Estudio Bíblico

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Conociendo al Casamentero (2a. Parte).



Conociendo al Casamentero (2ª. Parte).



Introducción.

La semana anterior estuvimos compartiendo acerca de Gen 24, como un tipo de la obra del Espíritu Santo en nuestras vidas para prepararnos para el encuentro con nuestro Amado en el arrebatamiento de la Iglesia para las Bodas del Cordero.

En esa oportunidad le dimos al Espíritu Santo el título de “Casamentero” por cuanto se parece al papel que estos personajes realizaban en la antigüedad de arreglar los matrimonios entre hijo e hija de familias de una comunidad, así como preparar a los novios y todos los detalles del matrimonio (dote, celebración, etc.).

Y en la Palabra de Dios hay un capítulo dedicado a un personaje de estos, el criado mayor de Abraham que es enviado por este (el Padre) a buscar novia para Isaac (el Hijo). El siervo de Abraham (el Espíritu Santo) encuentra a Rebeca (la Novia y futura Esposa) y la lleva a encontrarse con Isaac para su desposorio. Este pasaje es Gen 24, donde encontramos además de algunas otras enseñanzas sobre la fidelidad en el servicio a Dios, el no unirnos en yugo desigual, etc., dos grupos de enseñanzas fundamentales: la labor del Espíritu Santo para prepararnos para ser la Novia del Cordero, y los requerimientos que el Espíritu Santo va a formar en la Novia. Sobre los últimos fue que compartimos la semana anterior, y esta semana vamos a compartir sobre la labor del Espíritu Santo para prepararnos como la Novia.

Y es importante que estudiemos este tema porque es lo que el Espíritu Santo quiere hacer en nuestra vida, por un lado, y por otro lado, nos va a permitir conocer más del Espíritu Santo dado que en la mayoría de la cristiandad de hoy es el gran desconocido, por unos porque no creen plenamente en Él, para ellos es solo algo o alguien a quién reciben cuando son salvos y que va a estar allí ayudándoles y guiándoles en algo cuando lo necesiten. Para otros, porque más que una persona que vive en ellos es una fuerza o un poder con el que son equipados para predicar y para hacer milagros, perdiéndose, en ambos casos, de la tremenda riqueza que constituye ser templos del Espíritu Santo, habitación del poder transformador de Dios que en primer lugar quiere obrar en nosotros para conducirnos por el camino del propósito de Dios donde Él ha “sembrado” todas nuestras bendiciones que constituyen la vida plena en Él.



El siervo (El Espíritu Santo): el Casamentero.


Gen 24:2. “Y dijo Abraham a un criado suyo, el más viejo de su casa, que era el que gobernaba en todo lo que tenía: Pon ahora tu mano debajo de mi muslo,”
• El siervo era el “más viejo de su casa”. El Espíritu Santo es Dios, y como Dios, es eterno, desde la eternidad y hasta la eternidad y ha estado con el Padre desde el principio de todas las cosas, y a eso se refiere esa frase.
• El siervo “gobernaba en todo lo que tenía”. El Espíritu de Dios es Dios en la tierra hoy en día. Es el Ejecutivo de Dios en la tierra. Todo lo que Dios hace hoy en la tierra lo hace por medio de Su Espíritu Santo: salvación (1 Cor 12:3), regeneración (Tit 3:5), empoderamiento de Sus hijos e hijas (el Cuerpo) (Hch 1:8, 1 Cor 12:4-7), milagros, sanidades, prodigios, etc. (Mat 12.28). El Padre y el Hijo están sentados en los lugares celestiales, en tanto que el Espíritu Santo es el enviado del Padre para estar en la tierra hoy. Si bien es cierto que el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo son uno, y el Padre y el Hijo están en el Espíritu Santo, es el Espíritu Santo quien administra y gobierna todas las cosas en la tierra hoy en nombre de la Trinidad completa.
➢ Jn 16:7.   Pero yo os digo la verdad: os conviene que yo me vaya; porque si no me voy, el Consolador no vendrá a vosotros; pero si me voy, os lo enviaré.
➢ Heb 10:12. “pero Cristo, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios,”
➢ Hch 3:19-21.   Por tanto, arrepentíos y convertíos, para que vuestros pecados sean borrados, a fin de que tiempos de refrigerio vengan de la presencia del Señor, y El envíe a Jesús, el Cristo designado de antemano para vosotros, a quien el cielo debe recibir hasta el día de la restauración de todas las cosas, acerca de lo cual Dios habló por boca de sus santos profetas desde tiempos antiguos.


