Estudio Bíblico

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Módulo 115. Vida laboral.



TEMA No. 12.
EL CUARTO ENEMIGO: EL FRACASO.
(Confianza y manejo del fracaso).



Confianza y estima.

La confianza tiene que ver con tener un concepto apropiado de sí mismo.
La Palabra de Dios nos enseña que necesitamos tener un concepto apropiado de sí mismos (ni mayor ni menor al que necesitamos tener, Rom 12:3).
Nuestra confianza y/o estima no está relacionada con nada que haya en nosotros mismos, sino en Aquel que cada día vive más en nosotros (1 Cor 15:10, Jn 3:30).

El concepto que nosotros o los demás puedan tener de nosotros mismos no debería ser relevante.
Primero, porque ellos juzgan según las apariencias, no según el corazón (1 Sam 16:7, Jn 7:24), que es el que determina la verdad acerca de nosotros mismos (Prov 23:7), no las apariencias.
Segundo, porque delante de Dios, independientemente de la opinión de las personas, si estamos en Cristo somos aceptos (aceptados) en El (Efe 1:6).
Tercero, porque aún que hayamos avanzado mucho en el Señor, aún nos falta mucho por alcanzar, somos aún un proyecto en desarrollo, sujeto a equivocaciones, fracasos, et.
Cuarto, si nosotros basamos nuestro concepto de estima en nosotros mismos, vamos a construir una estima falsa porque nuestro corazón es engañoso y perverso (Jer 17:9) y no vamos a ser objetivos con nosotros mismos; además, por la condición del pecado con el cual nacimos, nosotros, independientemente de Dios, no somos nada, no podemos nada, no tenemos nada (Jn 15:5, 1 Cor 13:1-3) y somos lo vil, lo débil, lo menospreciado del mundo (1 Cor 1:26-29), desventurados, miserables, pobres, ciegos y desnudos (Apo 3:17) porque siendo la corona de la creación y habiendo sido creados a la imagen de Dios –característica que ninguna otra creación de Dios posee-- somos lo único creado (aparte de los demonios) que se rebela contra Dios.

En consecuencia, nuestra estima no puede estar basada en nosotros, ni en nuestras habilidades o capacidades, o en nada propio de nosotros (nuestras justicias son como trapos de inmundicia delante de Dios, Isa 64:6), sino en Cristo que vive en nosotros (1 Cor 15:10, Rom 3:9-27).

La única estima válida es la que está fundada en lo que Cristo es en nosotros (Gal 2.20-21) y lo que El, por Su gracia, hace en nosotros. Esa es la única estima que necesitamos para alcanzar nuestro máximo potencial. El en nosotros y Su gracia para con nosotros es:
 Lo que produce el querer como el hacer (Fil 2:13).
 Que todo lo podamos (Fil 4:13).
 Que seamos más que vencedores en todas las cosas (Rom 8:37).
 Las buenas obras (Efe 2.10).
En consecuencia, antes que construir una estima propia, necesitamos morir a nosotros mismos para que El crezca en nosotros (Jn 3:30, Mat 16:24, Mar 8:34, Luc 9:23). Solo de esa manera tendremos una auténtica:
 Estima, confianza y fortaleza para enfrentar los retos que la vida nos presenta cada día
 Libertad de aprender, crecer, experimentar y fallar.
 Seguridad en el amor incondicional de Dios y de nuestra familia a pesar de nuestras debilidades, errores, fracasos y ánimo, para aprender de ellos y seguir adelante.



Confianza y estima propia.
En el mundo se nos enseña a depender (positiva o negativamente) en la estima que los demás nos puedan manifestar para obtener aceptación, pertenencia y seguridad.
Sin embargo, ese es un concepto creado en el infierno para destruirnos, robarnos y matarnos emocionalmente, tal como sucedió con satanás (siendo Luzbel) cuando su estima propia lo llevó a querer tomar el lugar de Dios (Isa 14:12-15).
Igual que satanás (Luzbel), cuando no dependemos de Dios para obtener la confianza y seguridad que necesitamos para la vida, recurrimos a los demás o a nosotros mismos como fuente alterna para obtenerlas.
Por el hecho de que las personas –redimidas y no redimidas—saben del poder que ejerce la estima o falta de ella que pueden manifestar hacia nosotros, hacen uso de ella a su conveniencia y antojo (manipulación), para obtener sus propios fines, no los nuestros.

Ello determina en nuestras vidas dos efectos que a pesar de ser contradictorios entre sí, operan conjuntamente en nuestras vidas:
Cono no recurrimos a la fuente de la estima y confianza que nos da la seguridad total (Dios) sino a los demás, nos volvemos adictos a la aceptación y estima de los demás –o en su defecto, la propia--. En la mayoría de los casos, si no en todos, funcionamos la mayor parte del tiempo, motivados por el deseo de agradar a los demás en lo que hacemos –o en su defecto, a nosotros mismos—, más que por el deseo de agradar a Dios (lo justo vrs lo pragmático injusto).
Como no hay formas seguras de obtener la aceptación de los demás –o la nuestra-- (está determinada por las conveniencias temporales y cambiantes), ello nos vuelve: inseguros, temerosos, faltos de confianza, quejosos, intimidados, dudosos, incompetentes, huimos de la
confrontación, no defendemos nuestras convicciones.
Todo ello es lo que hace tan difícil el manejo de las limitaciones, errores y fracasos en las personas.




