Estudio Bíblico

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Módulo 115. Vida laboral.



TEMA No. 13.
EL QUINTO ENEMIGO: LA FALTA DE PERSEVERANCIA.



La perseverancia es tener los ojos puestos en el sueño de Dios y mantenerse avanzando hacia él a pesar de las circunstancias; no darse por vencido, seguir luchando aún en contra de la corriente; tener la derrota final como algo fuera de consideración; perder una que otra batalla talvez, pero no la guerra. La perseverancia implica la paciencia, la persistencia, la tenacidad, la valentía. Y es necesaria para alcanzar el cumplimiento de los sueños, las visiones, las metas, las promesas de Dios (Heb 6:12).
Lo contrario a la perseverancia es la falta de voluntad, la mentalidad de lo instantáneo, solo comprometerse con lo fácil.



Sant 1:2-4:
Las dificultades diarias de la vida son oportunidades para desarrollar la perseverancia que es la que nos permitirá alcanzar el propósito de Dios para nuestra vida en todas las áreas.
En el trabajo, para estar por encima de la mediocridad a la que fácilmente nos arrastra la frustración y las demandas que son propias de esta actividad, donde las recompensas vienen lentamente y las metas se alcanzan con dificultad.
Para mantenernos en el Señor y llevar vidas justas (la batalla diaria por la santidad, Fil 1:6).
Para crecer en nuestras relaciones con otras personas (la perseverancia en este tema no es usual, lo que atestigua la frecuencia de divorcios y separaciones matrimoniales, el rompimiento de amistades y de relaciones de negocios, los constantes cambios de iglesia, etc.). Requiere perseverancia admitir que hemos cometido equivocaciones (además de humildad) y comprometernos con renovado vigor a comunicarnos, a relacionarnos más y a amar.



Pasos para desarrollar la perseverancia.

Tomar decisiones importantes. Es bueno, necesario, establecer “metas universales”, comprometiéndonos con ellas y comprometiéndonos a perseverar en ellas a pesar de las dificultades. Ejemplos de esas metas podrían ser: crecer espiritualmente; vivir en armonía con otros; perseguir los sueños dados por Dios; trabajar diligentemente; usar nuestros dones espirituales en el Cuerpo de Cristo; llevar el mensaje del amor de Dios al mundo en que vivimos y trabajamos. La razón por la que muchas personas no perseveran en cumplir sus metas es que no han tomado una decisión que tenga alguna consecuencia importante. Una decisión que se toma sin riesgo, sin dolor y sin compromiso, será perseguida sin ninguna pasión. Tome la decisión de obedecer las indicaciones que reciba del Espíritu Santo y los mandamientos que lea en la Palabra de Dios.

Quitar los bloques mentales. Es tentador renunciar cuando vemos todo el proyecto a la vez: nos derrotamos a nosotros mismos antes de comenzar. Solo tenemos que crecer un día a la vez, dar un paso a la vez: todo lo que tenemos que hacer es vivir un día a la vez. Por ello necesitamos establecer nuestras sub-metas y etapas parciales, enfocándonos en alcanzar una a la vez.
Recordar nuestro progreso (enfocarnos en él, no en nuestros fracasos; enfocarnos en lo que hemos avanzado no en lo que nos falta por alcanzar), y permitir que ese progreso nos motive para seguir avanzando.

Recordar nuestras metas y a Jesús: nuestro modelo. Ello nos va a dar entereza, resistencia, firmeza de mente, al enfrentar el peligro y la adversidad, la angustia mental, las dudas y la lucha interior (Sant 1:12-18).

Decidir mantenernos en el camino a pesar de las circunstancias. Nunca sabemos que hay detrás de la siguiente puerta, llamada telefónica, acto de amor, oración, día, etc.





25 Ene 2012