros mismos (nuestros propios deseos, pensamientos, sentimientos, decisiones) y tener el sentir de Cristo
Rom 8:13: hacer morir las obras y los deseos de la carne.



MAYORDOMÍA DEL CUERPO.



LA COMIDA.

La comida, en muchos pasajes de la Biblia, tiene usos de bendición.
La pascua hebrea (Exo 12:9): recordatorio de la liberación de Israel de Egipto.
El maná que comían los israelitas en el desierto: recordatorio del permanente cuidado y provisión de Dios para con Su Pueblo.
Exo 13: la comida de panes sin levadura en la pascua hebrea como recordatorio de que eran pueblo santo y apartado para Dios.
La cena del Señor: recordatorio de la muerte y resurrección de Cristo.
El compartir el pan en las casa como parte del compañerismo cristiano (Hch 2:41-47).

Pero también la actitud hacia la comida está relacionada con algunos serios problemas que nos muestra la Biblia.
Adan y Eva (Gen 3:6) y Esaú (Gen 25:29-35) fallaron en el propósito de Dios por medio de la comida (no la comida en sí misma, sino la actitud al respecto).
Rebeca y Jacob (Gen 27) usaron comida para engañar a Isaac y que bendijera a Jacob en lugar de a Esaú.
Exo 16: la comida fue motivo de murmuración de los israelitas en el desierto, camino a la tierra prometida.
Hch 6: la comida también fue motivo de murmuraciones en los principios de la Iglesia Cristiana en Jerusalén.

En la Palabra hay una serie de enseñanzas entre lo que se podía y no podía comer y la importancia de tener buenas actitudes, y principalmente, dominio propio, en cuanto a la comida:
Gen 9:4, Lev 7:26, Lev 17:14: prohíbe comer sangre.
Exo 22:31, Lev 22:8: no comer carne que las bestias hubieran destrozado en el campo.
Lev 7:23-24: prohíbe comer la grosura (“el gordo”, la grasa) de la carne.
Lev 11, Deut 14: determina de que animales se podía comer la carne y de cuales no.
Lev 19:23: recomienda no comer el fruto de los árboles frutales de los primeros tres años.

La glotonería.
Deut 21:30: la Palabra condena la glotonería y la borrachera.
Luc 21:34: Jesús nos advierte contra la glotonería.

Ser cuidadoso con lo que comemos delante de otros:
1 Cor 8:13, Rom 14:15, Rom 14.20,  si la comida puede ser una fuente de tropiezo para un hermano de la fe  abstenernos.
Rom 14.17  El Reino de Dios es más importante que la comida y la bebida.
Los objetivos de todas las ordenanzas relacionadas con la comida en la Palabra de Dios no son, de ninguna manera, quitarnos el gusto o privarnos de la comida, sino el ejercicio del dominio propio y el mantenimiento de la salud del cuerpo.

En consecuencia: lo que podemos sacar de conclusiones respecto a esas enseñanzas es:
Moderación al comer y beber (lo necesario, evitar los excesos).
Gen 1:28: Dios nos dio la autoridad para dominar las cosas (entre ellas la comida), no para que las cosas nos dominen.
Comer y beber sano, cosas que no nos vayan a dañar la salud, y mejor si son naturales.
Comer y beber de tal manera que no vayamos a ofender ni dañar la fe de nuestros hermanos en ella (“adonde fueres, haz lo que vieres”)
Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo y los recursos que utilicemos en compra excesiva de comida tampoco nos pertenecen:
Vamos a dar cuentas del cuidado y mantenimiento que le dimos a nuestro cuerpo y también de los recursos que Dios nos dio y que los utilizamos excesivamente en comida (pudieron tener usos más adecuados para gloria de Dios).
El Espíritu Santo está interesado en que conservemos nuestro cuerpo sano y en buen estado de tal manera que nos pueda enviar a otros como canal de bendición.



ADICCIONES.
1 Cor 6:12, 1 Cor 10:23, 1 Cor 10:31: todo nos es lícito pero no todo edifica; todo nos es lícito pero no todo nos conviene; todo nos es lícito pero sin que nos llegue a dominar; todo lo que hagamos que sea para la gloria de Dios.
Las adicciones nos controlan en lugar de que nuestra vida sea controlada por El, por ello son equivalentes a idolatría, brujería y hechicería.
Fuimos creados por Dios para controlar y dominar las cosas, no para que ellas nos dominen y controlen a nosotros (Gen 1:28). No nos edifican ni nos convienen de ninguna manera, sino más bien socavan nuestro carácter y afectan directa o indirectamente, a quienes están a nuestro alrededor, familia, trabajo, relaciones, etc.
Generalmente tienen costos elevados (materialismo, compras, drogas, alcohol, tabaco, lujos, comodidad, etc.) y deterioran la posición económica de la persona y de quienes dependen de ellos.
Los recursos que Dios nos provee son para usos que le den gloria a El, no para gastos innecesarios: vamos a dar cuenta del uso que les dimos.
En muchas ocasiones, para mantener las adicciones, las personas son inducidas al robo, hurto, engaño, etc., para agenciarse fondos, es decir, incitan a cometer pecados.
Generalmente producen un deterioro directo en la salud (drogas, alcohol, tabaco, medicinas, comida) y/o indirecto (temor, stress, ansiedad, angustia, etc.).
Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo y el Espíritu Santo está interesado en que lo conservemos sano y en buen estado de tal manera que nos pueda enviar a otros como canal de bendición.



EL EJERCICIO Y EL CUIDADO DEL CUERPO.
El cuerpo es para nosotros y no nosotros para el cuerpo: el cuerpo nos debe servir a nosotros y no nosotros al cuerpo por lo que no podemos dejar controlarnos por él (1 Cor 6:12)
1 Tim 4:8: el ejercicio físico es provechoso para darle mantenimiento al cuerpo, para mantenerlo en forma y en salud de tal manera que nos pueda servir para hacer la obra y cumplir el propósito para los cuales Dios nos ha llamado. Lo que no nos es provechoso es que por ejercitarnos corporalmente dejemos de lado el ejercitarnos para la vida piadosa, la vida de fe.
La presencia y manifestación de la gloria de Dios en nosotros y a través de nosotros provoca un “peso” sobre nuestro cuerpo (2 Cor 4:17) que se manifiesta en diversas formas como caer en el Espíritu, temblores, gozo, etc. Por ello, para los que servimos al Señor (que en última instancia somos todos los creyentes) necesario fortalecer nuestro cuerpo para que pueda soportar ese peso de gloria cada vez mejor y para ello es adecuado un cierto nivel de ejercicio y mantenimiento del cuerpo.
El cuidado del cuerpo es bueno en tanto no se convierta en una adicción y/u obsesión, que como ya vimos anteriormente, equivale a idolatría, hechicería, brujería, vanidad (Rom 1:21-25). En esa categoría cae el culto al cuerpo en muchas de las manifestaciones que vemos hoy en día relacionadas con la escultura del cuerpo, el consumo de drogas y/o medicinas relacionadas con el mejoramiento de la figura, la cirugía plástica no esencial, las dietas excesivas, bulimia, anorexia, etc.
El ejercicio físico y el cuidado del cuerpo necesitamos mantenerlo en los límites de tiempo (que no consuma más tiempo que el necesario y nos distraiga del tiempo dedicado al Señor) y en los límites de los recursos económicos (que no consuma más recursos que los necesarios y distraiga los que hubiéramos podido destinar con mejor uso para la gloria de Dios).
Así como vamos a dar cuenta del uso de nuestro cuerpo, también lo vamos a hacer respecto al uso del tiempo y del dinero y recursos económicos. Debemos mantener los tres en un equilibrio tal que todo redunde para la gloria de Dios.