Solución.

La solución equivocada: La del “odioso ególatra”:
Arrogancia.
No admitir sus equivocaciones (otros tienen la culpa, perfeccionismo propio) (1 Sam 15:12-24).
Mencionar con frecuencia los nombres de personas que conocen para aumentar su importancia (1 Sam 15.30-31).
Les encanta entrar en conversaciones que los exalten o para auto-justificarse.
Anhelan elevarse aún a costa de denigrar a los demás.
El resultado final: desgracia (Prov 16:18, Sant 4:6, 1 Ped 5:5).

La solución verdadera.
Reconocer el problema y sus raíces (2 Cor 2.11).
Perdonar a nuestros padres y/o demás personas responsables de ser los causantes indirectos de que nos hayamos vuelto adictos a la aceptación de los demás y a basar nuestra confianza en ella (Heb 12:14-15).
Descansar solo en el amor incondicional de Dios, Su reconocimiento, Su afirmación y Su aceptación (1 Cor 15:10).
Sistemáticamente, romper con la co-dependencia de los demás y desarrollar la dependencia de Dios (Jer 17:5-8, Gal 1.10, Efe 6:6).
Construir una sana estima personal basada en lo que Dios piensa y es en nosotros (Jn 15:1-10).
Entender el fracaso y convertirlo en experiencias positivas de crecimiento y desarrollo (Rom 8:28-29).

Conocer nuestras capacidades (Sal 139:14-15, Efe 2:10, Rom 12:3).
Vernos a nosotros mismos de la manera más realista y apropiada posible (Luc 18:9-14).
No considerarnos ni muy importante ni menos importantes que otros (Rom 12:3),
Dejar de percibirnos de manera crítica (perfeccionismo, auto-compasión), hacerlo con sinceridad.
Reconocer nuestros puntos fuertes, capacidades y dones que Dios nos ha dado (1 Cor 15:10).
Evaluar nuestros éxitos señalando las capacidades específicas que utilizamos para lograrlos (2 Cor 13:5), no solo por nosotros mismos sino también a través de los ojos de un observador cercano (Prov 11.14, Prov 15:22, Prov 24:6) y experimentando con ellas. Algunas solo nos servirán para enseñarnos lo que no podemos hacer o no disfrutamos (es una parte necesaria del proceso). Solo eliminando posibilidades podremos determinar donde concentrar nuestras energías.
Ampliar nuestras capacidades enfrentándonos a nuevas responsabilidades (Prov 4:18, Mar 4:26-29)..
Aprender a apoyarnos más y más en la fuerza y el poder que el Señor nos ofrece (2 Cor 12:9).



Fracaso.
La mayoría lo atribuye a la falta de capacidad, inteligencia, fuerza, creatividad, etc., y debido a ello caen victimas de dudas acerca de sí mismos y comienzan a desconfiar cada vez más de sus capacidades.
La mayoría de fracasos no son falta de capacidad sino de experiencia, lo que incide en que hayan capacidades que no han tenido la oportunidad de desarrollarse. Obtener experiencias conlleva cometer equivocaciones: necesitamos aprender de ellas y aplicar sus lecciones al presente y al futuro y seguir adelante, perseverando en desarrollarlas (Prov 24:16).
Otros fracasos se deben a haber aceptado metas poco realistas, por lo que necesitamos asegurarnos de aceptar posiciones que representen retos pero no fuentes constantes de frustración, que pueden deberse a:
 Trabajos demasiado amplios.
 Responsabilidades fuera de sus capacidades y dones naturales y espirituales, y que requieren capacidades que aún no han tenido la oportunidad de desarrollar.
 Mayor competencia para desarrollar otras responsabilidades (desperdicio de capacidades).
 Carencia de motivación por tener que hacer la mayor parte del tiempo tareas que no le agradan, estar ejecutando el trabajo equivocado.



Una consideración apropiada del fracaso.
Afrontar la posibilidad de fracasar (Rom 8:28-29).
Es inherente a todo movimiento positivo que hagamos.
No es tan malo (podemos aprender mucho de él) (Ecle 7:2, Ecle 7:4).
Todo lo que tenemos que hacer es levantarnos, sacudirnos el polvo, limpiar las heridas y luego tratar de nuevo.
No tiene por que ser definitivo.

 Fracasar es relativo (Abraham Lincoln, Tomás Alva Edisón, Moisés, Pedro, Jesús).
 El fracaso nos ocurre a todos: gente exitosa y gente no exitosa.
 El fracaso, tratado apropiadamente, puede llevarnos a éxitos mayores (por ejemplo, la negación de Pedro).
 Como encaremos nuestro fracaso determinará nuestro éxito.
 El fracaso debería ser nuestro maestro y no nuestro enterrador.
 Fracasar es solo un retraso no una derrota.
 Enfoquémonos en la victoria, no en el fracaso.
 Tratemos los fracasos como amigos y no como enemigos.
 Veamos el fracaso como un momento y no como un monumento.
 Tengamos fracasos exitosos y no éxitos fracasados.
 Veamos el fracaso como oportunidades nuevas y no como derrotas finales.
 Éxito es ir de fracaso en fracaso sin perder el entusiasmo.

25 Ene 2012