Estudio Bíblico

Inicio > Estudio

El propósito de Dios para nosotros (2).




Introducción.
Prov 29:18: sin visión no vamos a vivir la vida abundante que Dios tiene para nosotros.
Para vivir la vida abundante, entonces, necesito encontrar la visión para mi.
Esa visión se forma de dos cosas: los propósitos generales de Dios y el propósito específico (el donde, cuando y como) para cada uno.



Los propósitos generales de Dios.
Esta constituido por tres cosas:
Experimentar el amor de Dios.
Amar a Dios con todas mis fuerzas.
Amar a mi prójimo con todas mis fuerzas.



Experimentando el amor de Dios.
1 Jn 4:19. Antes de poder amar a Dios y al prójimo, necesito experimentar el amor. Y el amor no es un sentimiento ni una decisión, sino una persona. Dios. Por ello para experimentar el amor de Dios necesito dos cosas.
PROPÓSITO 1. Ser salvo (Jn 1:12). Pero ello solo es la puerta que me lleva a la plena experiencia del amor del Padre, necesito caminar en el amor de Dios cada día para llegar al Padre (Jn 14:6).
PROPÓSITO 2. Desarrollar nuestra relación con el Padre (Efe 1:17-19) como hijos (Jn 1:12). Esa relación no es algo que solo tenemos, sino algo que desarrollamos cada día. Dios nos crea, no para que seamos sus siervos (El no nos necesita para hacer cosas), sino para amarnos. Somos el objeto de su amor, porque El es amor y el amor que no se da, se muere. Y además, el amor solo se da entre iguales (por eso nos hizo a Su imagen y semejanza). Lam 3:22-23 nos enseña que las misericordias (manifestaciones de Su amor) de Dios son nuevas cada mañana. Lo que implica que cada día va a renovar su misericordia pasada para con nosotros, pero también que hoy vamos a reconocer nuevas formas de su misericordia en el pasado, y adicionalmente, también hoy vamos a conocer formas de la misericordia de Dios que no había experimentado antes.
Un montón de personas (legalistas y religiosos), día a día, viven poniéndole barreras y trabas al amor incondicional de Dios (el cumplimiento de normas y el cumplimiento de ritos previo a experimentar Su Amor). En ello hay un error fundamental. Las personas pretenden ser cambiadas en su corazón por sus propias fuerzas antes de experimentar Su amor. Pero el método de Dios es amarnos, transformar nuestro corazón y finalmente transformar nuestras acciones (pecados). Pero como no lo entienden, todo el tiempo están en una lucha que va de derrota en derrota tratando de cambiar lo que no pueden cambiar, y privándose de lo único que si los puede cambiar: el Amor de Dios.
La obediencia no es algo que podamos conseguir en la carne, por nuestras propias fuerzas (la carne es rebelde por su propia naturaleza –la naturaleza caída--). La obediencia solo la puedo alcanzar por el amor. Por ello 1 Ped 1:13-18 nos enseña que como hijos –experimentados en una relación de amor con el Padre- seamos obedientes para llegar a ser santos como El es santo.