LA SEXUALIDAD.
1 Cor 6:15-19: la sexualidad, a pesar de que se realiza con el cuerpo, alcanza las profundidades espirituales de nuestro ser de una manera superior a cualquier otra cosa que se haga con el cuerpo.
La relación sexual es algo más que una experiencia biológica ya que envuelve e implica en mayor o menor grado, una comunión vital que implica lo emocional y lo espiritual (Gen 2:24-25, 2 Cor 6:14): Cristo está unido al creyente por la comunión del Espíritu; Cristo “toma” el cuerpo del creyente como un templo; el creyente, con todo su ser involucrado, y ello incluye su cuerpo, se convierte en parte del Cuerpo de Cristo.

Por lo mismo, la relación sexual genuina, auténtica, que involucra no solo el acto biológico sino el compromiso de un hombre y una mujer de ser uno física, emocional y espiritualmente, es tremendamente estimulado y bendecido por Dios.
No negarnos el uno al otro, salvo por mutuo acuerdo y para dedicarnos a la oración (1 Cor 7:3-6) es una concesión, una sugerencia, una posibilidad, pero no un mandamiento (aunque represente una interrupción en la oración, si el cónyuge no está de acuerdo en evitar la relación, la dedicación a la oración del otro cónyuge no debería ser un pretexto para negarse).
Hermoso es el sexo sin mancilla, dentro de los límites de Dios, en el matrimonio: Heb 13:4.

El pecado sexual (fornicación, adulterio, homosexualidad, lesbianismo, inmoralidad sexual, etc.) tiene efectos de largo alcance, gran significación espiritual y repercusiones emocionales, físicas, relacionales y sociales.
No es un pecado solo contra el cuerpo y contra Dios, sino contra el Espíritu Santo que mora en el cuerpo.
La cuestión es tan delicada que los que viven en estos pecados no heredarán el Reino de Dios (1 Cor 6:9).

El ejercicio de la sexualidad también es una mayordomía que Dios nos ha entregado y de la cual vamos a dar cuentas delante de El: debemos utilizarla para Su Gloria (1 Cor 6:20).
Esa mayordomía implica varios aspectos:
• Lealtad, fidelidad (Mal 2.14-16) en todos los aspectos y todo el tiempo.
• El buen trato, el respeto, la honra (1 Ped 3:7).
• La relación física, emocional y espiritual con nuestra pareja (Gen 2:24-25, 2 Cor 6:14).
• La atención de sus necesidades físicas, emocionales y espirituales (1 Tim 5:8).
• El cuidado y utilización del cuerpo para satisfacer las necesidades del otro (1 Cor 7:3-4).



EL CUIDADO DE NUESTRAS MANOS.
No son para:
• El ocio, la pereza, la haraganería (Prov 6:10, Prov 21:25).
• Manifestar ira (1 Tim 2:8).
• Golpear, hacer malas señas (Prov 6:12-14), matar (Prov 6:17).
Son para :
• Alabar al Señor (Sal 28:2, Sal 47:1, 1 Tim 2:8).
• Ponerlas sobre los enfermos para que sanen (Mar 16.18).
• Bendecir (Hch 6:6).
• Ministrar el Espíritu Santo (Hch 8.18).
• Trabajar con voluntad (Sal 128:2, Prov 31:13).
• Alargarla al pobre y al menesteroso (Prov 31:20) para proveer sus necesidades.
• Mostrar amor: acariciar, abrazar, hacer cariño.



EL CUIDADO DE NUESTROS PIES.
No son para (Rom 3:15).
• Ir a lugares inconvenientes.
• Ni para manifestar ira, violencia, etc.
Son para:
• Llevar buenas noticias (Isa 52:7, Mat 28:18-20, Mar 16:15-18, Efe 6:15).
• Ir a visitar para bendecir personas (Prov 25:17, Mar 16:15-18).




MAYORDOMÍA DEL MATRIMONIO.



MAYORDOMÍA DE NUESTRO CÓNYUGE.
Nuestra pareja, independientemente de las circunstancias y sus características, es un regalo de Dios para nuestra formación y bendición, si en nuestro matrimonio procedemos de acuerdo con lo que dice la Palabra de Dios (Gen 2:18, Prov 18:22).
El matrimonio, para ejercer una buena mayordomía de él, necesitamos a Dios en el centro mismo del matrimonio (Jn 15:4-5, 1 Jn 4:7-8, Ecle 4:12).
La buena mayordomía en el matrimonio implica:
Primero. Compromiso con Dios y con su Palabra (Efe 5:21).
Segundo. Compromiso con la unidad y ayuda mutua, formar un equipo para todas las cosas de la vida (Gen 2:23-24, Ecle 4:9-12).
Tercero. Compromiso con el cuidado integral del cónyuge (1 Tes 5:23, Fil 4:19) y con la atención de sus necesidades básicas en todos los órdenes de la vida (1 Tim 5:8, Prov 31:13-14) y entre ellas, de sus necesidades sexuales (1 Cor 7:5).
Cuarto. Buen trato y respeto (1 Ped 3:7, Prov 21.19).
Quinto. Compromiso con el cuidado del corazón propio y del cónyuge (Prov 31:11, Prov 4:23, Heb 12:14-15).
Sexto. Compromiso con la sabiduría y el buen consejo en todo momento, que ellas prevalezcan en todo el desarrollo de la relación (1 Ped 3:7, Prov 31:26).



EFE 5:21-31.

La Palabra, independientemente de que seamos hombres o mujeres nos indica la necesidad de someternos unos a otros en el temor a Dios, y ello no excluye el matrimonio. Para tener un matrimonio exitoso, satisfactorio y ejercer una buena mayordomía de él, lo primero que necesitamos es estar sometidos a Cristo. La sumisión (como el amor) requiere darse en una doble vía. La sumisión mutua debe ser en el temor de Dios: en obediencia y de acuerdo a los principios de la Palabra de Dios (Rom 13:1-7).

Esposo y esposa han sido dotados por Dios de autoridad. La autoridad no es una concesión ni un derecho, es una responsabilidad que Dios nos asigna. La falta de reconocimiento y oposición a la autoridad del esposo o de la esposa se constituye en oposición a Dios y acarrea para sí mismo condenación.

La sumisión tiene una contrapartida que es el servicio: el que se sujeta recibe a cambio protección y servicio. En el matrimonio, el servicio y la protección deben ser mutuas.

