Estudio Bíblico

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Módulo 204. Cosmovisión Bíblica.



PENSAMIENTO OCCIDENTAL VRS PENSAMIENTO BÍBLICO.



Mundo espiritual vrs. mundo natural.
La forma de pensamiento occidental afirma que el mundo espiritual es un lugar interior, privado, en tanto que el mundo natural es un lugar público, exterior, y que entre ambos no existe una relación, sino más bien una separación, y ambos no tienen que ver el uno con el otro.
Esto es contrario a lo que nos enseña la Palabra en:
• Heb 11:3: Por la fe entendemos haber sido constituido el universo por la palabra de Dios, de modo que lo que se ve fue hecho de lo que no se veía.
• Mat 16:19. Y a ti te daré las llaves del reino de los cielos; y todo lo que atares en la tierra será atado en los cielos; y todo lo que desatares en la tierra será desatado en los cielos.
La aparente separación entre el mundo espiritual y el mundo natural no es más que una ficción de lo que algunos quisieran que fuera porque es conveniente separar a Dios de todos los aspectos de nuestra vida para hacer lo que queramos, pero no es y que más temprano que tarde degenera en una esquizofrenia generalizada tanto en los campos de la vida natural, como en el campo de la vida espiritual.



Fe, revelación y creencias vrs. razón, observación y conocimiento.
Las forma de pensamiento occidental afirma que el ámbito de la revelación es exclusivamente el mundo espiritual, en el cual conocemos creyendo, y que la revelación no es una forma válida de obtener conocimiento del mundo natural y social, sino solo del mundo espiritual. En contraposición, el mundo de la razón es el natural, en el que conocemos mediante la observación científica (escuchar, ver, sentir, oír, tocar, razonar, conocer). En un intento por acercar el evangelio al mundo, la teología tradicional ha adoptado el método científica para sistematizar los conocimientos acerca de Dios, dando como resultado que todo aquello que es del campo exclusivo de la revelación y lo sobrenatural, que no se pueden explicar de otra manera sino por la revelación, no tengan cabida en la teología tradicional.
Una consecuencia de esta forma de pensar es lo que el mundo dice de nosotros los cristianos y de nuestra fe: que es ciega, según ellos porque no se basa en la razón ni la observación de hechos naturales, lo cual no es más que el resultado de su ignorancia acerca del mundo de la fe, al que consideran locura (1 Cor 2:14).
La fe se basa, fundamentalmente, en la razón derivada de la experiencia vivencial del conocimiento de Dios (1 Cor 1:18-24) y en el conocimiento de Su Palabra (Rom 10:17). Es igualmente resultado de la razón, observación y conocimiento (como el conocimiento natural) y de su interpretación a la luz de la Palabra de Dios, y de la revelación, un nivel de conocimiento por encima de los tres mencionados (Isa 55:7-9, Deut 29:29).
Dios nos pide una fe obediente, no ciega, informada por la Palabra de Dios, de tal manera que para la fe, es básico el conocimiento, y el conocimiento de la Palabra (Rom 10:17, Mat 13:19-23). Por el otro lado, Dios no es un Dios que bendiga la ignorancia, más bien la reprende y hace ver las consecuencias de ella (Ose 4:6, Mat 22:29, Mar 12:24) para incitar a los creyentes a conocer, no solo las Escrituras (Jn 5:39, Jn 8:32), sino a la luz de éstas, todo lo que sucede en el mundo a su alrededor (1 Cro 12:32).
En realidad nuestra fe es una fe informada, una fe razonada, una fe entendida; lo que menos tiene es de ciega, y mucho menos, tonta.



