Estudio Bíblico

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Módulo 116. Dones espirituales.



ABUSO DE LOS DONES.



1 Generalidades.

El contexto en el que está situada la mayor enseñanza de los dones en la Palabra de Dios, que es la Primera Epístola a los Corintios (una epístola de corrección a las cosas que se encontraban haciendo mal en la iglesia), es sumamente aleccionadora en cuanto a los abusos de los dones, que es algo posible de producirse debido a nuestras mentes no renovadas, la imperfección que como creyentes todavía llevamos en nosotros mismos, y al pecado que nos asedia y del cual nos vamos despojando (o deberíamos despojarnos) en el transcurso de nuestro caminar cristiano.

Los dones pasan a ser “nuestros” cuando los recibimos y podemos hacer un buen uso o abusar de ellos, del mismo modo que podemos hacerlo con cualquier don natural (inteligencia, conocimientos, habilidades, etc.). El hecho de que la ocasión y frecuencia de su uso estén sujetos, por lo menos en alguna medida, a nuestra voluntad, y de que podamos abusar de ellos, no los hace menos divinos de la misma manera que el abuso de la Gracia y Misericordia de Dios, no las hace menos divinas (no hay tal cosa como “gracia barata”). Tampoco el hecho de que se les use de mala manera los hace ser menos auténticos. El hecho de que Balaam no fuera agradable a los ojos de Dios, no por ello la Biblia y Dios mismo lo dejan de llamar profeta o pierde su don y su llamado. Igual cosa sucede con Sansón, David, Moisés, etc.

La responsabilidad del adecuado uso de los dones, y de sus límites, Dios la pone en nosotros, lo que obviamente significa que podemos y debemos controlar su uso, y Dios mismo espera que lo hagamos de ese modo. Cualquier confusión, desorden, abuso o mal uso de los dones no es responsabilidad de Dios sino del que los opera porque Dios no es Dios de confusión sino de orden y el nunca transgrede su palabra (1 Cor 14:33, Num 23.19

“Seguid el amor; y procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis. Porque el que habla en lenguas no habla a los hombres, sino a Dios; pues nadie le entiende, aunque por el Espíritu habla misterios. Pero el que profetiza habla a los hombres para edificación, exhortación y consolación. El que habla en lengua extraña, a sí mismo se edifica; pero el que profetiza, edifica a la iglesia. Así que, quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis; porque mayor es el que profetiza que el que habla en lenguas, a no ser que las interprete para que la iglesia reciba edificación.” (1 Cor 14:1-5).

“Por lo cual, el que habla en lengua extraña, pida en oración poder interpretarla. Porque si yo oro en lengua desconocida, mi espíritu ora, pero mi entendimiento queda sin fruto. ¿Qué, pues? Oraré con el espíritu, pero oraré también con el entendimiento; cantaré con el espíritu, pero cantaré también con el entendimiento. Porque si bendices sólo con el espíritu, el que ocupa lugar de simple oyente, ¿cómo dirá el Amén a tu acción de gracias? pues no sabe lo que has dicho. Porque tú, a la verdad, bien das gracias; pero el otro no es edificado. Doy gracias a Dios que hablo en lenguas más que todos vosotros; pero en la iglesia prefiero hablar cinco palabras con mi entendimiento, para enseñar también a otros, que diez mil palabras en lengua desconocida.” (1 Cor 14:13-19).

“Si, pues, toda la iglesia se reúne en un solo lugar, y todos hablan en lenguas, y entran indoctos o incrédulos, ¿no dirán que estáis locos? Pero si todos profetizan, y entra algún incrédulo o indocto, por todos es convencido, por todos es juzgado; lo oculto de su corazón se hace manifiesto; y así, postrándose sobre el rostro, adorará a Dios, declarando que verdaderamente Dios está entre vosotros. ¿Qué hay, pues, hermanos? Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación. Si habla alguno en lengua extraña, sea esto por dos, o a lo más tres, y por turno; y uno interprete. Y si no hay intérprete, calle en la iglesia, y hable para sí mismo y para Dios. Asimismo, los profetas hablen dos o tres, y los demás juzguen. Y si algo le fuere revelado a otro que estuviere sentado, calle el primero. Porque podéis profetizar todos uno por uno, para que todos aprendan, y todos sean exhortados. Y los espíritus de los profetas están sujetos a los profetas; 33pues Dios no es Dios de confusión, sino de paz....” (1 Cor 14:23-33).

