Estudio Bíblico

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Módulo 115. Vida laboral.



El primer enemigo: la ira.



Como el ser humano es hecho a la imagen de Dios, y Dios se indigna frente a la injusticia y la maldad, el ser humano también tiene esa capacidad de reaccionar. Pero cuando esa reacción rebasa los límites del dominio propio entra en el dominio del pecado.

Efe 4:26: “Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo,”

La ira, donde más oportunidades tiene de manifestarse es en las relaciones entre seres humanos, derivada de los desacuerdos que se pueden producir en estas relaciones, que acarrean frustración, decepción, etc., que provocan tensión y cuando esta permanece durante algún tiempo da lugar a la ira como reacción, que es casi un pecado universal de terribles consecuencias.

Pro 19:19: “El de grande ira llevará la pena; y si usa de violencias, añadirá nuevos males.”

Pro 15:1: “La blanda respuesta quita la ira; mas la palabra áspera hace subir el furor.”

Pro 16:14: “La ira del rey es mensajero de muerte; mas el hombre sabio la evitará.”

Pro 27:4: “Cruel es la ira, e impetuoso el furor;…”

Pro 30:33: “…el que provoca la ira causará contienda.”

Pro 29:11: “El necio da rienda suelta a toda su ira, mas el sabio al fin la sosiega.”


Debido a la existencia en el mundo de la maldad y la injusticia, no podemos evitar los desacuerdos ni la tensión asociada a ellos, ni en el lugar de trabajo ni en ningún otro lado en donde entremos en relación con otros, pero como creyentes, la Palabra de Dios nos llama a evitar en nosotros, y hasta donde nos sea posible en los otros, la ira.

Prov 14:29: “El que tarda en airarse es grande de entendimiento”.

Prov 16:32: “Mejor es el que tarda en airarse que el fuerte; y el que se enseñorea de su espíritu, que el que toma una ciudad”.

Sant 1:19-20: “Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír, tardo para hablar, tardo para airarse; porque la ira del hombre no obra la justicia de Dios.”

Sal 37:7-11: “Guarda silencio ante Jehová, y espera en él. No te alteres con motivo del que prospera en su camino, por el hombre que hace maldades. Deja la ira, y desecha el enojo; no te excites en manera alguna a hacer lo malo. Porque los malignos serán destruidos, pero los que esperan en Jehová, ellos heredarán la tierra. Pues de aquí a poco no existirá el malo; observarás su lugar, y no estará allí. Pero los mansos heredarán la tierra, y se recrearán con abundancia de paz.


Después del cuidado que debemos tener en cuanto a la forma en que comienza la ira en nosotros y en cuanto a la duración de la misma, lo siguiente que necesitamos controlar es la forma en que ella se manifiesta:

Efe 4:29-32: “Ninguna palabra corrompida salga de vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a fin de dar gracia a los oyentes. Y no contristéis al Espíritu Santo de Dios, con el cual fuisteis sellados para el día de la redención. Quítense de vosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.”

Col 3:8: “Pero ahora dejad también vosotros todas estas cosas: ira, enojo, malicia, blasfemia, palabras deshonestas de vuestra boca.”

Mat 5:22-25: “Pero yo os digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio; y cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante el concilio; y cualquiera que le diga: Fatuo, quedará expuesto al infierno de fuego. Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo con tu adversario pronto, entre tanto que estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel.

En consecuencia, como creyentes, y ante las dificultades en las relaciones con los demás, principal aunque no exclusivamente, en el lugar de trabo somos llamados a:

• Si es inevitable una reacción ante ello, enojarnos sin pecar (ira), es decir, enojarnos sin prorrumpir en gritería, maledicencia, insultos, gestos violentos, contiendas, amargura, y reacciones parecidas.

• No permitir que el enojo nos dure más allá de final del día, es decir, no abandonar el lugar de trabajo sin resolver el asunto para que de esa manera evitemos llevarnos el malestar a nuestra casa y que ello pueda contaminar a nuestra familia.

• No darle lugar al diablo para permitirle romper una relación con un compañero de trabajo, superior o subalterno, provocándonos a ambos un mal ambiente o clima de trabajo que nos haga sentir incómodos en el lugar donde pasamos una gran parte de nuestro tiempo diario, y provocando un mal testimonio frente a los no creyentes.

• Buscar insistentemente y por todo los medios posibles y hasta donde nos sea posible, la restauración de la relación.

• Como creyentes somos llamados a mantener relaciones armoniosas con todos a nuestro alrededor, incluyendo aquellos que nos consideran sus enemigos (Rom 15:5, Sal 133:1, Jn 13:34-35, 1 Jn 4:20-21, Mat 5:22).

Para poder manejar adecuadamente, sin ira, las diferencias que son inevitables en las relaciones interpersonales, y las que se presentan en los lugares de trabajo no son la excepción, la solución verdadera, bíblica, en primer lugar, es aceptar y respetar el punto de vista del otro, sin ofendernos y sin pretender cambiarlo, a menos que sea algo que nos afecte directamente. No toda opinión, acción, o situación estamos llamados a enfrentarla, pero si a perdonarla.