La sumisión implica respeto y honra por lo que las parejas necesitan aprender a respetarse y honrarse mutuamente.

El marido es cabeza de la mujer así como Cristo es cabeza de la iglesia.
• Primero en autoridad.
• Primero en amor (Jn 3:16): amarlas como Cristo amó a la iglesia y como a si mismos.
• Primero en servicio (Mat 10:42-45): entregarse a y dar sus vidas por ellas, servirlas.
• Primero en cuidarla: sustentarlas y cuidarlas como Cristo a la iglesia.
• Primero en relación (Gen 2:24).



1 COR 13:1-8.
La esencia el matrimonio es el amor y Dios es amor, lo que implica llevar nuestro matrimonio como para Dios (Col 3:22-24).
Podemos ser responsables con la iglesia, el trabajo, la provisión económica, pero sin amor en el matrimonio, para con la pareja ello no sirve de nada (solo es mejor que nada).
El potencial de amar a nuestro cónyuge ya está en nosotros, la imagen de Dios (Dios es amor) y las características de ese potencial son:
• Sufrido: que aguanta, paciente, tardo en responder.
• Benigno: mostrarse uno mismo útil, ser útil.
• No tiene envidia: no es celoso, no se mueve por envidia.
• No es jactancioso: no es fanfarrón, no hace alarde de sí mismo.
• No es envanecido: no se eleva por encima del otro, no se hace más que el otro.
• No hace nada indebido: no hace nada que el otro considere malo, negativo, en su contra.
• No busca lo suyo: no demanda, no hace cosas por maquinación (dar para obtener).
• No se irrita: no se violenta, no ataca, no hace daño, no insulta, no menosprecia.
• No guarda rencor: es perdonador, no es indigno, no es injurioso, no es depravado.
• No se goza de la injusticia: no maquina ni se se alegra de lo malo ni del mal del otro.
• Se gozo de la verdad: se gozo con el bien del otro.
• Todo lo sufre: cubre con silencio multitud de faltas.
• Todo lo cree: tiene fe en la otra persona, le da crédito, confía en ella.
• Cree lo mejor de la otra persona, piensa todo lo bueno del otro (Fil 4:8).
• Todo lo espera: no pierde la fe ni la esperanza, permanece, no se desespera.
• Todo lo soporta: persevera, permanece, sostiene, se queda.
• Nunca deja de ser: ni siquiera en algún tiempo, nunca jamás decae, sacado de curso.




MAYORDOMÍA DE LOS HIJOS E HIJAS.



MAYORDOMÍA DE LOS HIJOS (SAL 127).
El padre o madre en esa familia somos nosotros, no otra persona. Nosotros somos los llamados a edificar, afirmar, establecer y administrar a nuestros hijos, no la tele, no la escuela, no los maestros, no la iglesia.
Nadie más puede ser el padre o madre de esos hijos e hijas. No estamos llamados a ser amigos de nuestros hijos sino solo padres. Amigos pueden conseguir muchos, pero padres solo nosotros.
Nuestra responsabilidad es dedicarles el mayor tiempo posible para dirigirlos al éxito delante de Dios para lo cual debemos proveer a nuestros hijos (Sal 23)
• Nuestro hijos son seres integrales (1 Tes 5:23) con necesidades en todas las áreas.
• Cuidado espiritual (pastoreo, enseñanza, dirección).
• Cuidado emocional (sanidad, restauración y renovación del alma).
• Provisión (no solo económica sino espiritual y emocional también).
• Amor (1 Cor 1:13).


Sal 127:1-5.
“Si Jehová no edificare”: si los cimientos no están puestos sobre el Señor, si El no es la roca.
“La casa”: la familia, los hijos, el linaje.
“En vano”: desolar, destructivo, ruina, idolatría, inutilidad, destrucción, calamidad, falso, engañonos, ilusorio.
“Si Jehová no guardare”: proteger, cuidar, atesorar, preservar.
“Por demás es que os levantéis”: trabajar, esforzarse, hacer, ejecutar, mantener.
“He aquí”: miren bien.
“Herencia”: la doble calidad de propiedad y heredado como reliquia de familia, patrimonio, bienes, posesión.
“Cosa de estima”: salario, sueldo, compensación, beneficio, galardón, recompensa.
“Como saetas”: flechas.
“En mano”: poder, medios, dirección, cuidado.
“Del valiente”: esforzado, guerrero, valeroso.
“Así son los hijos habidos en la juventud”: en una buena medida nosotros somos los responsables de dirigir sus destinos.
“Bienaventurado el hombre que llenó su aljaba” (estuche de las flechas) “de ellos” (de hijos edificados sobre el fundamento de Cristo).



EFE 6:4.
Ira: encolerizarse, enfurecerse.
Criarlos: llevarlos a madurez, acariciar, entrenar, sustentar.
Disciplina: tutoría, educación, entrenamiento, instrucción, corrección disciplinaria.
Amonestación: llamar la atención, reprensión suave, advertencia.
Del Señor: supremacía en autoridad.
• El Señor es la autoridad de los padres.
• El Señor es la autoridad de los hijos e hijas también.
Los padres somos los responsables de llevar a madurez, entrenar, formar, educar y corregir a nuestros hijos e hijas pero no de acuerdo a nuestros propios criterios sino de acuerdo a los principios y la autoridad de Dios. Cuando lo hacemos de esa manera los hijos no van a ser provocados a ira (en el otro caso, si).



EL INGREDIENTE FUNDAMENTAL EN LA PATERNIDAD Y LA MATERNIDAD: EL AMOR (1 COR 13:1-8).
La esencia de la familia es el amor, es decir, desarrollar nuestras familias como para Dios (Col 3:22-24). Podemos ser responsables con la iglesia, el trabajo, la provisión económica, pero sin amor en la familia, con los hijos e hijas, ello no sirve de nada (solo es mejor que nada).
El potencial para amarles ya está en nosotros por ser la imagen de Dios y Dios es amor. Lo que necesitamos es desarrollar a la máxima expresión posible ese potencial, cuyas características se corresponden a la descripción del amor en 1 Cor 13:4-8:
• Sufrido: que aguanta, paciente, tardo en responder.
• Ejerce dominio propio cuando las cosas no son como quisiera.
• Benigno: mostrarse uno mismo útil, ser útil, los sirve, no se sirve de ellos.
• Es un trampolín para lanzar a sus hijos a la vida con los mejores apoyos posibles.
• No tiene envidia: no es celoso, no se mueve por envidia, promueve a los hijos.
• No es jactancioso: no es fanfarrón, no hace alarde de sí mismo.
• No busca reconocimiento de los hijos ni se hace a sí mismo superior a ellos.
• No se enseñorea ni se aprovecha de su posición paterna de ninguna manera.
• No es envanecido: no se eleva por encima de los hijos ni se hace más que ellos.
• No hace nada indebido: no hace nada que los hijos consideren malo, negativo, contrario.
• No busca lo suyo: no demanda, no hace cosas por maquinación (dar para obtener).
• No se irrita: no se violenta, no ataca, no hace daño, no insulta, no menosprecia.
• No actúa iracundamente.
• No guarda rencor: es perdonador, no es indigno, no es injurioso, no es depravado.
• No se goza de la injusticia: no maquina ni se alegra de lo malo ni del mal de los hijos.
• No es maldecidor, sino bendecidor.
• Se gozo de la verdad: se gozo con el bien de los hijos.
• Todo lo sufre: cubre con silencio multitud de faltas.
• Todo lo cree: tiene fe en sus hijos, les da crédito, confía en ellos.
• Cree lo mejor de sus hijos, piensa lo bueno de ellos y para ellos (Fil 4:8).
• No deja de creer en ellos aún en medio de sus más grandes errores y fracasos.
• Es un animador, un apoyador, un levantador.
• Todo lo espera: no pierde la fe ni la esperanza, permanece, no se desespera.
• Todo lo soporta: persevera, permanece, sostiene, se queda.
• Nunca deja de ser: ni siquiera en algún tiempo, jamás decae ni es sacado de curso.