Todo lo que Dios hace hoy en la tierra lo hace por medio de Su Espíritu Santo que capacita y empodera a la Iglesia para guiarla y operar con Su poder a través de ella. Por eso la Iglesia es el Cuerpo de Cristo. Cristo es la cabeza, y como tal, El manda a Su Iglesia por medio del Espíritu Santo. Y la Iglesia es Su Cuerpo, la que obra, empoderada por el Espíritu Santo para hacer lo que Dios ha mandado (Hch 1:8, Mat 28.18-20, Efe 1:17-23).
• Hoy nuestros conceptos están bastante fuera de foco, porque resulta que el Cuerpo le vive pidiendo a la Cabeza que haga lo que el cuerpo quiere. Cuando lo que la Biblia nos enseña es exactamente lo contrario: la Cabeza manda para que el Cuerpo opere, obre.
• Es exactamente lo que Dios le dijo a Moisés frente al Mar Rojo cuando los egipcios estaban por alcanzarlo. Dios le dijo a Moisés que no le pidiera a Él sino que tomara la vara que Él le había dado y le ordenara al mar que se abriera (Exo 14:13-16).
• Rom 8:19-21 nos da otra referencia sobre el mismo tema: nosotros oramos que Dios cambie nuestro entorno, pero la Palabra dice que la creación (el entorno) está esperando la manifestación de los hijos de Dios (nosotros) para ser liberada de la esclavitud a la que fue sometida por causa del pecad.
• Y ese poder en los que primero que va a operar es en nosotros, transformándonos, conformándonos a la imagen de Cristo para ser como El y para hacer como Él.


Gen 24:4. "sino que irás a mi tierra y a mi parentela, y tomarás mujer para mi hijo Isaac." (Gén 24:4).
• El siervo de Abraham, al igual que el Espíritu Santo hoy, está buscando a la Novia para el Hijo (los y las creyentes que llenen las condiciones).
• En primer lugar, para ser parte de la Novia, Él no va a buscar a alguien que no sea creyente. Primero tiene que ser creyente, de la parentela del Hijo, de la misma naturaleza que el Hijo, para que no haya yugo desigual (2 Cor 6:14). Y eso es lo que Abraham le instruye al siervo: que no permita que Su Hijo se case ni con una mujer cananea (no creyente) ni con una mujer que no fuera de su parentela, que no tuviera la misma naturaleza divina de El. Por ello, el Espíritu Santo nos regenera de tal forma que tengamos la misma naturaleza divina del Hijo (1 Ped 1:23: somos nacidos de simiente incorruptible por la Palabra de Dios; y, todas las cosas que pertenecen a la vida y a la piedad nos han sido dadas por su divino poder –el Espíritu Santo—para que por ellas lleguemos a ser participantes de la naturaleza divina, 2 Ped 1:4).
• Antes de comenzar a trabajar en nosotros para formarnos como la Novia de Cristo (discipulado), el Espíritu nos conduce a reconocer a Cristo y Su Señorío (1 Cor 12:3), quitándonos el velo que nos cegaba para que no nos resplandeciera la luz del Evangelio (2 Cor 4:4).
• De la misma forma que el siervo fue a buscar a Rebeca a la tierra de la que había salido Abraham, así el Espíritu Santo nos va a buscar al mundo para traernos a Cristo, primero por la Evangelización (conversión) y después por el Discipulado (transformación y regeneración). Y de la misma forma que el siervo fue enviado a un lugar específico a buscar a Rebeca, el Espíritu Santo nos va a buscar en el tiempo establecido por Dios, para salvarnos, de acuerdo a la predestinación y/o escogencia de Dios que nos conoció desde antes de la fundación del mundo (Efe 1.4)