Religión vrs. ciencia.
Otra consecuencia de la forma de pensar del mundo occidental es el argumento de que la religión provee las explicaciones del mundo espiritual pero no las del mundo real cuyas explicaciones las provee la ciencia. De esa manera se establecen barreras infranqueables e irreconciliables de los cristianos hacia la ciencia, y de los científicos hacia la fe y el cristianismo.
Sin embargo, la ciencia, en su aspecto general y al ser un resultado de la actividad creativa del ser humano que deriva de la imagen y semejanza de Dios, actividad creativa que es la que permite su nacimiento y desarrollo, es una producto de Dios y su objeto es el estudio, clasificación y utilidad de la Creación de Dios, y ello no puede suceder eficientemente sin recurrir al Creador de esa creación para conocerla mejor. No tomar en cuenta a Dios en lo científico es equivalente a comprar y comenzar a utilizar un aparato que no sabemos para que funciona y comenzarlo a usar según nuestro criterio y no según el criterio de aquel que lo fabricó para un uso definido.
De hecho, la ciencia es un producto de la Creación de Dios. Gen 2:8-9 nos enseña que Dios plantó el huerto del Edén donde colocó a Adán y en ese huerto existía el árbol de la ciencia del bien y del mal que Dios había creado y una de las atribuciones del Espíritu Santo es, precisamente, guiar al ser humano hacia el encuentro de los principios de la ciencia mediante una de sus características: que es Espíritu de Ciencia (Exo 31:3, Exo 35:31, 2 Cro 1:11-12).
Por lo tanto, desde la perspectiva cristiana y bíblica, la ciencia y la religión verdadera no deberían ser contrarias, sino más bien, complementarias en el sentido de que la ciencia debería buscar y fundamentar sus conocimientos a la luz de la Palabra de Dios, debería corroborar los hechos manifestados en la Biblia en lugar de luchar enconadamente en contra de ella, lucha por cierto inútil y peligrosa (Rom 1:18-31), es decir, ciencia y religión deberían ir de la mano todo el tiempo, apoyándose mutuamente.



Valores vrs. hechos.
Según la forma de pensamiento occidental, los valores son un asunto privado de elección personal que no tiene relevancia en el ámbito público (política, economía, arte, ciencia, educación, tecnología, cultura, etc.) donde reinan los hechos, no los valores. Esta afirmación es una contradicción en sí misma, porque al afirmarlo esgrime como propio un valor (anti-valor desde la perspectiva de los valores del cristianismo): la carencia de valores.
Nos guste o no, nada en el mundo natural es neutral: todo tiene un carácter moral explícito o implícito (Mat 12.30, Luc 11:23, Deut 30:19-20, Mat 7:13-14, Apo 3:15-16). Aún la falta de valores morales determina un carácter moral.
La falta de valores positivos, permanentes, de total aceptación en la sociedad, deriva, tarde o temprano, primero en una ética situacional, en la que es la situación y las conveniencias lo que determina si una cosa es buena o no en un momento determinado, pero más adelante, en las mismas condiciones pero bajo otras conveniencias, lo que antes era positivo, se torna en negativo. Y una situación de este tipo, tarde o temprano va a terminar en la inmoralidad, como lo demuestran los últimos cuarenta años de la historia humana (1968 en adelante) cuando, segmentos cada vez más crecientes de la humanidad comenzaron a renunciar a los valores cristianos en el mundo occidental, y se disparó un alarmante y siempre en ascenso incremento en una serie de situaciones que denotan el carácter moral de nuestras sociedades: aborto, homosexualidad, abuso, violaciones, adulterio y fornicación, madres solteras, corrupción, soborno, etc., (Rom 1:18-31).
Esta aparente separación entre los valores y los hechos, ha sido propiciada, desde más o mismo ese tiempo, por amplios sectores involucrados en el quehacer científicos, que redefinen la ciencia como libre de valores (a los que llama prejuicios), amoral, imparcial en ese sentido. Pero Esta posición de la supuesta imparcialidad de la ciencia en cuanto a los valores y su posterior divulgación e implementación a todos los campos del quehacer humano, es lo que ha hecho que los descubrimientos de la ciencia, en muchos casos, en lugar de servir al desarrollo de una humanidad mejor, más moral y ética, ha derivado en una humanidad más caótica y en el creciente reinado de la inmoralidad en todos los campos de la actividad humana al dejarlos libres de la actividad reguladora de los límites morales (Deut 30:19-20).
La situación ha llegado a tales extremos que, en los últimos años, ante el creciente reconocimiento del tremendo error que implica la falta de la consideración de valores morales firmes dentro de los ámbitos de la actividad humana ha dado lugar, por ejemplo, al aparecimiento de la Bioética, que es una rama de la ciencia que está tratando de proponer límites morales a la actividad científica (lo que es posible o no hacer dentro del campo de la ciencia), el movimiento de la responsabilidad empresarial en el campo de los negocios, el movimiento de la transparencia en el campo gubernamental, etc.
En conclusión, ni los valores pueden estar separados de los hechos ni los hechos de los valores. En la práctica, los valores son los que le dan contenido a los hechos y nos permiten una respuesta coherente ante ellos, y los hechos van a someterse a los principios cuando éstos entren en acción. Los valores y/o principios son las leyes que gobiernan la vida y que permanecen constantes a pesar de los cambios, y sirven para proteger a las personas y las cosas de las circunstancias y fueron diseñados para simplificar la vida. Ignorarlos significa dejar sin protección a las personas y las cosas, y ello genera abusos y complicaciones en nuestras relaciones con las demás personas y con las cosas y el ambiente.



