Estudio Bíblico

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Módulo 116. Dones espirituales.



GENERALIDADES.



1.1 Definición.


Son “atributos” especiales que Dios concede a cada miembro del Cuerpo de Cristo según Su gracia, para usarlos dentro del contexto de su Cuerpo. Es la manera como Dios determinó llevar adelante el trabajo de la iglesia, supliéndola con una variedad de ellos para que haga la obra del ministerio.

“Porque si todos fueran un solo miembro, ¿dónde estaría el cuerpo? Pero ahora son muchos los miembros, pero el cuerpo es uno solo. Ni el ojo puede decir a la mano: No te necesito, ni tampoco la cabeza a los pies: No tengo necesidad de vosotros. Antes bien los miembros del cuerpo que parecen más débiles, son los más necesarios; y a aquellos del cuerpo que nos parecen menos dignos, a éstos vestimos más dignamente; y los que en nosotros son menos decorosos, se tratan con más decoro. Porque los que en nosotros son más decorosos, no tienen necesidad; pero Dios ordenó el cuerpo, dando más abundante honor al que le faltaba, para que no haya desavenencia en el cuerpo, sino que los miembros todos se preocupen los unos por los otros. De manera que si un miembro padece, todos los miembros se duelen con él, y si un miembro recibe honra, todos los miembros con él se gozan. Vosotros, pues, sois el cuerpo de Cristo, y miembros cada uno en particular. Y a unos puso Dios en la iglesia, primeramente apóstoles, luego profetas, lo tercero maestros, luego los que hacen milagros, después los que sanan, los que ayudan, los que administran, los que tienen don de lenguas. ¿Son todos apóstoles? ¿son todos profetas? ¿todos maestros? ¿hacen todos milagros? ¿Tienen todos dones de sanidad? ¿hablan todos lenguas? ¿interpretan todos? Procurad, pues, los dones mejores....” (1 Cor 12:19-31).

“Ahora bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios, que hace todas las cosas en todos, es el mismo. Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho.” (1 Cor 12:4-7).

Un don es una capacidad o función específica en tanto que un ministerio es la esfera en la que los dones pueden obrar entre cierto grupo de personas o en una zona geográfica determinada y las operaciones son las consecuencias prácticas o resultados de la acción de los dones.



1.2 Regalos de la Gracia.

“De manera que teniendo diferentes dones, según la gracia que nos es dada...”. (Rom 12:6).

“El que no escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros, ¿Cómo no nos dará también con El todas las cosas?” (Rom 8:32).

Una de las palabras que se traduce en el Nuevo Testamento como “Dones” es la palabra griega “Charisma”, que significa un regalo de la gracia de Dios. Porque los dones son exactamente eso: un regalo que no nos merecemos, que Dios nos da porque nos ama y nos quiere hacer parte del trabajo que El está realizando en la tierra. La asignación que Dios nos hace de los dones no depende de nuestros méritos, habilidades o capacidades, sino la decisión soberana e infinitamente sabia de nuestro Padre. Son un regalo no algo que nos ganamos, y por lo tanto, no podemos hacer nada para poseerlos, desarrollarlos o incrementarlos, excepto quitar las barreras que impidan que el don pueda fluir libremente y ejercitarlo cada vez que haya una oportunidad, que por cierto, también son el resultado y la manifestación de la gracia por cuanto Efe 2.10 dice que Dios preparó las condiciones para que hiciéramos buenas obras para que anduviéramos en ellas.

De tal manera que el ejercicio de los dones no solo es una oportunidad provista por la gracia de Dios sino debe ser hecha también como una manifestación de esa misma gracia.

“De gracia recibimos, de gracia damos.” “(Mat 10:8).

“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios.” (1 Ped 4:10).

Y dentro del ejercicio de los dones, el ejercicio del ministerio (que es un don de Dios asignado a los hombres) también es un regalo de la gracia de Dios. Ello significa que no ganamos nuestra posición en el ministerio del Señor por nuestra gran dedicación o por nuestra fidelidad sino que es una posición que nos es dada.

Si bien es cierto que la dedicación y la fidelidad en el ejercicio de los dones son necesarias (Mat 20:14-30, la parábola de los talentos; Luc 19:11-27, la parábola de la minas); Mat 20:1-16, la parábola de los obreros de la viña), ello no significa que obtenemos los dones y/o el ministerio por ellas. Ellas son necesarias no por motivo de “ganar más”sino porque:

a) El amor de Cristo nos motiva, nos impele, produce una necesidad interior (“nos constriñe”), para servir a los demás como El nos sirvió a nosotros, y recordemos que el amor de Cristo es la razón de la gracia derramada en nosotros (2 Cor 5.14). Por ello, Pablo, en Rom 1:14, manifiesta con absoluta claridad y con fuerza: “soy deudor”.

““Por la gracia de Dios soy lo que soy; y su gracia no ha sido en vano para conmigo, antes he trabajado más que todos ellos; pero no yo, sino la gracia de Dios conmigo” (1 Cor 15:9-10).

b) La Palabra del Señor también es clara en que no depende del que quiere ni del que corre sino de Dios que tiene misericordia (Rom 9:16) y que El es el que pone el querer como el hacer en nosotros (Filip 2:13).

c) No tenemos nada que no nos haya sido dado, ya que todo lo que somos y tenemos como creyentes (y aún como incrédulos) nos ha sido dado desde lo alto como una manifestación del amor de Dios hacia nosotros (Jn 3:16, 2 Cor 4.1).