MAYORDOMÍA DE LAS RELACIONES.
Gen 1:26-28: todos los seres humanos fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios y por el nuevo nacimiento (2 Cor 5:17) todos los creyentes fuimos hechos nuevas criaturas con el potencial de la plena restauración de esa imagen y semejanza.
Dios es un Dios relacional (Padre, Hijo y Espíritu Santo) y que nos hizo a nosotros para tener comunión con El (Sant 4:5).
Dios es amor y nosotros, por ser engendrados de Su simiente incorruptible (1 Ped 1:23), tener la naturaleza divina (2 Ped 1:4) y haber recibido en nuestros corazones el derramamiento del amor de Dios (Rom 5:5), tenemos la capacidad natural de amarle tanto a El como a nuestro prójimo (Mat 22:36-40).



EL PRINCIPIO FUNDAMENTAL DE LAS RELACIONES (MAT 7.12).
No hacer con los demás lo que no quisiéramos que nos hicieran a nosotros.
Hacer con los demás lo que quisiéramos que hicieran con nosotros.
Sembrar lo que quisiéramos cosechar.
No todo ni siempre en las relaciones va a ser agradable, fácil, placentero, emocionante, etc., pero siempre va a ser bueno porque todas las cosas obran para nuestro bien (Rom 8:28-30).
Los planes de Dios para con nosotros (y eso incluye las relaciones con los demás) son planes de bien, para que tengamos un futuro y una esperanza (Jer 29.11) y la vida del justo (las relaciones con las personas a nuestro alrededor, incluidas) en el plan de Dios siempre va en aumento (Prov 4:18).
Para ir adelante, hacia el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo con respecto a nuestras relaciones con los demás necesitamos considerar ocho ingredientes:
• Visión (lo que Dios quiere de nuestras relaciones).
• Entendimiento (de los principios de la Palabra de Dios).
• Respeto y honra (a pesar de nuestras diferencias).
• Confianza (creer en las otras personas).
• Compromiso (servicio).
• Perdón.
• Amor.



LA ESENCIA DE LAS RELACIONES: EL AMOR (1 COR 13:1-8).
En nuestras relaciones con los demás, obviamente con las diferencias de intensidad y cercanía naturales a esas posiciones, aplican los mismos principios que ya vimos en relación con el amor hacia nuestro cónyuge y hacia nuestros hijos (ver las descripciones correspondientes en los temas 9 y 10 anteriores).
Otros principios aplicables son:
• Estimarlos como superiores a nosotros mismos (Fil 2.3).
• Soportarlos, perdonarlos (Efe 4:2, Col 3:13).
• Ver por sus intereses y necesidades como por las nuestras (Fil 2:4).
• No tener mayor concepto de nosotros que el que debemos, sin orgullo (Fil 2:3).




MAYORDOMÍA DEL TRABAJO, LAS CAPACIDADES Y LAS HABILIDADES.



EL SIGNIFICADO BÍBLICO DEL TRABAJO.
Antes de establecer ministerios, antes de establecer la Iglesia, antes de cualquier otra cosa, incluso de crear a la mujer, Dios instituyó el trabajo dándole al varón las instrucciones básicas para ello (Gen 2.15).
• El trabajo no lo hizo Dios como castigo. Es para nuestra bendición (Gen 1:31).
• Resultado de la caída, se complicó pero no por ello dejo de ser mandato y bendición.
El trabajo es el primer ministerio (servicio) del ser humano, tanto para varones como para mujeres (Gen 1:26-28).
• Servimos a Dios administrando Su Creación.
• Servimos a nuestros semejantes produciendo frutos que ellos necesitan.
• Servimos a nuestras familias proveyendo los recursos necesarios para sus necesidades.
• Nos servimos a nosotros mismos.
Los resultados del trabajo deben ser (Gen 1:28): producir fruto, productividad, llenar las necesidades, establecer el control sobre las cosas y las circunstancias, y administrar las cosas y las circunstancias.
• Ello implica desarrollar nuestras habilidades constantemente (Prov 4:18).
• Somos responsables delante de Dios del mejor uso de nuestras habilidades.
El trabajo debe ser en equipo (Gen 1:27-28, Gen 2.18).



MAYORDOMÍA DEL TRABAJO, DE LAS CAPACIDADES, DE LAS HABILIDADES.
Hacer nuestro trabajo para el Señor, no para el jefe o por lo que nos paguen (Efe 6:5-9, Col 3:22-25)
Obediencia a nuestros superiores, sujeción; sin rebelión (Rom 13:1-2).
Respeto a nuestros semejantes y subordinados (Mat 7:12)
Sirviendo al Señor y no a los hombres.
Sirviendo con buena voluntad.
Corazón sincero, temiendo a Dios.
No hacer las cosas para agradar a los hombres, sino de corazón, para el Señor.
Actitud de siervos: dar más de lo que esperan de nosotros, caminar la milla extra (Mar 10:42-45, Mat 5:41).
Enseñar a otros a desarrollar sus habilidades y capacidades (Mat 28.18-20).
Preparar sucesores (Exo 17, Jn 14:12).



MAYORDOMÍA DEL TIEMPO.



MAYORDOMÍA DEL TIEMPO.
El tiempo es el único recurso que no se puede reponer.
Lo perdemos, no lo volvemos a recuperar (Ecle 3:1-11).
Por ello Dios desea que utilicemos el tiempo de una manera sabia conforme a Su voluntad (Efe 5:16-17, Col 4:5, Sant 4:13-14, Sal 90:12, Mar 13:33-37).



EL TIEMPO ES VIDA.
En nuestras expresiones deberíamos sustituír la palabra “tiempo” por la palabra “vida”, porque realmente esa es la verdad.
El tiempo y la vida son sinónimos. El uso que hacemos del tiempo es el que hacemos de nuestra vida. La manera y las cosas en las cuales invertimos nuestro tiempo son en las que invertimos nuestra vida.
El tiempo también es de Dios.
• El nos lo ha concedido y por tanto, nuestro tiempo le pertenece.
• El Señor espera una buena mayordomía de un bien tan preciado, escaso y no renovable.
El tiempo es un recurso no renovable.
Por lo general no tenemos conciencia del tiempo.
La propia naturaleza del tiempo hace necesaria su administración y correcto aprovechamiento debido a los siguientes factores:
• No puede ser detenido.
• No puede ser acumulado.
• No puede ser estirado.