Amando a Dios.
Ello sucede de cuatro formas.
PROPÓSITO 3. La adoración. Que todo lo que haga sea para agradar a Dios (Col 3:22-24)(Jn 4:23). Dios no quiere ser solo el primer lugar en mi vida, sino todo en ella.
PROPÓSITO 4. Que nos integremos a la familia de Dios (1 Cor 12). Integrarnos a la familia de Dios no implica solo asistir a los servicios, sino ser una parte activa en ella, independientemente de nuestras diferencias. Somos hermanos y nos integramos y participamos activamente unos con otros, no porque seamos iguales y pensemos igual, sino porque somos hijos de un mismo Padre. Un montón de personas en la Iglesia Cristiana no aceptan ni aman a otros porque no son iguales a ellos (en sus normas, en sus ritos). Se nos olvida que en la carne, los hermanos no pensamos igual, no nos vestimos igual, no hacemos lo mismo, etc., pero ello no implica que no seamos hermanos. Somos hermanos porque somos hijos de un mismo padre. Igual es en la Iglesia. No somos hermanos porque seamos iguales sino porque somos hijos de Dios. Lo curioso de ello es que muchas de esas personas rechazan a sus hermanos en Cristo obviando el hecho fundamental de que ellos son amados por Dios, lo que implica que se ponen más exigentes que Dios para amar a sus hermanos. Integrarnos a la familia de Dios, pertenecer plenamente a la familia de Dios, implica dar y recibir. Para ello Dios nos ha dado a cada uno dones para que demos de ellos a nuestros hermanos, así como los ha dotado a ellos de dones para que nos den a los demás de ellos (1 Cor 12). Necesitamos servir en nuestra congregación local (el servicio nos lleva a la madurez de carácter en Cristo).
PROPÓSITO 5. Formar nuestro carácter de acuerdo al carácter de Cristo (Rom 8.28-29, Gal 5:22-23) que es el mismo carácter del Padre. Y ese carácter lo forma Dios en nosotros a través de todas las circunstancias de nuestra vida, sean positivas, negativas o neutrales. Es más, como Dios quiere formar cada una de las partes del fruto del Espíritu en nosotros (amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, humildad y dominio propio), el va a permitir situaciones en nuestra vida donde no existan ninguna de esas cosas, para que necesitemos echar mano de la guianza, la dirección, la sabiduría y el poder de Su Espíritu, para que se manifiesten esas características en medio de la situación. Es decir, si necesitamos desarrollar amor, va a poner a nuestro lado a personas difíciles de amar, para que echemos mano de Su amor para amarlas; si necesitamos desarrollar gozo, va a permitir situaciones que no nos lo produzcan, para que hechos mano de Su gozo para pasar en medio de la situación; si necesitamos desarrollar paciencia, va a permitir situaciones en nuestra vida que nos produzcan impaciencia, para que echemos mano de Su paciencia y así poder superar esa situación, y así sucesivamente.
PROPÓSITO 6. La mayordomía (1 Ped 4:10-11). De acuerdo a los dones que Dios nos ha dado, necesitamos ministrarlos a los demás, como buenos administradores de Su multiforme gracia. Dios nos da todas las cosas para que las administremos de acuerdo a sus principios, para que las disfrutemos y para que con ellas bendigamos a otras personas. La mayordomía no implica solo el dinero, implica todas las cosas: el trabajo, el tiempo, el medio ambiente, las relaciones con las demás personas, etc., para que la abundancia nuestra supla la escasez de otros, y viceversa (2 Cor 8 y 9, Gen 12:1-3). Necesitamos ser fieles en esa administración como nos enseña la Palabra (1 Cor 4:2).



Amando al prójimo.
Ello sucede de tres formas por lo menos.
PROPÓSITO 7. El Evangelismo. En 2 Cor 5:17-18 la Palabra nos enseña que si somos nuevas criaturas en Cristo hemos recibido el ministerio de la reconciliación, en primer lugar, de las personas con Dios, es decir, el ministerio de compartirles y testificarles de Cristo para que la venda que los tiene cegados en su entendimiento sea quitada (2 Cor 4:4) y puedan aceptar en sus vidas el sacrificio de Cristo en la Cruz por sus pecados y Su Señorío (Rom 10:8-10).
PROPÓSITO 8. El propósito derivado del Evangelismo, y complementario con este, es el Discipulado (Mat 28:18-20). Es decir, el desarrollo y crecimiento de la persona en la vida en Cristo, enseñándoles a guardar todo lo que Dios nos ha mandado, enseñándoles a alcanzar cada uno y todos los propósito de Dios para sus vidas. El Evangelismo es un evento, el discipulado es un proceso. El evangelismo es la puerta y el discipulado es el camino (Jn 14.6).
PROPÓSITO 9. Servir (Mar 10:42-45). No es una opción, es parte del estilo de vida del creyente en Cristo. Es complementario a desarrollar el carácter de Cristo en nosotros (Fil 2:1-8). Además es parte de la necesidad de la nueva naturaleza que hemos recibido en la salvación. Así como para el pecador lo natural es pecar, para el hijo de Dios lo natural es servir. Es una necesidad de nuestra nueva naturaleza que a su vez la desarrolla.
PROPÓSITO 10. Transformación. Este propósito constituye la segunda parte de lo que nos enseña la Palabra en 2 Cor 5:17-20, respecto del ministerio de la reconciliación. Luc 19:10 nos enseña que Jesús vino a rescatar todo lo que se había perdido, y lo que se perdió en la caída no fue solamente la relación con Dios, sino también la relación con las personas y con las cosas (la creación de Dios). Parte de la reconciliación es reconciliar todo con Cristo (Rom 8:19-21, Col 1.18-20), es decir, que nuestra relación con ellas y entre ellas sea una relación fundamentada en los principios de la Palabra de Dios (el Reino de Dios y Su Justicia, Mat 6:33). Ello significa que nuestras actividades y relaciones se enmarquen dentro de lo que dice la Palabra de Dios, lo que implica que el cristianismo que profesamos no solo debe invadir nuestra vida privada, sino nuestra vida completa en todos sus ámbitos, actividades y relaciones. Mat 13.33 nos enseña que el Reino de Dios es como una mujer que tomó tres medidas de levadura, las metió adentro de la mesa y leudó toda la masa, lo que implica que la iglesia (la mujer) prepara tres medidas de levadura (los creyentes) en la masa (el mundo) para transformarlo (leudó la masa). Dios no solo quiere salvar personas, quiere transformar el mundo (venga Tú Reino, hágase Tu voluntad en la tierra como en el cielo, Mat 6:10). Por eso también nos enseña que somos la luz del mundo y la sal de la tierra (la luz y la sal transforman lo que tocan) (Mat 5.13-16). Los creyentes verdaderos en Cristo somos los agentes de Dios de la transformación del mundo.