Siempre, donde hay vida, existe la posibilidad de que se llegue a producir desorden. El diablo, de alguna manera, va a tratar de introducir su desorden para robar, destruir y/o matar la vida que hay allí, de tal manera que si hay vida, inevitablemente existe el peligro del desorden, y es nuestra responsabilidad establecer la forma de controlarlo. Ahora bien, el desorden no se controla quitando la vida, porque si no le hacemos el juego al diablo. Y es precisamente eso lo que se ha hecho en muchas congregaciones para “evitar” la eventualidad de un desorden: se eliminan los dones (tratando de eliminar la posibilidad de desorden) y de paso se elimina la vida. Se convierten en bomberos y apagan el fuego, se han vuelto expertos en manejar autobombas pero no saben manejar el fuego, ignorando que el uso adecuado del fuego sirve a la vida. Eso, en el mundo de la medicina, sería equivalente a que, por el hecho de que su mano esté enferma usted la amputara en lugar de llevarla al doctor para que le hagan los exámenes necesarios, determinen la enfermedad, determinen el tratamiento, apliquen la medicina y el correctivo adecuado al mal que está padeciendo, y sanen la mano.

Cuando Pedro se enfrentó a la posibilidad de un mal uso de los dones, intervino inmediatamente, no para retirar los dones de la iglesia, sino para corregir y disciplinar al culpable de querer abusar de ellos.

“Cuando vio Simón que por la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero, diciendo: Dadme también a mí este poder, para que cualquiera a quien yo impusiere las manos reciba el Espíritu Santo. Entonces Pedro le dijo: Tu dinero perezca contigo, porque has pensado que el don de Dios se obtiene con dinero. No tienes tú parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Arrepiéntete, pues, de esta tu maldad, y ruega a Dios, si quizá te sea perdonado el pensamiento de tu corazón; porque en hiel de amargura y en prisión de maldad veo que estás. Respondiendo entonces Simón, dijo: Rogad vosotros por mí al Señor, para que nada de esto que habéis dicho venga sobre mí.” (Hch 8:18-24).

El hecho de que hayan habido falsos profetas y/o profetas que se extravíen del camino (como en el Antiguo Testamento) no hizo que Dios haya dejado de levantar profetas. Aún en medio de los falsos profetas de los últimos tiempos Dios va a levantar profetas verdaderos. Si Dios no apaga o elimina el uso de los dones a pesar de los riesgos inherentes, ¿por qué habríamos de hacerlo nosotros? Si Dios establece disposiciones, límites y parámetros para contrarrestar el posible abuso de los dones, ¿por qué no habremos de aceptarlos nosotros y dejar fluir los dones como al Espíritu Santo le parezca?



2 Formas de abuso de los dones.

En el contexto de 1 Cor 12, 13 y 14, podemos descubrir algunos de los abusos más frecuentes que se pueden presentar en el ejercicio de los dones espirituales:

• La falsificación de los dones (1 Cor 12:3).
• El orgullo (12:21).
• El menosprecio o aprecio diferenciado de las personas de acuerdo al don que Dios les ha dado (1 Cor 12:22-26).
• La división (1 Cor 12:25-26).
• La falta de amor (1 Cor 13).
• El desorden (1 Cor 14).