LA BUENA MAYORDOMÍA DEL TIEMPO.
Implica usarlo en aquellas cosas que Dios espera que hagamos.
Para ello es básico y necesario comprender cual es Su voluntad.
El tiempo que Dios nos da no solo es para nuestros asuntos. Implica también dedicarlo a Sus asuntos (Hch 17:26-27). Dios espera que nosotros le dediquemos tiempo:
• Para desarrollar nuestra relación, amistad e intimidad con El.
• Para la extensión de Su Reino.
• Para las necesidades de los otros.



LA CLAVE PARA LA MAYORDOMÍA DEL TIEMPO: OBJETIVOS CLAROS.
Sin objetivos claros para el uso del tiempo no podemos tener una buena mayordomía.
El usar sabiamente el tiempo consiste en escoger a que actividades lo vamos a dedicar.
Como hijos de Dios, somos responsables de administrar nuestra vida entera de manera correcta, de forma tal que glorifique a Dios (Rom 14:7-9).
Las prioridades (objetivos) en el uso del tiempo (tiempo de calidad) deberían ser, de acuerdo con la Palabra (Mat 22:36-40):
• Relación con Dios.
• Relación con nuestro cónyuge (solteros, padres).
• Relación con nuestros hijos e hijas (solteros, hermanos).
• Relación con los demás.
• Trabajo.
• Iglesia.
• Nación.



NUESTRO TIEMPO CON DIOS.
Como hijos de Dios ¿vivimos realmente para Él?
• Tiempo para orar (comunión y relación con El).
• Leer, escuchar y meditar Su Palabra.
• Congregarse.
• Evangelización y discipulado.
• Servicio.
• Descanso.



DESCANSO.
La mayordomía del tiempo implica también la mayordomía del descanso (no solo del trabajo y del servicio)
Dios creó el universo en 6 días, y el séptimo descansó.
Nos mandó dedicar un día al reposo, este fue el día séptimo (Exo 20:8-11, Mar 2:23-28),
Dios cuida de nosotros de tal manera que nos manda a tomar un día de reposo.


MAYORDOMÍA LOS BIENES Y LAS RIQUEZAS.



Una buena mayordomía de nuestras posesiones debe incluir los siguientes aspectos:
• Entender la propiedad y el origen de nuestras posesiones.
• Nuestro trabajo nos proporciona unos ingresos.
• Estos ingresos nos permiten el disfrute de bienes y posesiones.
• Pero ya sea el dinero o los bienes y posesiones, todos proceden de Dios.
• A El pertenecen (Hag 2:8: El es el dueño de todo el oro y la plata)
• Rom 11:36: todo es de El, por El y para El.
• El es quién permite que esas cosas vengan a nosotros.
• Sal 23.1: El es nuestro proveedor.
• Esas cosas son para que las disfrutemos (1 Tim 6:17).
Ello implica:
• Que no seamos altivos (no nos creamos porque tenemos muchas cosas).
• Que no pongamos nuestra esperanza en las riquezas (eso es idolatría).
• Nuestra única esperanza debe estar en Dios.
• Un uso responsable de las cosas y el dinero; solo las tenemos en préstamo.
• Somos usuarios, no propietarios, y vamos a dar cuentas de lo que hagamos con ellas.
• La parábola de los talentos, Mat 25:14-31.
• Entender que Dios espera que hagamos un uso correcto de las posesiones.
Dios nos proporciona el dinero, los bienes y las riquezas para:
• En primer lugar, cubrir nuestras necesidades (Fil 4:13).
• En segundo lugar, para satisfacer las necesidades de Su obra (provisión).
• En tercer lugar, para satisfacer las necesidades de otros (2 Cor 8:14).
Tener una perspectiva correcta de las posesiones.
• Los bienes materiales no son un fin en sí mismos.
• Son solamente un medio que Dios nos ha dado para suplir necesidades.
• Luc 12:13-21 y Mar 10.17-31: el error del rico insensato y el joven rico.
Los creyentes debemos cuidar nuestra actitud respecto a estas cosas porque vivimos en medio de una sociedad consumista que ha convertido las riquezas, la comodidad, los bienes, el dinero, las cosas, en ídolos.
Día y noche estamos expuestos a estímulos por poseer nuevas cosas o para disfrutar nuevas experiencias que buscan convertir deseos en necesidades y que dificultan nuestra correcta mayordomía de todo aquello que Dios nos ha dado.
La garantía de la contínua provisión para nuestras necesidades no es ni la posesión ni la acumulación sino la administración y el uso eficiente de los recursos que Dios nos da para los propósitos que Dios les ha determinado: hacer tesoros en el cielo donde los ladrones no minan ni el orín corrompe (Mat 6:19-21, 6:24).



MAYORDOMÍA DEL DINERO.



No implica solo diezmar y ofrendar. Eso es lo básico, lo primario. Implica que es lo que hacemos con el resto (Mat 6:19-21): ser sobrios (1 Tes 5:6, 8; Tit 2:2; 1 Ped 1:13, 1 Ped 4:7, 1 Ped 5:8).
Implica también nuestra actitud hacia el dinero y las cosas materiales (1 Tim 6:10: amor al dinero / Mat 6:25-31).
El uso del dinero constituye una pequeña parte de la mayordomía pero indica mucho acerca de nuestra condición espiritual  Mat 6:24, 1 Tim 6:10.
Si amamos (permitimos que nos controle, nos dirija, determine nuestras decisiones, absorba nuestros pensamientos, etc.) el dinero: estamos haciendo un ídolo del dinero.
Todo ídolo interfiere significativamente en nuestra comunión con Dios.
Si a Dios le entregamos y ponemos bajo Su control, voluntad y dirección el área del dinero, probablemente le entregaremos todos los demás aspectos de nuestra vida.
Si, por el contrario, no somos capaces de rendir esta área a Su control, tampoco le vamos a entregar otros aspectos de nuestra vida.
Todo lo que somos y poseemos pertenece a Dios, y en ello está incluido el dinero.



ALGUNOS ASPECTOS IMPORTANTES DE LA MAYORDOMÍA DEL DINERO:
La importancia de dar para el sostenimiento de la obra de Dios. Esto implica personas y actividades. Desde antes del establecimiento de la ley mosaica (Gen 14:20), el diezmo era reservado para este uso, como una muestra práctica de mayordomía, y Jesús declaró estar de acuerdo con está práctica, tal como lo expresó en Mat 23:23.
Tener una perspectiva correcta del dinero. Significa que el dinero no es un fin en sí mismo, sino un simple medio que Dios nos da para suplir nuestras necesidades y las de otros.
Tener un sentido amplio del uso del dinero. Entender que la mayordomía no sólo consiste en ofrendar una parte de los recursos que Dios nos permite generar, sino que implica tener la actitud correcta en el gasto y administración de aquella parte que no ofrendamos y que retenemos para nuestro uso. Esto significa que la mayordomía del dinero no acaba con dar el diezmo y las ofrendas para la obra del Señor, sino que también implica la manera en que gastamos el restante.