Iglesia vrs. Estado y Organizaciones Sociales.
Derivado de todas las dicotomías anteriores, entonces, el resultado natural es la separación entre la iglesia y el mundo social. Se relega a la iglesia al mundo espiritual y el estado y las organizaciones sociales se responsabilizan por lo que sucede en la vida diaria. En la práctica, ello implica, no solo la separación de la iglesia de lo social, sino también sacar a Dios y sus principios y valores éticos de todo lo social y reducirlo al imperio de lo puramente humano, la ética situacional, y en última instancia, la inmoralidad (aunque ello no sea reconocido de esa manera por todos aquellos que tienen una fobia irracional a todo lo que sea Dios, porque no quieren dejar de andar en sus tinieblas de vida, Jn 3:19-20). Esta forma de pensamiento:
• Circunscribe a la iglesia a la evangelización, mientras que las tareas del trabajo, los negocios, la educación, la cultura, el desarrollo, etc., deben ser realizadas por y dentro de las organizaciones sociales, por ello cuando alguna de esas actividades quiere ser realizada como parte de una actividad ministerial, en la mayor parte de las veces no se realizan directamente por la iglesia sino que a través de una organización para-eclesiástica, la mayor de las veces, externa.}
• Limita a la iglesia a la enseñanza teórica y aplicaciones inmediatas del amor a Dios y el amor al prójimo, en tanto que la acción social (la restauración de las relaciones económicas, sociales y políticas entre las personas), que debería ser una forma práctica de extensión de este mandato, se le asigna al estado y a las organizaciones sociales y de desarrollo para que la realicen con criterios científicos, la mayor parte de las veces, sin sustento espiritual.
• Circunscribe la tarea redentora de Cristo solo al ámbito de lo espiritual, personal y privado.
Como consecuencia de esta forma de pensamiento influyendo en el pensamiento cristiano occidentalizado el mundo queda, aparentemente, abandonado, en el mejor de los casos, a la influencia del humanismo sin Cristo, y en el peor, bajo la influencia del poder del diablo (satanización de lo “secular”), reduciendo, con demasiada frecuencia, la obra transformadora de Dios a realidades espirituales y dejamos que la ciencia y la tecnología se ocupen de los asuntos terrenales.
Sin embargo, el pensamiento bíblico, la cosmovisión de Dios acerca de todas las cuestiones del mundo social y natural, indican todo lo contrario:
• Rom 11:36: todas las cosas (espirituales, sociales, naturales) son de Dios, por Dios y para Dios.
• Col 1.15-20: todas las cosas (espirituales, sociales, naturales) deben estar bajo el Señorío de Cristo.
• Jn 3:16: Dios amó de tal manera al mundo (no solo a las personas sino a toda su creación, las cosas espirituales, sociales y naturales)), que envió a Su Hijo al mundo para rescatarlo completamente de todas las obras de las tinieblas (Luc 19.10) y de los resultados de la separación de todas las cosas de Dios (Rom 8:19-21) como resultado de la caída del ser humano (Gen 3).
• La labor de los creyentes no se circunscribe solo al ámbito de lo eclesiástico sino que tiene lugar en cualquier lugar en que se encuentre operando, como un elemento de transformación (Mat 5:13-16, Mat 13.33) para traer todas las cosas bajo el señorío de Cristo (Col 1:20) reconciliándolas con El como ministros de la reconciliación (2 Cor 5:18-20) y construyendo, con la ayuda de Dios por medio del Espíritu Santo, el Reino de Dios en la tierra para que Su Reino venga y se cumpla Su voluntad tanto en el cielo como en la tierra (Mat 6:10).