2.1 La falsificación de los dones (1 Cor 12:3).

Los creyentes estamos inmersos en una batalla entre el bien y el mal (el diablo). Tenemos un enemigo, así como también tenemos armas para luchar contra ese enemigo (los dones). Obviamente, el enemigo va a tratar de neutralizar nuestras armas, y para ello, lo mismo que sucede en la guerra natural, va a tratar de engañarnos introduciendo sus “espías” dentro de nuestro ejército, “espías” que, utilizando imitaciones de nuestras mismas armas traten de robarnos la fe en las mismas y que las desechemos. Esos son los falsos hermanos y ministros, que imitando los dones verdaderos de Dios, o señalándonos los errores en su utilización, traten de robarnos la fe en los mismos para que los desechemos.

Para ello, el diablo utiliza personas que, consciente o inconscientemente, se dejan utilizar por él para apartar o extraviar a los creyentes del Evangelio (1 Cor 12:3). Por cada don de Dios verdadero, existen falsificaciones mentirosas del diablo y la señal de su falsedad es que quienes ejercen esas falsificaciones no glorifican al Señor Jesucristo, no lo reconocen como su Señor y Salvador y por ende no manifiestan las características del fruto del Espíritu según Gal 5:22-23: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza, sino que el ejercicio de los dones lo que provoca es la manifestación de una o algunas de las obras de la carne según Gal 5:18-21: idolatría (valorar más el don que al Dador de los dones, hacer de los dones el centro de nuestra actividad en lugar de al Señor de los dones), hechicerías (utilizar los dones para manipular a las personas y someterlas a nuestro control en lugar de edificarlas; hacerlas dependientes de la manifestación de los dones y/o de las personas con los dones en lugar de depender del Espíritu Santo), enemistades, pleitos, contiendas, disensiones (causar división en lugar de unidad) celos, iras, envidias (en lugar de apreciar y honrar a todos por los dones, menospreciar a unos y sobre-apreciar a otros, orgullo espiritual, preferencias, etc.), herejías (enseñanzas no bíblicas, rendir culto a los poseedores de los dones en lugar de al Proveedor de ellos), inmundicia, inmoralidad sexual, “venta” de los beneficios de los dones, etc.

Al respecto de estos falsos creyentes Dios nos advierte repetidamente en la Palabra de Dios y principalmente en referencia a los últimos tiempos, cuando se van a multiplicar, hasta el extremo de la bestia y su falso profeta, que harán señales mentirosas.

Los creyentes debemos ejercitar nuestros sentidos para discernir el espíritu que se encuentra detrás de señales que veamos, y evaluar, no según las señales, sino según los frutos que vayan a producir esas señales, no solo en el corto plazo, sino en el largo plazo (una mentira puede sostenerse en el corto plazo, pero no puede sostenerse por mucho tiempo).



2.2 El uso de los dones y el orgullo.

El orgullo es uno de los obstáculos que el diablo va a tratar de meter en nuestra mente y corazón para evitarnos fluir en los dones y en el llamado de Dios, sabiendo que el orgullo es el principio de la caída (de hecho el mismo diablo experimentó eso, por ello es experto en ponernos esta trampa).

Cuando Dios nos utiliza en los dones y comenzamos a ver los resultados de su operación en la vida de las personas, y comenzamos a recibir el reconocimiento de las personas por ello, la primera tentación que vamos a tener es la de apropiarnos del mérito, y ese es el camino al orgullo, lo que nos expone también a la posibilidad de la caída.

“El camino de los rectos se aparta del mal; su vida guarda el que guarda su camino. Antes del quebrantamiento es la soberbia, y antes de la caída la altivez de espíritu. Mejor es humillar el espíritu con los humildes que repartir despojos con los soberbios.” (Prov 16:17-19).

“Igualmente, jóvenes, estad sujetos a los ancianos; y todos, sumisos unos a otros, revestíos de humildad; porque: Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes. Humillaos, pues, bajo la poderosa mano de Dios, para que él os exalte cuando fuere tiempo; echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros. Sed sobrios, y velad; porque vuestro adversario el diablo, como león rugiente, anda alrededor buscando a quien devorar; al cual resistid firmes en la fe, sabiendo que los mismos padecimientos se van cumpliendo en vuestros hermanos en todo el mundo. (1 Ped 5:5-9).