EL DIEZMO, ANTIGUO TESTAMENTO.
Gen 2.17: cuando Dios puso a Adán en el huerto del Edén se reservó para sí los frutos del árbol del conocimiento del bien y del mal, lo que implica un antecedente directo del diezmo. Le advirtió a Adán que si comía de esos frutos ciertamente moriría.
Gen 4:1:5: Caín trajo una ofrenda a Dios del fruto de la tierra en tanto que Abel trajo de las primicias de sus ovejas, lo más gordo de ellas (lo mejor). Dios se agradó de la ofrenda de Abel pero no la de Caín: el principio de que lo primero y lo mejor de nuestros frutos es para el Señor (Prov 3:9).
Antes del tiempo de Moisés, Abraham dio los diezmos a Melquisedec (Gen 14:17-20).
Jacob (que también vivió antes de Moisés) ofreció a Dios los diezmos de todo (Gen 28:20-22).
Deut 14:22: después del Exodo de Egipto, el diezmo se instituyó como ley para Israel.
Mal 3:8-10: existe una relación muy sólida entre el dar los diezmos al Señor y el bienestar en todas las áreas de la vida de las personas y la nación. Viceversa, también hay una relación muy sólida entre el malestar y la maldición en todas las áreas de la vida de las personas y la nación y la falta de dar los diezmos al Señor.



EL DIEZMO, NUEVO TESTAMENTO.
Jesús confirmó la ley del diezmo (Mat 23:23).
Jesús no vino para abrogar (anular) la ley sino a cumplirla (Mat 5:17).
Jesús dijo claramente que ninguna tilde ni ninguna jota serán quitadas de la ley hasta que todo se haya cumplido, es decir, la ley sigue vigente como norma de conducta para los creyentes, aunque el método de salvación de la ley cambió por el método de la gracia (Mat 5:18).
Jesús no solo no elimina los principios de la ley, sino nos dice que nuestra justicia debe ir más allá de esos principios (Mat 5:21-48), y entonces, en lo que concierne al diezmo, el nuestro debería ir más allá del diez por ciento.
El escritor de la Epístola a los Hebreos confirma el diezmo. Heb 7:8: no dice: “recibían los diezmos” sino dice “reciben los diezmos”. Al momento de escribirse esta epístola, ya la iglesia tenía muchos años de existir pero los diezmos seguían siendo recibidos, por lo que, la práctica de la iglesia “primitiva” nos dice que los diezmos si son parte de la vida de la iglesia.



LAS OFRENDAS.
Tipos de ofrendas.
• Para nuestros padres (Mat 7:9-13).
• Para los necesitados (Hch 4:34-35).
• Para los que sirven al Señor (Mat 10:9-10, 1 Cor 13:14).
• Especiales, con un fin específico (Exo 35:20-29, 1 Cro 29:11-17).
Principios de las ofrendas.
• Con regularidad (1 Cor 16:2).
• Son responsabilidad de todos (1 Cor 16:2).
• Proporcionales (2 Cor 8:1-4).
• Por fe (Fil 4:10-19).
• Con generosidad (2 Cor 9:6).
• Con alegría (2 Cor 9:7).



ALGUNOS BENEFICIOS DEL DAR.
• Dios hará memoria de nuestras ofrendas (Sal 20.1-3, Heb 10:3-4).
• Ensancha nuestro camino y nos lleva delante de los grandes (Prov 18:16).
• Darle al pobre nos aparta de la pobreza (Prov 28:27).
• Cuando damos, recibimos (Luc 6:38).
• Somos bienaventurados al dar (Hch 20:35).
• Si somos fieles en nuestro dar, El nos pondrá sobre lo mucho (Luc 16:10).



MAYORDOMÍA DE LOS DONES Y EL MINISTERIO.

LOS DONES.
Son dádivas, regalos, obsequios, cualidades, sobrenaturales (no son obtenidos mediante el ejercicio y/o desarrollo del aprendizaje, vienen directamente dados del cielo, aunque si hay que ejercitarlos para que alcancen un mayor grado de desarrollo).
Gracia especial que se tiene para hacer una cosa.
• Para provecho (fe, servicio, propósito).
• Para bendecir a otros (Gen 12:2-3), buscando oportunidades de bendecirles siempre.
• No ignorarlos (1 Cor 12:1), conocerlos y desarrollar los que nos correspondan.
• Ayudar a otros a desarrollar sus dones (creando oportunidades para que los ejerzan).
• Honrarlos, apreciarlos, valorarlos (1 Cor 12:24).
• Aceptar su diversidad (1 Cor 12:11).
• Necesitarlos (1 Cor 12:21).
• Sin desavenencias, sin conflictos (1 Cor 12:25).
• Procurarlos (1 Cor 12:31, 1 Cor 14:1).
• Su operación, para ser efectiva debe ser motivada por el amor (1 Cor 13:1-3, 14:1).
• Para edificar (1 Cor 14:5, 1 Cor 14:12, 1 Cor 14.26), exhortar, consolar, ayudar.
• Anhelarlos (1 Cor 14:12).
• Decentemente y en orden (1 Cor 14:40).
• Todos los dones para manifestarse requieren fe (Heb 11;1, Heb 11:3, Heb 11:6).



FORMAN PARTE DEL EQUIPAMIENTO PARA SER PARTE DEL CUERPO DE CRISTO.
Todos los creyentes somos parte del Cuerpo.
En un cuerpo humano cada órgano o parte tiene una función específica que requieren los demás órganos o partes del cuerpo.
Cada parte del Cuerpo sirve a los demás y recibe el servicio de los demás.
Tres tipos de dones, manifestaciones y/o operaciones:
• Los dones motivacionales (Rom 12:6-8).
• Los dones del Espíritu Santo (1 Cor 12:7-10).
• Los oficios ministeriales (Efe 4:11).
Los oficios tienen como función primordial equipar a los demás miembros del cuerpo para que encuentren su propósito, lugar y función en él de acuerdo con las cualidades (dones) con las que El los ha dotado y los desarrollen al mayor nivel de efectividad y responsabilidad posible para la gloria de Dios en el cumplimiento de una buena mayordomía de ellos.
• Creer en los demás, facilitarles una plataforma de lanzamiento (2 Tim 2:2, Jn 14:12).
• Sin divisiones, sin enseñorearnos de las ovejas, dando lugar a los demás dones.
• Permitiéndoles crecer.
• Con amor (1 Cor 12:1-31).
• Respetando los dones de los demás y valorándolos como esenciales para nosotros.
• Trabajando en equipo (Gen 2.18, Ecle 4:9-12) y en unidad.
• Para la gloria de Dios (Col 3:22-24).





MAYORDOMÍA DEL MEDIO AMBIENTE.