Así como el siervo no obliga a Rebeca a seguirlo, así tampoco el Espíritu Santo nos obliga a nosotros a seguirlo. Seguirlo debe ser el resultado de una decisión voluntaria personal.
• “Si la mujer no quiere seguirte, quedarás libre de este mi juramento;” (Gén 24:8).   
• Al seguir al Espíritu Santo voluntariamente, Él va a obrar en nosotros para transformarnos y convertirnos en la Novia del Hijo: “Pedís, y no recibís, porque pedís mal, para gastar en vuestros deleites. ¡Oh almas adúlteras! ¿No sabéis que la amistad del mundo es enemistad contra Dios? Cualquiera, pues, que quiera ser amigo del mundo, se constituye enemigo de Dios. ¿O pensáis que la Escritura dice en vano: El Espíritu que él ha hecho morar en nosotros nos anhela celosamente? Pero él da mayor gracia. Por esto dice: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Someteos, pues, a Dios; resistid al diablo, y huirá de vosotros. Acercaos a Dios, y él se acercará a vosotros. Pecadores, limpiad las manos; y vosotros los de doble ánimo, purificad vuestros corazones. Afligíos, y lamentad, y llorad. Vuestra risa se convierta en lloro, y vuestro gozo en tristeza. Humillaos delante del Señor, y él os exaltará. (Sant 4:3-10).
• 1 Cor 2:9-12.    “sino como está escrito: COSAS QUE OJO NO VIO, NI OIDO OYO, NI HAN ENTRADO AL CORAZON DEL HOMBRE, son LAS COSAS QUE DIOS HA PREPARADO PARA LOS QUE LE AMAN (obedecen sus mandamientos). Pero Dios nos las reveló por medio del Espíritu, porque el Espíritu todo lo escudriña, aun las profundidades de Dios.    Porque entre los hombres, ¿quién conoce los pensamientos de un hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Asimismo, nadie conoce los pensamientos de Dios, sino el Espíritu de Dios. Y nosotros hemos recibido, no el espíritu del mundo, sino el Espíritu que viene de Dios, para que conozcamos lo que Dios nos ha dado gratuitamente,”


Si no queremos caminar en Cristo el Espíritu Santo nos va a dejar, no nos va a forzar, no nos va a desamparar, pero nos va a dejar hasta que llegue otra situación que quebrante nuestra voluntad (Prov 16:25, el hoyo de la desesperación) y nos quebrante y nos rindamos a Él para que Él nos guíe. Ahora bien, hay que tener cuidado porque puede ser, principalmente en este tiempo en que la venida de Cristo está más cercana, que no nos quede el suficiente tiempo para producir todo el fruto que el Espíritu quiere formar en nosotros, y entonces seamos parte de las vírgenes insensatas que no se pudieron ir con el Señor cuando Él vino (Mat 25:1-13). Cuando decidimos caminar con el Espíritu Santo y aceptar voluntariamente Su preparación y transformación en nosotros, vamos a recorrer el camino que nos enseña Sal 23 y lo vamos a hacer gozosamente, sabiendo que El nos está conduciendo a lo mejor de Dios para nuestras vidas ( a que nuestra vida vaya en aumento --Prov 4:18—; al cumplimiento de los planes de bien de Dios para que tengamos un futuro y una esperanza --Jer 29:11--; a las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas --Efe 2.10--).
• Primero, estaremos en lugares de delicados pastos, junto a aguas de reposo, donde Él nos pastoreará, nos dará descanso y nos guiará por sendas de justicia (Sal 23:1-3).
• Después de esta etapa, vendrán a nuestra vida situaciones problemáticas que el Espíritu Santo usará para llevarnos a otro nivel de nuestra experiencia espiritual. El no nos va a dejar solos caminando por ese valle, Él va a estar con nosotros infundiéndonos aliento (la vara –el poder, la autoridad-- y el cayado –la instrucción y la corrección-- son símbolos del Espíritu Santo) (Sal 23:4).
• Finalmente, llegaremos a un lugar de bendición mejor de aquel en donde comenzó el ciclo de crecimiento: la casa de Jehová, el lugar del banquete de victoria, de la unción, del gozo, de la misericordia (Sal 23:5-6).
• Y de allí, estamos listos para comenzar el siguiente ciclo de crecimiento hacia otro nivel de experiencia espiritual de acuerdo a lo que nos enseña la Palabra de Dios, de que el que comenzó la buena obra en nosotros (Dios por el Espíritu Santo) la perfeccionará continuamente hasta el día de Jesucristo (nuestro encuentro con el Señor, Fil 1:6).