La operación de los dones depende de la Gracia de Dios, y la Gracia de Dios depende de la humildad de nuestro corazón. Por lo tanto, para que los dones operen aún con mayor fuerza a través de nosotros, y seamos de bendición a un mayor número de personas cada vez, necesitamos mantenernos bajo la “sombrilla” de la gracia, y esa sombrilla es sostenida por el “mango” de la humildad. Revistámonos de humildad para glorificar a Dios en todo tiempo por el uso de los dones, en lugar de revestirnos nosotros de soberbia, orgullo, vanagloria, etc., y pretender ser alabados, reconocidos y exaltados nosotros.



2.3 El menosprecio o aprecio diferenciado de las personas de acuerdo a su don.

Los seres humanos tenemos la tendencia a valorar a las personas de acuerdo a lo que hacen o dejan de hacer, y a establecer nuestras clasificaciones de lo que es más o menos valioso en ellas, y a establecer nuestro trato y consideración de acuerdo a esas valoraciones. Y como creyentes, cuya mente todavía está en proceso de renovación de los patrones de pensamiento que arrastramos del mundo, y el ejercicio de los dones puede ser un campo donde esos patrones de pensamiento y conducta se manifiesten dándoles un trato diferenciado a las personas de acuerdo al don que manifiesten. Es muy común observar en las congregaciones, y entre creyentes inmaduros, que a los que sirven (ayudas) se les menosprecia en tanto que a los que predican o enseñan se les sobrevalore. Eso es contrario al Espíritu de Dios ya que en la Palabra encontramos escrito, por lo menos diez veces, que Dios no hace acepción de personas, y que por el hecho de que tengamos diferentes dones y unos sean más notorios que otros, no por ello debemos apreciarnos de diferente manera unos a otros.

“Hermanos míos, que vuestra fe en nuestro glorioso Señor Jesucristo sea sin acepción de personas. Porque si en vuestra congregación entra un hombre con anillo de oro y con ropa espléndida, y también entra un pobre con vestido andrajoso, y miráis con agrado al que trae la ropa espléndida y le decís: Siéntate tú aquí en buen lugar; y decís al pobre: Estate tú allí en pie, o siéntate aquí bajo mi estrado; ¿no hacéis distinciones entre vosotros mismos, y venís a ser jueces con malos pensamientos?” (Sant 2.1-4).

“Si en verdad cumplís la ley real, conforme a la Escritura: Amarás a tu prójimo como a ti mismo, bien hacéis; pero si hacéis acepción de personas, cometéis pecado, y quedáis convictos por la ley como transgresores. Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos.” (Sant 2:8-10).

“Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro. Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan.” (1 Cor 12:21-26).




2.4 La división (1 Cor 12:25-26) y los dones.

Obviamente, el hacer acepción de personas de acuerdo al don que Dios les ha dado, lo que trae es división dentro del cuerpo, y la división es una obra del diablo: el dividió a Adán y a Eva para facilitarles su caída, dividió al pueblo de Israel entre el norte y el sur para debilitarlo, dividió a Saúl de David para evitar el fortalecimiento de Israel, a Judas de Jesús para provocar la crucifixión, y ahora lo hace con los pentecostales y los no pentecostales para evitar la unidad del cuerpo de Cristo.

El diablo sabe que uno podemos contra mil, pero dos podemos contra diez mil; que donde dos o más estamos reunidos y de acuerdo en lo que pidamos, Dios nos lo va a conceder; que mejores somos dos que uno porque nuestras fuerzas en la guerra contra el diablo se multiplican (Ecle 4:9-12), etc. Por lo tanto, el diablo va a tratar por todos los medios de dividir al ejército de Dios para retrasar su inminente derrota (como si ello fuera posible) y aún cuando no lo va a lograr, si nos va a dañar como Cuerpo, si caemos en su juego.