MAYORDOMÍA Y ECOLOGÍA.
El cuidado del medio ambiente y del equilibrio ecológico debería ser una prioridad en la vida de los creyentes, porque el ser humano, en sus orígenes y como primer mandato de Dios para él, fue diseñado para cuidar y labrar la tierra (Gen 2.15).
Como resultado de su desobediencia a Dios y la caída, la tierra fue dañada junto con el equilibrio ecológico (Gen 3), pero a pesar de ello, el mandato de cuidar la tierra y labrarla siguió vigente.
Deut 11:16-21 claramente nos instruye de cuidar la tierra para mantenerla y para que se multipliquen nuestros días y los de nuestros hijos.
La crisis ambiental y ecológica de la cual en la actualidad se hace mucho énfasis y análisis en los medios de comunicación y en las políticas internacionales y gubernamentales (el calentamiento global, la desertificación de grandes extensiones de la tierra, el agotamiento de muchos de los recursos naturales por una sobreexplotación de los mismos, el desaparecimiento de especies animales y vegetales, etc.), nos hace ver, de una manera muy evidente, la necesidad de retomar una mayordomía humana de la tierra (Gen 1:26-27, Gen 2.15) y es un testimonio de la sabiduría de Dios que la instruyó muchísimo antes de que lo ambiental entrara en su crisis actual.
El liderazgo en esa buena mayordomía de la tierra debería ser de los cristianos, no de los no creyentes (nueva era y similares) porque la Biblia también nos enseña que “el hombre que es de la tierra (carnal, humanista, no creyente) hace violencia en ella” (Sal. 10.18).
Los profetas, especialmente Jeremías, denunciaron a Israel por no cumplir su parte en el cuidado de la tierra.
La buena mayordomía de la tierra y de las cosas de la tierra (plantas, animales y minerales) tiene componentes que, por la situación actual, son más urgentes que otros por el nivel de crisis que ya han alcanzado, aunque todos son importantes porque forman parte de un equilibrio global que si se altera en una de sus partes, se altera en su totalidad. Esos componentes urgentes son, en este momento:
• La mayordomía del agua.
• La mayordomía del aire.
• La mayordomía de los recursos naturales.
• La mayordomía de la basura.



LA MAYORDOMÍA DEL AGUA.
El incremento de la población, la desforestación y desertificación de la superficie terrestre y el uso desordenado del agua han provocado que este recurso esté escaseando.
Aún cuando la desalinización del agua del mar puede ser una solución a mediano plazo, en estos momentos, la disponibilidad de agua para el consumo humano y animal está escaseando.
Ello requiere, al nivel personal, el compromiso con un uso responsable del agua de acuerdo con estas prioridades:
• Primero. El consumo humano.
• Segundo. El consumo animal.
• Tercero. La producción de alimentos (riego).
• Cuarto. La limpieza con un uso moderado y responsable.
• Quinto. Otros usos responsables y moderados.
Adicionalmente, a niveles comunitarios, nacionales e internaciones, es necesario impulsar las medidas que tiendan a disminuir el calentamiento global (la producción de gases contaminantes como el CO2) y la desforestación.



LA MAYORDOMÍA DEL AIRE.
El aire es un elemento esencial a la vida así como el agua.
La contaminación del aire por efecto de los gases emanados de los vehículos, las plantas industriales, los incendios controlados e incontrolados, principalmente los forestales, etc., provocan varios efectos importantes, entre ellos:
Primero. La disminución de la capa de ozono que cubre la superficie terrestre y que constituye una protección contra el efecto dañino de la intensidad de los rayos del sol en la piel humana y el incremento del calor por el efecto de estos.
Segundo. El enrarecimiento del aire que respiramos y que provoca enfermedades de las vías respiratorias.
Tercero. La lluvia ácida, es decir, la lluvia que trae consigo el incremento de sustancias químicas dañinas al organismo y que se agregan al agua.
Cuarto. La superficie terrestre se cubre de una capa de mayor densidad que el aire, que impide que el calor provocado por los rayos del sol se retire de la superficie, provocando un efecto “invernadero” que contribuye al incremento de la temperatura en toda la superficie terrestre.
Quinto. Ese calentamiento global produce la desertificación de grandes extensiones de la superficie del globo con una consiguiente disminución de cultivos, muchos de los cuales son esenciales para el sostenimiento de la vida humana, principalmente los relacionados con la agricultura de subsistencia de los sectores más vulnerables de la población.
Sexto. El calentamiento de los mares y la atmósfera, que son responsables de modificaciones en los vientos (huracanes, ciclones, etc.), con su cuota de destrucción de vidas y bienes.
Por ello se hace necesario que a nivel personal asumamos una actitud responsable de cuidar la calidad de aire, entre ellas, sembrando plantas en la medida que sea posible, evitando el uso de productos que expelen sustancias contaminantes del ambiente y/o destructoras de la capa de ozono, y una actitud responsable en la conservación y mantenimiento de los vehículos y la energía que utilizamos, para evitar polución que contamina el ambiente.
A nivel comunitario, nacional e internacional, entre otras, apoyar la promoción e implementación de medidas que estén dirigidas a frenar la producción de gases contaminantes en la producción de bienes y la generación de energías alternas, amigables con el ambiente.



LA MAYORDOMÍA DE LOS RECURSOS NATURALES.
Todo lo que existe en la naturaleza, principalmente las materias primas y los cultivos, son para la preservación de la vida humana y animal.
Ello requiere un uso racional, principalmente de la tierra, para producir todos los alimentos que el sostenimiento de la vida requieren.
La tierra, el agua, y los productos que de ella se derivan, son para el sostenimiento de la vida de todos los seres humanos, no para la codicia de unos pocos en contra de la calidad de vida de los muchos.
Requiere también el uso racional y sostenible (que no afecte el mismo uso y beneficio para las próximas generaciones) de los recursos, no su agotamiento, por cuanto con ello estamos dañando la calidad de vida de las futuras generaciones.
Por ello es importante que en el uso de los recursos naturales, tanto a nivel personal como comunitario, nacional e internacional nos hagamos varias preguntas:
• Es necesario y justo para todos.
• Estamos garantizando la reposición.
• Estamos garantizando que las próximas generaciones van a tener lo mismo.
• Es la expresión de una buena mayordomía (el mejor uso, con el mayor beneficio para todos)
• Y principalmente, ese es el propósito de Dios para ese recurso.