Gén 24:10.    Entonces el siervo tomó diez camellos de entre los camellos de su señor, y partió con toda clase de bienes de su señor en su mano; y se levantó y fue a Mesopotamia, a la ciudad de Nacor.
• La preparación incluye el conocimiento y obediencia a la Palabra de Dios (el número diez, que corresponde al número de camellos que el siervo tomó para su viaje identifica la ley de Dios –los diez mandamientos--, sus preceptos y sus mandamientos), que el Espíritu Santo nos enseña y nos recuerda para que la obedezcamos, guiándonos para que nos santifiquemos.
➢ Jn 14:15-17. “Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque mora con vosotros, y estará en vosotros.”
➢ Jn 14:26-27. “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho. La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.”
➢ Jn 16:13-14. “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.”


La preparación también incluye toda clase de bendiciones que nos el Espíritu Santo nos llega a impartir como consecuencia de la obediencia. Hemos sido bendecidos con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo Jesús (Efe 1:3) y quién imparte esas bendiciones es el Espíritu Santo (nos enseña todo lo que Dios nos ha concedido, 1 Cor 4:12).
• Esa “toda clase de bienes” se refiere a las bendiciones de la obediencia (Deut 28.1-14) incluido el fruto del Espíritu, que es cualidades del carácter (Gal 5:22-23).
• Los regalos que tomó fueron regalos escogidos (de acuerdo con otra traducción), y esos regalos escogidos representan las buenas obras que Dios preparó de antemano para que anduviéramos en ellas (Efe 2:10), y el Espíritu Santo que nos ha sido dado para instruirnos, ayudarnos, empoderarnos y guiarnos a realizarlas.
• Los regalos también incluyen los planes de bien que Dios tiene para nosotros para darnos un futuro y una esperanza (Jer 29:11), e igualmente el Espíritu Santo para instruirnos, ayudarnos, empoderarnos y guiarnos a realizarlos.


Si notamos bien, en todo el pasaje el siervo nunca habla de sí mismo, solo de Abraham y de Isaac y de la encomienda de Abraham para él; es más, ni siquiera se menciona su nombre en todo el pasaje. Y eso se corresponde exactamente con lo que hace el Espíritu Santo.
• Tomará de lo de Jesús y escudriñará el corazón del Padre y todo ello nos lo hará saber, cosas que ojo no vio, ni oído oyó, ni han subido al corazón del hombre (2 Cor 2:9-12):
• "Y el criado tomó diez camellos de los camellos de su señor, y se fue, tomando toda clase de regalos escogidos de su señor;... (Gén 24:10)
• Jn 16:13    “Pero cuando El, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir.”
• Jn 16:14-15. El me glorificará, porque tomará de lo mío y os lo hará saber.    Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que El toma de lo mío y os lo hará saber.