El ejercicio de los dones no debe ser un provocador de división entre el Cuerpo. Debemos ser respetuosos de nuestras diferencias, y no concentrarnos en ellas, sino en lo que nos hace uno: el ser hijos de un mismo Padre y hermanos de un mismo Señor.



2.5 La falta de amor (1 Cor 13) y los dones.

El hecho de que en la Escritura, entre los dos capítulos que hablan de los dones y de su ejercicio (1 Cor 12 y 1 Cor 14) se encuentre insertada la enseñanza sobre el amor, no es una casualidad, sino el reconocimiento poderoso de que el ejercicio de los dones debe ser guiado por el amor, es decir, el interés, la necesidad, el beneficio, la bendición, etc., de los otros, no de nosotros mismos. Los dones, lo enseña reiteradamente la Escritura, es para beneficio de los demás y no para el beneficio propio (Mar 10:42-45). Cualquier uso de los dones diferente a éste, constituye una desvirtuación y un abuso de los dones, muy similar al que pueden ejercer los falsos creyentes infiltrados en nuestras filas por el diablo, y por ende, un pecado delante de Dios, tal como nos lo enseña Mat 7:15-23:

“Guardaos de los falsos profetas, que vienen a vosotros con vestidos de ovejas, pero por dentro son lobos rapaces. Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen uvas de los espinos, o higos de los abrojos? Así, todo buen árbol da buenos frutos, pero el árbol malo da frutos malos. No puede el buen árbol dar malos frutos, ni el árbol malo dar frutos buenos. Todo árbol que no da buen fruto, es cortado y echado en el fuego. Así que, por sus frutos los conoceréis. No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.”

Delante del Señor no vale lo externo de nuestras obras, sino el origen, el corazón que pongamos en ello, y el corazón del ejercicio de los dones es el amor. Solamente el amor es el motivo correcto para el ejercicio de los dones. Cualquier otro motivo (reconocimiento, beneficio económico, búsqueda de privilegios, etc.) tiene que ser rendido delante de Dios con arrepentimiento, confesión y rectificación.



2.6 El desorden (1 Cor 14) y los dones.

Dios es un Dios de orden y no de confusión (1 Cor 14:33) y la manifestación de los dones debe ser hecha en orden para la Gloria de Dios. Por ello, la Escritura dedica un capítulo entero al orden que debe manifestar el ejercicio de los dones, para no darle lugar al diablo, tanto en el corazón de los creyentes como en el de los no creyentes, principalmente si tomamos en cuenta el ejercicio de los dones del Espíritu Santo, que siendo el Espíritu de Dios, es un espíritu de orden y no va a manifestar sus dones desordenadamente. Este capítulo 14 de la Primera Epístola a los Corintios debería ser aprendido casi de memoria por todos los creyentes, después de los capítulos 12 y 13, para que el fluir de los dones cause unidad, edificación, fortalecimiento espiritual, madurez, bendición, glorificación de Dios, etc., en lugar de división, temor, rechazo, menosprecio, crítica, juicio, etc.,



2.7 Deformación, sublimación o apagamiento de los dones.

A veces, por las presiones sociales, culturales y/o familiares, las personas deforman, subliman o sumergen su don, por lo que no se hace evidente a simple vista. Si una persona ha hecho esto, será necesario tiempo, meditación y oración antes que se le presente claro su don personal. Como han sido dados por el Espíritu Santo, necesitamos Su ayuda para reconocerlos y apropiárnoslos, para valorarlos y reconocerlos en otros, complementándonos en la unidad.

Algunas de las razones en que la deformación, sublimación o sumergimiento del don puede ocurrir son las siguientes, y ocurren generalmente, aunque no exclusivamente, en la niñez y la adolescencia, tanto física como espiritual:

• Si las personas significativas tienen un don personal diferente, y si estos admiran y/o respetan a esa persona, entonces pueden rechazar su propio don personal con miras a emular a la persona significativa.