Trabajo espiritual vrs. trabajo secular.
Como consecuencia de la forma de pensamiento occidental, el trabajo se separa en dos tipos: el espiritual, eclesiástico que se “sacraliza”, y el trabajo “secular”, en el mundo social y natural, que se “carnaliza” o “sataniza”, siendo para los cristianos, de alta estima el primero, y de baja estima el segundo, aún cuando la mayor parte de los cristianos desarrolla sus labores en este segundo tipo de trabajo, por lo que, en una gran cantidad de casos, viven con una dicotomía en su corazón:
• Por un lado saben que necesitan trabajar en lo “secular” y esforzarse para mantener la estabilidad de sus trabajos de la que depende la calidad de vida material que puedan proveer para sus familias.
• Pero por el otro lado, por sus deseos de agradar y servir a Dios plenamente, viven con un constante rechazo a estos trabajos deseando ser “absorbidos” por el trabajo espiritual eclesiástico.
• Otra consideración que deriva de este pensamiento es la que se refiere al ministerio: solo son ministeriales las tareas que se hacen dentro del ámbito de lo eclesiástico y no lo son las que se hacen en el ámbito “secular”.
Todo ello es una total, completa y absoluta contradicción con el pensamiento de Dios expresado en la Biblia.
• El hombre fue creado por Dios a Su imagen y semejanza (Gen 1:26-27) para trabajar (Gen 2.15, Gen 1:28) en el ámbito de lo social y natural, y ello no cambió a pesar de la caída (Gen 9:1-20).
• Cuando Dios llama al ser humano a trabajar en Su Creación, lo llama a trabajar en ella como un ministerio, es decir, como un servicio a Dios y a Su pueblo.
• El trabajo eclesiástico, en el principio, siempre estuvo asociado con el trabajo en el mundo natural y social (Gen 4:1-.4, Gen 8:20 más Gen 9:20; Gen 12:8, Gen 13.1-4, Gen 14:18), por cuanto, el trabajo eclesiástico no aparece como algo distinto al trabajo en el mundo natural y social, sino hasta que el pueblo de Israel es librado de la esclavitud en Egipto, en el período de los cuarenta años que estuvo en el desierto, y su posterior introducción a la tierra prometida (Exo 29). Cuando se da esta separación no se da porque un trabajo es “carnal” y el otro “sacro”, sino simplemente por la especialización de trabajo derivada del crecimiento de la población.
• La Palabra de Dios en Apo 1:5-6 nos enseña que todo creyente en Cristo, ha sido hecho (no va a ser hecho), un rey y sacerdote para Dios, lo que implica una persona que trabaja en el mundo social y natural al igual que una persona que labora en el mundo eclesiástico o espiritual. Los creyentes, por tanto ostentamos esa doble categoría, independientemente del campo de actividad humana donde desarrollemos la mayor parte de nuestra actividad laboral en una fehaciente muestra que para Dios no existe separación entre lo “secular” y lo “sacralizado”.
• Dios, en Col 3:22-24, nos llama a glorificar su Nombre a través de nuestra trabajo, independientemente de donde lo realicemos, re-elevando el trabajo “secular”, que por efectos del legalismo farisaico había sido degradado a una categoría inferior, a un trabajo como para Dios y no para los hombres.



Testimonio eclesiástico vrs. testimonio secular.
Las dicotomías del pensamiento occidental, introducidas en la Iglesia cristiana por haber asumido la forma de pensar occidental para la interpretación de la Biblia, también trajeron como consecuencia una disgregación o desintegración en el testimonio de vida de las personas: se comportan de una manera en la iglesia y de otra en los demás ámbitos de la vida. Los valores que rigen la vida eclesiástico no son los mismos que rigen la vida en el ámbito de lo “secular” (trabajo, relaciones sociales, etc.). Cumplen los preceptos bíblicos en las actividades eclesiásticas, pero sus vidas laborales y en el ámbito social las viven bajo otros valores. Como resultado de ello, sus testimonios de vida no manifiestan “integridad” sino “disgregación”, y ello tiene efectos importantes en su calidad de vida (que va a depender de la obediencia en todo lugar y tiempo, Deut 28:1-14, Sal 1:2-3) y en su relación con Dios, ya que solo los íntegros moraran delante de su presencia (Sal 15.1).



