Estudio Bíblico

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Módulo 109. Propósito, destino y visión.



TEMA No. 1.

SI JEHOVÁ NO EDIFICA LA CASA (Sal 127:1-2).



Introducción.

Según resultados de encuestas laborales que se han efectuado en varios países, se han encontrado las siguientes situaciones:
• La infelicidad en el trabajo afecta a una cuarta parte de la fuerza laboral.
• Otra cuarta parte de los empleados consideran que su trabajo es el principal factor de stress en su vida.
• De cada 10 personas, 7 no son competentes ni están motivadas para ejecutar las labores básicas de su trabajo.
• El 43% de aquellos que creen que se les asigna demasiado trabajo, se enojan con frecuencia o con mucha frecuencia contra sus patrones.
• Un tercio de las personas dicen odiar su trabajo.
• Dos tercios trabajan en una profesión equivocada.
• Otros encuentran en su trabajo éxito, pero no satisfacción.
• La mayor parte de los suicidios ocurre los domingos por la noche.
• La mayoría de los infartos cardíacos ocurren el lunes por la mañana.

Esto es evidencia de que las personas no disfrutan de sus trabajos y tareas cotidianas, a pesar de que es parte del diseño del Señor para nosotros los seres humanos, como resultado de Su imagen en nosotros (Gen 1:26-27, Jn 5:17). El trabajo es una actividad natural además de necesaria para desarrollar todo el potencial que Dios ha puesto en nosotros (Éxo 20:9: “Seis días trabajarás, y harás toda tu obra;”).



¿Por qué?

¿Por qué no estamos disfrutando de nuestros trabajos y actividades cotidianas? ¿Por qué los lunes la mayoría de personas nos levantamos con pesadez porque hay que ir a trabajar, y los miércoles ya estamos celebrando que ha pasado la mitad de la semana y el viernes nos ponemos felices de terminar la semana laboral? ¿Y todo ello, en la mayor parte de personas, no por celebración de un trabajo bien hecho y disfrutado sino como un escape a la rutina y la pesadez del trabajo?

¿Por qué nos pasan esas cosas si la Palabra nos enseña que Dios tiene planes de bien y no de mal para nosotros, para darnos un futuro y una esperanza (Jer 29:11)? ¿Por qué nos pasa eso si la Palabra también nos enseña que la vida del justo es como la luz de la aurora que va en aumento hasta que el día es perfecto (Prov 4:18) y que Jesús vino para que tuviéramos no solo vida eterna –después de la vida terrenal—sino también para que tuviéramos vida y vida en abundancia –en la vida terrenal, porque es el único lugar en donde el diablo puede robar, matar y destruir— (Jn 10:10)?



La respuesta preliminar.

Sal 127:1-2. "Si Jehová no edificare la casa, en vano trabajan los que la edifican; si Jehová no guardare la ciudad, en vano vela la guardia. Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar, y que comáis pan de dolores; pues que a su amado dará Dios el sueño."

Esta Escritura no se refiere a no trabajar diligente y esforzadamente guardando aquello que está bajo nuestro cuidado (familia, recursos, trabajo, etc.). Se refiere, en primer lugar, a no hacerlo dejando a Dios a un lado, a la necesidad de ser guiados por Dios en todo lo referente al trabajo, escogerlo, desarrollarlo y disfrutarlo (Ecle 2:24, Ecle 3:13, Ecle 8:15). Sin embargo, la mayoría de nosotros escogemos un trabajo por conveniencia económica o de posición, no porque corresponda con nuestro diseño (habilidades, capacidades, entusiasmo, pasión, etc.), o lo que realmente quisiéramos hacer. Consideramos nuestras propias perspectivas y aparentes conveniencias (Prov 16:25) y no las de Dios, y creyendo que ganaremos, terminamos perdiendo.

También se refiere a no poner nuestra confianza en nosotros mismos, en el trabajo, en la familia, en las personas, en los resultados, sino a ponerlo en primer lugar, y sobre todas las cosas, en Dios. Dios es nuestro Pastor (Sal 23:1) y El suplirá todo lo que nos falta (Fil 4:19), no el trabajo ni las personas ni nuestras actividades, ni nuestras capacidades. Todas esas cosas pueden ser los medios que Dios utiliza para proveernos, pero no son la fuente directa de la provisión. Dios si lo es.

Si en nuestra mente y corazón cambiamos el lugar de Dios por el de esas cosas, estamos cayendo en idolatría (darle a otra cosa el lugar que solo le corresponde a Dios), y ello nos acarrea consecuencias graves: "Así ha dicho Jehová: Maldito el varón que confía en el hombre, y pone carne por su brazo, y su corazón se aparta de Jehová. Será como la retama en el desierto, y no verá cuando viene el bien, sino que morará en los sequedales en el desierto, en tierra despoblada y deshabitada." (Jer 17:5-6). Otras Escrituras también nos enseñan los problemas de darle prioridad a otras cosas por sobre Dios:
• Donde está nuestro tesoro allí va a estar nuestro corazón (Luc 12:34), por lo tanto, no va a estar con Dios ni en desarrollar nuestra relación con El, sino en aquello que “adoramos”, y con ello estaríamos violando el primer mandamiento de Dios (Mat 22:36-40).
• De la abundancia del corazón habla la boca (Mat 12:34), por lo tanto no vamos a dar testimonio ni a alabar ni agradecer a Dios, sino vamos a cambiar ese testimonio y agradecimiento a la cosa que “adoramos”, cambiando la gloria de Dios por otras cosas (Rom 1:18-31), lo que también constituye una violación a los principios de Dios que puede llegar a tener graves consecuencias para nosotros.