Los dones y el ministerio, lo que significan en realidad, son oportunidades de servicio, y el servicio es un resultado de nuestra nueva naturaleza, que recibimos en el momento del nuevo nacimiento (2 Cor 5:17). Como recibimos nuestra nueva naturaleza como un regalo de Dios, y dentro de esa nueva naturaleza viene el deseo, la necesidad de servir, y los dones para hacerlo, entonces, al final, nuestro servicio a Dios y a los demás, nos es algo que merecemos, sino algo que nos fue dado por gracia, por misericordia (2 Cor 4:1).

Como dones (regalos), son irrevocables (Rom 11:29, los usemos o no, los queramos o no, por el resto de nuestra vida allí van a estar. Son parte de nuestra nueva naturaleza. Y como tales, su ejercicio nos va a producir un sentimiento de gozo, bienestar, realización personal, etc., por lo que necesitamos (no debemos sino necesitamos, por nosotros mismos) esforzarnos en el ejercicio de ellos (“no desmayamos”, 2 Cor 4:1), lo que implica: dedicación, esfuerzo, fidelidad y responsabilidad en su ejercicio, que por el otro lado, también son un resultado de la Gracia de Dios en nosotros (en el mundo éramos egoístas, y si poseíamos esas cualidades era solamente por motivos egoístas de beneficiarnos a nosotros mismos, en lugar de beneficiar a los demás aún al precio de nuestra propia vida, de sacrificar nuestros sueños, metas, ambiciones, agendas personales, etc., como se trata y sucede en el ejercicio de los dones).

“No que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios” (2 Cor 3:5).



1.3 Características.


1.3.1 Lo que son.

Son dados por Dios como El quiere (1 Cor 12:18), es Su prerrogativa. Dios ve el Cuerpo de Cristo desde su perspectiva y sabiduría infinita (pasado, presente y futuro, propósito, asignaciones, planes, etc.), y sabe donde y como van a ser necesarios y utilizados, de tal manera que los distribuye de acuerdo con esa perspectiva, para el beneficio colectivo, no para beneficio personal del que los recibe.

En el proceso de su distribución encontramos a la Trinidad en acción: el Padre proporciona los dones, el Hijo determina el servicio y el Espíritu da el poder (1 Cor 12:4-6).

Para la iglesia son como el cemento lo es para un edificio (Efe 4:11-16). Sirven, no solo para edificar el Cuerpo de Cristo, sino para irlo uniendo en todas sus diferentes partes de tal manera que puede funcionar como un Cuerpo, bien unido.

La diversidad de ellos se debe a que cada miembro del Cuerpo tiene que cumplir una función específica aunque diferente. Esta diferencia está propiciada o tiene su origen en Dios por lo que no debe ser un motivo para sentirse superior o inferior a otros, ya que todos, independientemente del don que nos es asignado y de la posición en la que Dios nos ubica, dentro del cuerpo, nos necesitamos unos a otros para crecer en Cristo y en el Cuerpo. Ninguno es más ni menos necesario. Todos somos igualmente necesarios dentro del Cuerpo (1 Cor 12:14-26).

Si bien es cierto, cada miembro del Cuerpo puede desear tener un don particular (1 Tim 3:1), y más aún, se nos incita a procurarlos (1 Cor 12:31, 1 Cor 14:1), esto no le asegura que lo podrá obtener; la decisión final está en Dios y El, en su infinita sabiduría, va a asignar los dones de acuerdo a lo que sea mejor para el Cuerpo y para los miembros en particular, el don que nos sea asignado debemos recibirlo con gozo, desarrollarlo con fidelidad y con agradecimiento a Dios que nos tuvo por dignos de recibir Su regalo. En última instancia, lo importante es que cada uno tenga en su corazón el deseo de recibirlos o descubrirlos, desarrollarlos y usarlos.


1.3.2 Lo que no son.

• No son talentos naturales.
• Podemos tener talentos aunque no seamos creyentes, pero no podemos tener dones a menos que pertenezcamos a la familia de Dios.
• Los talentos y su uso dependen del individuo mismo, pero los dones dependen de Dios.
• Los talentos son para beneficio del individuo o para quienes éste desee beneficiar. Los dones son para la edificación del Cuerpo.

• No son el fruto del Espíritu (Gal 5:22-23).
• El fruto se refiere al carácter del creyente mientras que los dones tienen que ver con el ministerio de Cristo.
• El fruto es la consecuencia de la obra de Dios en nuestras vidas y de la obediencia, en tanto que los dones son un regalo de El.
• Uno podría tener todos los dones, sin embargo, si no tiene el fruto del Espíritu, ello no valdría de nada. En todo caso, el fruto es requisito indispensable para el ejercicio eficaz de los dones (Mat 7:21-23).

• No constituyen la función del cristiano.
• Las funciones del creyente son algo que se espera de cada uno de nosotros como nuestro estilo de vida (orar, ayunar, leer la Palabra, no dejarse de congregar, etc.).

• Necesitamos tener cuidado de no confundir los dones espirituales con las falsificaciones que el diablo hace de ellos.
• Cada don dado por Dios puede ser falsificado por satanás y puede influenciar a creyentes y a no creyentes.
• Las falsificaciones de satanás tienen por objeto mentir, destruír, robar y “matar” en tanto que los dones tienen por objeto todo lo contrario: proporcionar la vida abundante que Cristo nos ofreció, por ello debemos tener siempre presente, al estar frente a manifestaciones sobrenaturales, que el árbol se conoce por sus frutos, no solo de corto sino de mediano y largo plazo.
• El orgullo, la competencia, las emociones, el sensacionalismo y la ignorancia son algunas de las condiciones que pueden propiciar las manifestaciones falsas de los dones espirituales.
• Es necesario ejercitar el discernimiento del bien y del mal para estar preparados en cuanto al uso o abuso de los dones.

26 Ene 2012