LA MAYORDOMÍA DE LA BASURA.
La basura, lo tengamos claro o no, provoca varios efectos en la calidad de nuestra vida. Por ejemplo (no son todos):
Primero. En última instancia, consume recursos, naturales o no, que fueron utilizados para su producción, y que quizá hubieran podido tener un mejor y más eficiente uso (por ejemplo, los empaques de cartón consumen árboles).
Segundo. La disposición de basuras no reciclables implican el uso de extensiones de tierra que no se van a poder utilizar por muchísimos años para la agricultura y/o para usos más eficientes (el proceso de descomposición y/o desintegración toma años y la contaminación es absorbida por la tierra).
Tercero. Contamina nuestro ambiente, principalmente cuando la tiramos en cualquier lugar. Tapan los drenajes que después no pueden absorber el agua de las lluvias y provocan inundaciones; dan mala apariencia, etc.
Cuarto. Contaminan las fuentes de agua, tanto en la superficie, como subterráneas, que son utilizadas para el consumo humano, animal y de riego, contaminando paulatinamente, sin que nos demos cuenta, el cuerpo, lo que provoca, posteriormente, gastos para el tratamiento de salud, personal y colectivo; recursos que hubieran podido ser mejor utilizados para el mejoramiento de la calidad de vida.
Por ello es necesario que seamos responsables, tanto personal como comunitaria, nacional e internacionalmente, en cuanto a la generación y la disposición de las basuras, poniendo la basura en contenedores apropiados y no dejarla o tirarla en cualquier lado; reciclando todo aquello que sea posible; cuando existen otras alternativas, evitando el consumo de productos que generan basura y que podrían utilizar otros recursos menos contaminantes; evitando el consumo de productos que generan basura difícilmente reciclable, etc.



OBSERVACION FINAL.
En el Cuerpo de Cristo no existe una enseñanza respecto a todos los asuntos relacionados con el cuidado del medio ambiente y el uso de los recursos, principalmente por una falsa idea de que esas son cosas que escapan del ámbito de interés de las cosas espirituales, y que no tienen ningún interés para Dios. Sin embargo, necesitamos recordar varias cosas:
Primero. Que todo lo que existe (incluidos los recursos naturales, el medio ambiente, los animales, las plantas, los recursos minerales) fueron creados por Dios y son de Dios.
Segundo. Que el propósito de Dios cuando creó al ser humano es que este los administrara en Su Nombre (somos beneficiarios, no propietarios). Por lo tanto, vamos a dar cuentas, individual y colectivamente, del uso que hicimos de ellos. Espiritualmente, y eternamente, el uso que hagamos de los recursos y la creación no son neutrales, van a tener un efecto positivo o negativo sobre nuestra vida aquí en la tierra y en la eternidad, y también sobre la de nuestros hijos, nietos y siguientes generaciones.
Tercero. Todo ello implica la necesidad de un uso responsable de todo lo que Dios ha creado.
Como consecuencia de lo anterior, la Iglesia debería salir de la posición escapista, simplista e indiferente, enseñando más acerca de estos temas, en todo nivel, para cumplir con el mandato original de Dios al ser humano de cuidar y labrar la tierra, además de estar liderando, por los motivos correctos, el cuidado del medio ambiente, en lugar de dejarlo en manos de grupos de la “New Age” que lo hacen por idolatría hacia la naturaleza (que es uno de sus dioses, sino el más importante), y que por ende, adoptan, en muchos casos, posiciones contrarias a las bíblicas y al propósito de Dios.





VISIÓN Y PROVISIÓN.
Dios nos creó con un propósito (visión).
Junto con esa visión, el nos envía la pro-visión.
• Personas.
• Dones, dones, talentos, habilidades.
• Cosas, recursos y situaciones.
Necesitamos administrarlas (Mat 25:14-30).


GEN 1:26-28.
Dios nos creó a su imagen.
Para administrar Su creación en la tierra.
Resultados que El espera: fructificación, multiplicación, llenar, sojuzgar y señorear.
Todas esas actividades implican incremento.
Esa tarea de Dios está vigente para nosotros hoy (Luc 19.10).
Ello también aplica a la provisión que Dios nos envía para cumplir con Su visión.
1 Ped 4.10: somos Sus administradores de Su multiforme gracia (todo).
1 Cor 4:2: Dios requiere que como administradores seamos hallados fieles.
Sin embargo, ello no implica que lo vayamos a ser automáticamente.
Cuatro actitudes posibles en cuanto a nuestra mayordomía (Luc 16:1-12).
• Mayordomo mendigo.
• Mayordomo disipador.
• Mayordomo bueno.
• Mayordomo fiel.


MAYORDOMO MENDIGO.
El siervo negligente de la parábola de los talentos.
Todo lo quiere fácil, no quiere esforzarse para nada, no importa cuanto sepa, que tenga, donde viva, que pueda, etc.
Les deja a los demás la iniciativa de proveer lo que necesita, quisiera o pudiera lograr (Dios, los papás, la pareja, el jefe, el gobierno, la iglesia, etc.).
Hoy hay mendigos de todo: visa, derechos, ayuda del gobierno, dinero, etc.
Le pide todo a Dios pero no hace nada para encontrarlo (espera que todo lo haga El).
Al mendigo ninguna puerta se le abre porque no busca, no encuentra y tampoco toca (Mat 7:7-8).


MAYORDOMO DISIPADOR.
Descuidado.
Pudiendo hacer algo o mucho, no hace nada (negligencia).
Desperdiciar las cosas y los dones, talentos, y habilidades.
No apreciar a las personas que los rodean (usarlas).
No usar las circunstancias para desarrollarse, mejorar, perfeccionarse.
Vivir dentro de la inercia de la vida: dejarnos llevar por la corriente.
Vivir en el nivel de la mediocridad.
A la larga, pierde todo lo que tiene y las oportunidades de la vida: pobreza.
Deja a sus hijos en un nivel de vida inferior al que le dejaron sus padres.


MAYORDOMO BUENO.
Trabaja, se esfuerza, busca lo bueno, todo ello en el nivel de lo humanamente posible.
Alcanza sus metas y se acomoda, cuidándolas y manteniéndolas.
Tiene logros, se supera, mejora.
Disfruta los resultados de su trabajo y en general le va bien.
Obtiene el fruto de su esfuerzo natural, pero una vez lo logra, disminuye su ritmo, comienza a relajarse, solo se mantiene.


MAYORDOMO FIEL.
No se acomoda con lo bueno, ni con sus logros porque quiere lo mejor.
Obtiene lo del buen mayordomo, pero en mayor grado.
Tiene una visión de Dios para sí mismo, sobrenatural, y en lo que depende de El, se esfuerza más allá de lo natural para alcanzarla.
Usa todo lo que tiene más allá de sí mismo.
Mentalidad dadora en todos los aspectos, para construír el Reino y para bendecir a otros.
Cosecha más allá de su esfuerzo, no solo en el nivel de lo natural sino también en el nivel de lo sobrenatural: poder, autoridad, unción.
Pablo, prosiguiendo a la meta del supremo llamamiento de Dios.
La buena mayordomía comienza con las cosas, los bienes, el dinero (diezmar y ofrendar, Mal 3:8-12).
Las cosas materiales son la prueba para operar en las verdaderas riquezas. Si no somos fieles con ellas, ¿cómo Dios nos confiará las verdaderas?


CONCLUSIONES.
Para alcanzar la visión de lo que queremos en Dios, necesitamos pro-visión.
Para que la provisión venga, necesitamos el ejercicio de una mayordomía fiel con lo que ya tenemos.
La mayordomía fiel implica esfuerzo (2 Tim 2:1, Jos 1:6-9, Dan 11.32).
Necesitamos esforzarnos cada día para mejorar el nivel de nuestra mayordomía (Prov 4.18, Fil 1.6).










23 Jun 2008
Referencia: Mayordomía.