El problema entonces no es el trabajo, o la familia, o las personas o nuestras actividades, sino la desmedida confianza que ponemos en esas cosas antes que en Dios (Prov 16:25: caminos que nos parecen derechos en nuestra propia opinión), y que al final de cuentas, nos va a traer decepción, desánimo, frustración, monotonía, rutina, porque a pesar de tener relativos éxitos y avances en esas cosas, igual nuestra vida va a estar vacía, ser insatisfactoria, porque Dios no nos diseñó para llenar nuestra vida de esas cosas sino de El (Luc 12:15).

Puede que en su misericordia Dios nos permita algunos resultados temporales, pero desde la perspectiva eterna, no los hay. En lugar de libertarnos nos van a esclavizar, nos van a volver ansiosos de alcanzar más y mejor (Ecle 5:10), y la ansiedad nos va a volver adictos a esas cosas, y la adicción, sea cual sea su forma (alcohol, tabaco, drogas, sexo, placer, reconocimiento, trabajo, posesión de cosas materiales, etc.) esclaviza. Sacrificamos nuestra relación con Dios, la familia y nuestro desarrollo como seres humanos, por invertir tiempo y recursos en esas adicciones. Dios nos da todas las cosas para que las disfrutemos, no para que nos produzcan avidez de más, ansiedad y esclavitud (1 Tim 6:17, Prov 10:22).

Otra situación que igualmente está mal que cometemos muy frecuentemente es el que se refiere a hacer a Dios a un lado y/o a solo usarlo sin permitirle ser plenamente Dios en todo. Dios es Quién hizo todas las cosas para El y de El. Todo depende de El (Rom 11:36). Por ello la Escritura nos enseña a no hacer a un lado a Dios en todo lo que hacemos, ni a usarlo solo para que nos vaya bien en ellas y después lo hagamos a un lado, sino a hacerlas todas para Su Gloria (Col 3:22-24). El es el dueño, El manda, El dirige, El decide. Nosotros seguimos. Sin Dios no podríamos producir resultados porque El es el que sustenta todas las cosas con la Palabra de Su Poder (Heb 1:3) de tal forma que nosotros somos Sus co-laboradores, haciendo la menor parte nosotros y la mayor parte El, por ello es que Pablo reconocía que, aunque trabajaba más que todos los demás, no era él sino la gracia de Dios con El (1 Cor 15.10)

No es lo mismo hacer un trabajo con Dios, que el mismo trabajo pero sin Dios (Mat 7:21-23). Para alcanzar los mayores resultados de bendición, satisfacción, realización, resultados, y por sobre todo, agradar en el mayor grado posible al Señor, solo lo podemos hacer siguiendo Su Voluntad, no la nuestra, siendo guiados por El en todo, no por nuestras conveniencias (Rom 8:14). Y ello también aplica para los cristianos que tratan de construir grandes obras y/o ministerios supuestamente de Dios y para Dios pero sin ser guiados por El, que lo hacen para su propia gloria, alabanza y reconocimiento, más que para la gloria, alabanza y reconocimiento de Dios.

Los resultados del trabajo humano sin la dirección, bajo el propósito y para la gloria de Dios tendrán siempre resultados limitados. Pero el que se hace bajo Su dirección, bajo Su propósito y para Su gloria y en el poder de El, tendrá abundante fruto de valor temporal pero también eterno. El gran esfuerzo humano (los que se esfuerzan sobremanera pero se olvidan de confiar en el Señor) que quiere sustituir la fe en Dios está destinado al fracaso. Podemos hacer grandes planes, soñar grandes sueños, pero si no están dentro del propósito de Dios están destinados, en el mejor de los casos, a pobres resultados porque aunque nosotros podemos proponemos planes delante de El, en última instancia El solo va a bendecir los que están dentro de Su propósito eterno y son para Su gloria total (Prov 16:1-3), aunque a nosotros nos parezca correcto nuestro proceder, pero el Señor juzga nuestros motivos más profundos.



Pensados, planeados, creados y desarrollados por Dios para Su propósito.

Jer 1:5 nos enseña que Dios nos conoció desde el vientre de nuestra madre y que desde allí ya nos tenía apartados para El y para un propósito, tareas y plan específico (Jer 29:11), y junto con ello, para todas las bendiciones y añadiduras que necesitamos (Mat 6:23), no solo para cumplir nuestro propósito sino para disfrutar de la vida que El nos ha dado (1 Tim 6:17).