Los propósitos de Dios y nuestro diseño e historia.
Todos estos propósitos son para todos los creyentes, no es que solo tengamos que llevar adelante uno solo. Quizá vamos a tener una inclinación mayor hacia algunos de ellos que hacia otros, pero ello no implica que podamos dejar algunos de lado y solo nos concentremos en otros. Necesitamos crecer en todos, aunque por cuestiones de diseño e inclinación, vamos a tener más facilidades con llevar adelante alguno o algunos de ellos.
La pregunta es como llevarlos adelante. Cada uno de nosotros fuimos diseñados con capacidades y características específicas y con una historia específica (Sal 139.13-16, Sal 33:15-16) para desarrollar esas capacidades y características. Cada uno de nosotros, entonces, de acuerdo al diseño de Dios y a su historia, fuimos diseñados por Dios para desarrollar esos diez propósitos en formas particulares en el contexto o ámbito en que vivimos (Hch 17:26), en el cual Dios nos puso para ello.
Unos vamos a tener más facilidades que otros para cumplir esos propósitos en el campo de los negocios, otros en el campo de la educación, otros en el arte, otras en su trabajo como amas de casa, otros en la iglesia, y así en alguno de los campos de actividad humana.
Dios formó nuestro cuerpo y nuestra alma (tamaño, color de ojos y de pelo, emociones, pensamientos, habilidades, capacidades, carácter, temperamento, personalidad, etc.), que fueron puestas en nosotros desde el vientre de nuestra madre en forma de semillas que son desarrolladas a través de nuestras experiencias de vida (que El también diseñó). El Reino de Dios es como una semilla que necesita sembrarse y regarse y crecer para dar fruto. Dios ya nos dio las semillas de todas las cosas que pide de nosotros (Sus propósitos), necesitamos desarrollarlas a través de la práctica diaria de llevarlos adelante a través de todas las experiencias de vida que El permite (Rom 8.28-29). Además nos dio el Espíritu Santo para que nos guíe en el proceso (Rom 8:14).
Lo único que puede impedir que cumplamos esos propósitos es que aceptemos las mentiras del enemigo para no llevarlos adelante (que no somos capaces, que no somos espirituales, que no podemos, etc.; Jn 8:44). Por ello necesitamos destruir esas mentiras con la Palabra de Dios (2 Cor 10:4-6), la fortalezas y argumentaciones que el diablo ha levantado en nuestra mente al creer sus mentiras (sus dardos de fuego malignos).
Hch 17:26 implica que Dios nos diseñó para vivir en un lugar y en un tiempo específico con personas específicas, porque Dios nos creo para bendecirles a ellas. Somos los instrumentos de Dios para llevar adelante sus propósitos generales en medio de personas para las cuales El nos diseñó. Dios nos diseñó pensando en las personas a las cuales nos llamó a bendecir (las que están a nuestro alrededor), y diseñó nuestras experiencias de vida para bendecirlas a ellas (2 Cor 1:3-4).
Fuimos diseñados los unos para los otros, para bendecirnos los unos a los otros, no hay casualidades. Todo corresponde a un plan maravilloso de Dios diseñado desde antes de la fundación del mundo (Efe 1:4). Dios no quiere solo que usted venga a la Iglesia, sino que venga a ser formado, preparado, animado e involucrado en el cumplimiento de todos Sus propósitos para usted, para vivir en la abundancia de vida que El tiene para usted y para mí. Dios creó un lugar, un tiempo y todo un ambiente para cada uno de nosotros para que pongamos en práctica todos sus propósitos y venga bendición plena a nuestras vidas, como hizo con Adán: lo puso en un huerto específico, en un tiempo específico, para un fin específico (cuidar y labrar la creación –personas, cosas, relaciones-- a su alrededor, Gen 2.15)



Conclusión.
Ya conocemos los propósitos generales de Dios para nuestras vidas.
Podemos reconocer Su diseño para nosotros en nuestras habilidades, capacidades y características personales, así como en nuestra historia, para poder reconocer el lugar, el tiempo y las personas para llevar adelante Sus propósitos.
Ahora, necesitamos buscar al Señor para que El nos dé la visión específica para nuestras vidas, la meta de nuestras vidas, en cuanto al cumplimiento de Sus propósitos para nosotros. Y ello solo podemos encontrarlo buscando al Señor con todo nuestro corazón y para obedecerle a El. Si ello es así, Dios nos mostrará Su visión específica porque El no es Dios ni Padre de confusión, sino de orden, de luz, de claridad, y El quiere que nosotros tengamos un claro entendimiento de Su visión para nosotros.






25 Mayo 2012