Consecuencias.
Algunas de las consecuencias de la prevalencia del pensamiento occidental en el mundo no cristiano, y dentro de la iglesia también, producen las siguientes consecuencias:
• Todo lo “secular” es independiente de la evangelización y la religión.
• Dejamos de lado un aspecto igualmente central que enlaza ambos aspectos: el cambio cultural, es decir, la renovación de los patrones de conducta individuales y sociales que reproducen los patrones pecaminosos carnales en todos los demás ámbitos de la vida diferentes al eclesiástico (individual, social, natural, relaciones, actividades, etc.
• Limitamos el alcance del pecado y el evangelio solo a lo individual, lo que implica nuestra incomprensión del alcance del pecado en el mundo de la economía, la política, la cultura, la educación, la ciencia, la tecnología, el arte, etc., rechazando que la labor redentora y salvífica de Dios se extienda a este mundo confuso y pecaminoso (Rom 8:19-21).
• Para nuestra labor espiritual recurrimos a la iglesia y a la Biblia, pero para las labores “seculares” en general nos volvemos a la ciencia, dando por sentado que loa ubicación de la causa y efecto de las cosas que suceden en el mundo terrenal están exclusivamente en el mundo material, lo que puede generar, y de hecho genera, una pérdida de credibilidad en la Palabra de Dios como norma infalible y autoritativa de vida, evidenciada en ciertas denominaciones que se llaman a sí mismas cristianas, pero que sostienen la teoría de la evolución, toleran y hasta aceptan y justifican el estilo de vida gay, asumen posiciones políticamente contrarias a los principios de la Palabra de Dios, etc.).
• No se ve la necesidad de la oración, el ayuno, la guerra espiritual, la intercesión, etc., como herramientas para útiles para la vida laboral, económica, social, política, científica, etc.
• Hay una muy baja participación (y muchas veces, menospreciada y estigmatizada), casi nula, e irrelevante, de los cristianos en la transformación social o para trabajar por la justicia.
• Amplios sectores del cristianismo manifiestan una separación y diferenciación entre lo que hacen en la vida cotidiana y la vida espiritual, cuyas consecuencias se pueden reducir a una sola frase: un divorcio entre fe y vida.
• Todo ello da como resultado un cristianismo escapista, esquizofrénico, evasionista que se abstrae de las realidades del mundo terrenal, al igual que el sacerdote y el levita de la parábola del buen samaritano (Luc 10:25-37), que viendo al hombre medio muerto a la orilla del camino, en una muestra de desamor, pasan de largo bajo el pretexto de sus muchas ocupaciones “espirituales” olvidándonos de las enseñanzas de la Biblia respecto a la necesidad del involucramiento de los cristianos en todos los campos de la vida social para la transformación y el discipulado de nuestras naciones (Est 4:13-14 y 8:6, Jer 15.19, Rom 8:19-21, Mat 13:33, Mat 5:13-16).
Todo ello nos indica la urgente y prioritaria necesidad de arrepentirnos porque hemos sido negligentes en cuanto a renovar el espíritu de nuestro pensamiento para tener una acción cristiana bíblica de acuerdo con la voluntad de Dios, y reconocer nuestra necesidad de aplicarnos al entendimiento de la Cosmovisión de Dios, incorporarla como único punto de partida para nuestro pensamiento en todas las áreas de la vida, y comprometer todos nuestros esfuerzos para redefinir nuestra teología completa a la luz de esa cosmovisión, ayudando a nuestros hermanos en la fe que estén a nuestro alcance, a conocer, entender y aplicar esa cosmovisión a sus propias vidas y a sus actividades.




Conclusiones.
El hecho de ser creyentes no implica que automáticamente tengamos una cosmovisión cristiana de la vida (Rom 12:2, Efe 4:22-24). Para que nuestro cristianismo sea eficiente y efectivo en un mundo caído, y para alinearnos a lo que Dios está haciendo en él, necesitamos ajustar nuestra cosmovisión (como vemos el mundo) a la perspectiva de Dios (desarrollar una cosmovisión auténticamente cristiana, solo La Biblia sin contaminación del pensamiento del mundo).
Para ello, en principio, necesitamos romper con el paradigma de que existen un mundo secular y un mundo eclesiástico o espiritual sin conexión alguna, y retomar la perspectiva bíblica de la unidad de lo espiritual y lo natural (Heb 11:3), y el señorío y soberanía de Dios sobre todo lo que es y existe (Jn 3:16, Rom 8:19-21, Efe 1:9-10, Col 1:15-20, Rom 11:36).
No debemos limitar la acción de Dios y de nuestro cristianismo a lo individual, privado, personal y familiar. Necesitamos extender la acción de dios y la nuestra como cristianos hacia los campos de negocio, trabajo, social, político, educacional, científico, cultural, gobierno, desarrollo, económico, financiero, etc. El gobierno de Dios se extiende tanto a lo espiritual como a lo material y lo natural (Sal 24:1).
La labor redentora de Cristo es necesaria dondequiera que haya penetrado el pecado (Luc 19.10, Mat 28:18-20). En consecuencia, necesitamos redefinir nuestra comprensión de la salvación para que sea más inclusiva e integral sin que pierda su significado en cuanto a la restauración de nuestra relación con Dios.



BIBLIOGRAFÍA.

“La Fe Cristiana frente a los desafíos contemporáneos”.
John R. W. Stott.
Libros Desafío. CRC Publications. Primera reimpresión, 1999.

31 Ene 2012