Por lo tanto, necesitamos reconocer el propósito para el cual Dios nos creo para vivir en la plenitud de vida que El ya tiene para nosotros. Es lo que nos enseña también Jue 9:8-15. "Fueron una vez los árboles a elegir rey sobre sí, y dijeron al olivo: Reina sobre nosotros. Mas el olivo respondió: ¿He de dejar mi aceite, con el cual en mí se honra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles? Y dijeron los árboles a la higuera: Anda tú, reina sobre nosotros. Y respondió la higuera: ¿He de dejar mi dulzura y mi buen fruto, para ir a ser grande sobre los árboles? Dijeron luego los árboles a la vid: Pues ven tú, reina sobre nosotros. Y la vid les respondió: ¿He de dejar mi mosto, que alegra a Dios y a los hombres, para ir a ser grande sobre los árboles? Dijeron entonces todos los árboles a la zarza: Anda tú, reina sobre nosotros. Y la zarza respondió a los árboles: Si en verdad me elegís por rey sobre vosotros, venid, abrigaos bajo de mi sombra; y si no, salga fuego de la zarza y devore a los cedros del Líbano.".

El olivo, la higuera y la vid entendieron el propósito de Dios para ellos: era más importante cumplir con Su asignación que ser “ricos y famosos”. Sabían que la felicidad no consistía en los bienes que pudieran poseer, sino en seguir el propósito para el cual habían sido creados. En tanto que la zarza, que también tenía como asignación producir un fruto que se llama zarzamora y que tiene efectos curativos, cambió su asignación principal por una para la cual no estaba preparada, e inmediatamente se llenó de vanagloria (que Dios resiste).

Luc 12:15, enseña: "Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee." La vida verdadera de una persona no está en la abundancia de los bienes que posee (dinero, cosas materiales, aprobación, reconocimiento, status, “éxito”, placeres, seguridad, comodidad, etc.). Esa es la forma de pensar del mundo, ante la cual la Palabra también nos advierte en 1 Jn 2:15-17, que nos guardemos de ella porque no viene de Dios, y es más, es enemiga de Dios: "No améis al mundo, ni las cosas que están en el mundo. Si alguno ama al mundo, el amor del Padre no está en él. Porque todo lo que hay en el mundo, los deseos de la carne, los deseos de los ojos, y la vanagloria de la vida, no proviene del Padre, sino del mundo. Y el mundo pasa, y sus deseos; pero el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre." Este pasaje nos enseña cosas muy importantes:
• Que no nos conviene amar las cosas del mundo ni nada de lo que el mundo ama, cosas que son:
➢ Los deseos de los ojos: la codicia.
➢ Los deseos de la carne: la lujuria.
➢ La vanagloria de la vida: el orgullo.
• El que ama esas cosas no permanece, no va a tener vida abundante. Solo el que hace la voluntad de Dios permanece para siempre.

Es lo mismo que nos enseña Ecle 5:10. "El que ama el dinero, no se saciará de dinero; y el que ama el mucho tener, no sacará fruto. También esto es vanidad." El que ama esas cosas nunca será lleno de ellas, siempre va a querer más porque u otros van a tener más que él o nunca va a sentir que tiene lo suficiente. Por ello se va a llenar de frustración. Por lo tanto, aunque tenga muchas cosas no sacará fruto (que tenga valor verdadero para una calidad integral de vida, plena, ni valor eterno).



Conclusión.

Para alcanzar la plenitud de vida que Dios tiene para nosotros como parte de nuestra vida terrenal, necesitamos, primero que nada, creer que nuestra vida y nuestra persona no son un accidente del destino sino parte de un plan de Dios que El diseñó desde antes de la fundación del mundo (Efe 1:4), inició con nuestra concepción en el vientre de nuestra madre (Sal 139:13-16), y quiere desarrollar a través de las circunstancias de nuestra vida (Efe 2:10, Hch 17:26, Rom 8:28-29).

En segundo lugar, necesitamos creer que Su plan para nosotros es bueno, agradable y perfecto (Rom 12.2, Jer 29.11, Prov 4.18), y no solo ello, sino que es el mejor plan que podemos desarrollar en nuestra vida. No se puede comparar de ninguna manera con cualquier otro plan que nosotros pudiéramos hacer para nosotros mismos.

En tercer lugar, necesitamos creer que Dios, no importa en que etapa y edad de nuestra vida estemos, nos quiere mostrar Su plan perfecto para nosotros. Que no está lejos en el cielo para que alguien tenga que subirlo a traer, sino que se encuentra establecido en nuestro corazón, en nuestro ser, desde el momento mismo en que El nos diseñó en el vientre de nuestra madre (Sal 139:13-16). Solo necesitamos poner atención a los signos que apuntan a ese plan, a ese propósito, y lo encontraremos (Mar 7:7), y una vez que lo encontremos, necesitamos apropiárnoslo, hacerlo nuestro y seguirlo (Hab 2:2-4).


21 Jul 2012