Gén 24:22    “...el hombre tomó un anillo de oro que pesaba medio siclo, y dos brazaletes que pesaban diez siclos de oro (y se los dió a Rebeca).”
Gen 24:53. “Y sacó el criado alhajas de plata y alhajas de oro, y vestidos, y dio a Rebeca; también dio cosas preciosas a su hermano y a su madre.”
• Notemos que el criado le dio a Rebeca vestidos. Ello es una alusión a la vestidura de la novia: lino blanco, lino fino, sin arruga, sin mancha (Efe 5:26-27, Apo 21:2). Y eso es precisamente lo que hace el Espíritu Santo en favor de nosotros: empoderarnos, “vestirnos” de poder para que llevemos vidas santas, de obediencia a la Palabra, con fruto del Espíritu Santo (Gal 5:22-23).
• Junto con los vestidos le dio alhajas de plata y alhajas de oro. La plata y el oro nos recuerdan las obras que van a tener recompensa en la eternidad (1 Cor 3:11-15), obras que son las guiadas y dirigidas por el Espíritu Santo, ya que nuestras propias obras, las guiadas por nuestros pensamientos y efectuadas por nuestra voluntad, aún usando los talentos y dones de Dios, delante de Dios son como trapos de inmundicia (Isa 64:6) en contraste con las vestiduras blancas, que son las obras del Espíritu Santo a través de nosotros.
• El anillo es símbolo de autoridad y poder y al ser de oro también es símbolo de realeza. Y nosotros hemos recibido todo el poder y autoridad de Cristo por el Espíritu Santo que nos ha sido dado (Mat 28.18-20, Hch 1:8), así como hemos sido hechos por la regeneración del Espíritu, hijos e hijas de Dios, el Rey de reyes y Señor de señores, y por lo tanto, hijos e hijas del Rey.
• El brazalete (esclava) es símbolo de propiedad, y el Espíritu Santo nos ha sido dado como las arras de la garantía de nuestra redención (2 Cor 1:22, 2 Cor 5:5, Efe 1:4) que nos perfecciona cada día para la obediencia a la Palabra (Fil 1:6, 1 Tes 5:23) que es nuestro adorno delante del Señor (Prov 1:8-9, 1 Ped 3:3-4).


Hay dos tipos de obras que nosotros podemos hacer: las que hacemos para la gloria de Dios y las que son para nuestra propia gloria; las que son guiadas por el Espíritu y las que son guiadas por la carne. Estas últimas puede que no sean “malas” en el sentido de violar un mandamiento de Dios, que correspondan a algo bueno que la Palabra de Dios nos dice, pero que al hacerlas no fueron guiadas por el Espíritu Santo ni para la gloria de Dios sino guiadas por nuestro propio ego y para nuestra propia gloria como el caso de Mat 7:21-23. Hicieron cosas que la Palabra de Dios dice que necesitamos hacer, pero no lo hicieron para la gloria de Dios sino para su propia gloria, y la prueba está en que ellos creyeron que por sus obras entrarían en el Reino de los Cielos; entonces las hicieron para obtener una ventaja, no por amor a Dios y a las personas. Y ese es el riesgo de
“usar” (para decirlo de alguna forma porque al Espíritu Santo nunca lo vamos a poder usar) al Espíritu Santo en la forma equivocada, solo recurriendo a Él para hacer milagros o para que respalde nuestros dones o ministerio o servicio, pero no para hacer la voluntad de Dios (el fruto del Espíritu).

Desde la perspectiva de Dios con respecto a nosotros mismos, el fruto es más importante que el don. El fruto es el que hace que el don sea efectivo delante de Dios. El carácter es el que hace que el don sea efectivo delante de Dios. ¿Porqué? Porque los dones son de Dios y El siempre va a respaldar sus dones haciéndolos operar frente a las necesidades de las personas. Pero el carácter es lo nuestro, es lo que sale de nuestro corazón, y Dios pesa los corazones más que las acciones.

Judas tenía dones por cuanto fue parte de los doce y de los setenta que fueron a predicar el evangelio del Reino y a sanar enfermos y a liberar demonios, y tuvieron resultados (Luc 9:1-2, Luc 10:17) pero lo que falló en Judas fue el carácter y ¿que pasó? fue hijo de perdición, no entró al Reino de los cielos (Jn 17:12).

Saúl tenía dones por cuanto fue ungido por Dios para ser rey pero como no desarrolló el carácter de Dios sino que fue movido por sus propios impulsos, motivaciones e intereses (1 Sam 15:30), fue desechado (1 Sam 15:22-23).