• Cuando no enfocan las situaciones de la forma como lo hace la persona significativa, y esta se molesta, contraria y/o enoja, con tal de evitar estas situaciones pueden tratar de minimizar su don.

• Si no admiran a la persona significativa y esta posee su mismo don personal, entonces probablemente lo van a rechazar como medio de rechazar a la persona significativa.

• Si no admiran a la persona significativa y esta posee un diferente don personal, entonces pueden tratar de exagerar la operación de su don, como medio de rebelión en contra de la persona significativa.

• Cuando la persona posee el mismo don personal que la persona significativa en su vida, y la admira y respeta, el resultado es el pleno florecimiento del don, lo cual le producirá gozo al máximo.



2.8 Ministrar en el don y/o el llamado incorrecto.

Cuando sucede tal cosa, la persona se encuentra fuera de la voluntad de Dios, y por lo tanto no cuenta con el respaldo de Dios para lo que está haciendo. Con todo ello, sin embargo, pueden darse algunos resultados y hasta milagros, porque Dios puede estar respaldando su Palabra, pero ello no implica que está respaldando al que está ministrando.

“No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad.” (Mat 7:21-23).

Cuando ello sucede existe falta de gozo, crecimiento, respaldo, vidas tocadas y transformadas, etc., y en su lugar aparecen el afán y la frustración.

El ministrar en el don y/o el llamado incorrecto no solo implica eso, sino también hacerlo en el tiempo incorrecto y/o en el lugar incorrecto.

Dios tiene un “kairos”, un tiempo perfecto, para el ejercicio pleno del don y del llamado que El nos ha hecho a cada uno de nosotros.

“Todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere debajo del cielo tiene su hora. Tiempo de nacer, y tiempo de morir; tiempo de plantar, y tiempo de arrancar lo plantado; tiempo de matar, y tiempo de curar; tiempo de destruir, y tiempo de edificar; tiempo de llorar, y tiempo de reír; tiempo de endechar, y tiempo de bailar; tiempo de esparcir piedras, y tiempo de juntar piedras; tiempo de abrazar, y tiempo de abstenerse de abrazar; tiempo de buscar, y tiempo de perder; tiempo de guardar, y tiempo de desechar; tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar; tiempo de amar, y tiempo de aborrecer; tiempo de guerra, y tiempo de paz. ¿Qué provecho tiene el que trabaja, de aquello en que se afana? Yo he visto el trabajo que Dios ha dado a los hijos de los hombres para que se ocupen en él. Todo lo hizo hermoso en su tiempo; y ha puesto eternidad en el corazón de ellos, sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin.” (Ecle 3:1-11).

Dios también tiene un lugar perfecto donde El va a bendecirnos con la plenitud de la unción, el poder, los resultados, etc.,

“Y vino a él palabra de Jehová, diciendo: Apártate de aquí, y vuélvete al oriente, y escóndete en el arroyo de Querit, que está frente al Jordán. Beberás del arroyo; y yo he mandado a los cuervos que te den allí de comer. Y él fue e hizo conforme a la palabra de Jehová; pues se fue y vivió junto al arroyo de Querit, que está frente al Jordán. Y los cuervos le traían pan y carne por la mañana, y pan y carne por la tarde; y bebía del arroyo. Pasados algunos días, se secó el arroyo, porque no había llovido sobre la tierra. Vino luego a él palabra de Jehová, diciendo: Levántate, vete a Sarepta de Sidón, y mora allí; he aquí yo he dado orden allí a una mujer viuda que te sustente. Entonces él se levantó y se fue a Sarepta. Y cuando llegó a la puerta de la ciudad, he aquí una mujer viuda que estaba allí recogiendo leña; y él la llamó, y le dijo: Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba. Y yendo ella para traérsela, él la volvió a llamar, y le dijo: Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano.” (1 Rey 17:2-11).







26 Ene 2012