Los dones son preciosos, maravillosos, pero sin el carácter no nos sirven de nada a la hora de las recompensas, de ser o no ser la Novia de Cristo. Porque los dones no son nuestros sino que son de Dios y El está respaldando sus dones y la misericordia que tiene para con los otros. Con respecto a nosotros Él ve nuestro carácter, nuestro corazón. Por ello Pablo le dice a Timoteo que procure presentarse a Dios como obrero aprobado, no solo como obrero que tiene dones, sino como obrero aprobado que usa bien la Palabra de Verdad, y el primer uso de la Palabra no es para predicarla sino para que la vivamos, para que nos transforme, para que nos cambie, para que sea vida en nuestra vida, porque el carácter es antes que los dones en la escala de valor de Dios.

Hoy, en la mayor parte de la enseñanza del Espíritu Santo se enfatiza lo relacionado con el empoderamiento para el uso de los dones y para el servicio y para el ministerio, pero se hace muy poco énfasis en la obra transformadora del Espíritu para producir el carácter de Cristo en nosotros, el fruto del Espíritu a través de nosotros, en contra del énfasis que la Biblia le da a estos aspectos. Y todo ello por una mala interpretación del pasaje de Hch 1:8: “recibiréis poder”, por el entendimiento del poder como algo hacia afuera, sobre los demás, en lugar de considerar el contexto bíblico de la palabra poder que es primero hacia adentro y después hacia afuera porque no podemos manifestar hacia afuera lo que no tenemos por dentro; no podemos cambiar afuera, en otros, lo que no hemos podido cambiar en nosotros mismos (Mat 10:8, Mat 7:1-5). Lo que cambió en los discípulos cuando recibieron el bautismo del Espíritu Santo no fue que ahora pudieran hacer milagros y sanidades o predicar. Eso ya lo había hecho anteriormente con buenos resultados (Luc 9:1-2, Luc 10:17). Lo que cambió es que después de la crucifixión de Cristo se habían quedado temerosos y cuando vino el Espíritu Santo tuvieron el valor, el coraje, la pasión, el denuedo, para hablar la Palabra, es decir, que cambiaron de temerosos a valerosos (y eso es un cambio del carácter). La otra diferencia es que aún no eran guiados por el Espíritu Santo (escogieron al sustituto de Judas por sorteo, no por dirección del Espíritu), y después de Pentecostés fueron guiados por el Espíritu a cada paso que daban (métodos humanos a métodos divinos) y todo ello supuso un cambio en su carácter, y por el cambio en su carácter, se produjeron cambios en su vida pública (pasaron del anonimato al conocimiento público sin temor). El Espíritu Santo si empodera para hacer señales, milagros y predicar la Palabra, pero ello no debe ser enseñado con menoscabo de que el poder del Espíritu Santo es en primer lugar para transformarnos a la imagen de Cristo.

Las primeras enseñanzas de Jesús sobre el Espíritu Santo no fueron sobre el poder para hacer milagros y predicar, sino sobre que Él nos sería dado para que Él nos guiará, para que Él nos enseñará, para que Él nos consolara, para que Él nos ayudará a ser obedientes.

La palabra de Dios, al respecto de la unción, que es la del Espíritu Santo, dice que ella rompe yugos, pero los primeros yugos que va a romper son en mí.



¿Que necesitamos hacer para que todo eso sea realidad en nuestra vida?
• La convicción de entregarle nuestro corazón completo al Señor.
• Renunciar a nuestros planes, gustos, preferencias, por los mejores de Él (Prov 16:25 Vrs Jer 29:11).
• Poner nuestros pensamientos en las cosas del Espíritu: la Palabra y la comunión con Él (Rom 8:5-9).
• Creer lo que la palabra dice del Espíritu y que hará lo que dice que hará: Maestro, Guía, Consolador, Ayudador (el justo vivirá por la fe, Rom 1:16-17, Hab 2:4)
• Poner en acción Su dirección (desarrollar un corazón obediente); Moisés, por la fe, obedeció (Heb 11:8).





27 Dic 2013