Ahora bien, si el asunto si nos involucra y nos afecta directamente, entonces la solución es la confrontación con amor o en amor, de la manera bíblica que está indicada en Mat 18:15-21 (NVI):

"Si tu hermano peca contra ti, ve a solas con él y hazle ver su falta. Si te hace caso, has ganado a tu hermano. Pero si no, lleva contigo a uno o dos más, para que todo asunto se haga constar por el testimonio de dos o tres testigos. Si se niega a hacerles caso a ellos, díselo a la iglesia; y si incluso a la iglesia no le hace caso, trátalo como si fuera un incrédulo o un renegado. Les aseguro que todo lo que ustedes aten en la tierra quedará atado en el cielo, y todo lo que desaten en la tierra quedará desatado en el cielo. Además les digo que si dos de ustedes en la tierra se ponen de acuerdo sobre cualquier cosa que pidan, les será concedida por mi Padre que está en el cielo. Porque donde dos o tres se reúnen en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos. Pedro se acercó a Jesús y le preguntó: --Señor, ¿cuántas veces tengo que perdonar a mi hermano que peca contra mí? ¿Hasta siete veces? No te digo que hasta siete veces, sino hasta setenta y siete veces --le contestó Jesús--.”

De acuerdo a lo anterior, si un compañero de trabajo comete una falta que nos afecta directamente, lo primero que necesitamos hacer es juntarnos a solas con él y hacerle ver su falta. Para ello, podemos seguir el siguiente proceso o metodología:

• Primer paso, confirmar verbalmente la relación. La otra persona debe saber que de nuestra parte, la relación con ella está por encima de cualquier cosa (causas, razones, circunstancias, desacuerdos, culpas, etc.).

• Segundo paso, mantener bajo control todo el tiempo nuestro volumen de voz (Prov 15:1). Si hay gritos y palabras groseras, casi seguro que terminará en fracaso.

• Tercer paso, usar todo el tiempo la expresión “yo siento”, no expresiones contundentes de “así es irremediablemente y punto” o acusaciones. Mientras las acusaciones y afirmaciones contundentes aumentan la hostilidad, la expresión de sentimientos por lo general abre el camino para una solución al problema.

• Cuarto paso, una vez mencionada la falta, necesitamos establecer soluciones de cara al futuro de la relación, y que la fortalezcan en lugar de debilitarla. Todos los pasos previos serían inútiles si no los llevamos a concluir en pasos prácticos, en un plan viable para promover relaciones armoniosas en el futuro.

• Quinto paso y final, volver a reafirmar la relación, asegurándole nuevamente a la otra parte que nuestra relación y nuestro afecto hacia él o ella está por encima de cualquier cosa y que el problema que hemos enfrentando no ha afectado de nuestro lado dicha relación.

Normalmente, la mayoría de situaciones se arreglarán por esta vía, pero si el problema persiste, y no por actitudes nuestras sino de la otra parte, entonces necesitamos avanzar un paso más en Mat 18, es decir, tomar a dos o tres testigos de nuestros compañeros de trabajo y hacer el mismo proceso nuevamente, no para quedar justificados nosotros, sino para restaurar la relación. El objetivo, más que encontrar culpables y demostrar que nosotros tenemos la razón es siempre la restauración de la relación, derivado de lo que el mismo pasaje menciona: cuando estamos de acuerdo, en unidad, Dios estará presente en medio de nosotros y todo lo que pidamos al Padre nos lo concederá, además de que la unidad produce mejores resultados en todo sentido (Ecle 4:9-12, mejores son dos que uno).

Si después de seguir este proceso todavía no hay ninguna solución al problema, entonces lo procedente será comunicar tal situación a las autoridades superiores, no con el fin de que procedan en contra de la otra persona, sino más bien solo como información para cualquier situación que se pueda dar en el futuro.

Si la situación se soluciona en la confrontación directa, en la confrontación en presencia de dos o tres testigos o en la notificación a las autoridades superiores, tanto como si no se soluciona, nuestra actitud de acuerdo a este mismo pasaje respecto a la persona ofensora debe ser la misma que si la otra persona fuera un incrédulo, amor por ella (Dios amó de tal manera a esa persona que envió a su Hijo al mundo para que ella fuera salva, Jn 3:16) aunque rechacemos su pecado. De ninguna manera la Palabra de Dios nos incita a un rompimiento de la relación ni a aplicar ninguna otra medida (como la “ley del hielo”, el rompimiento, etc.). Si la otra persona toma otras medidas, pues ello será su responsabilidad, y de todos modos nosotros debemos seguir tratando por todos los medios a nuestro alcance, restaurar esa relación:

“Busquen la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Asegúrense de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz amarga brote y cause dificultades y corrompa a muchos;” (Heb 12:14-15, NVI).


Métodos negativos de solución (empeoran las cosas en lugar de resolverlas).

Cuando la ira se presenta, en cualquier momento, y en el lugar de trabajo, existen varias formas de solucionar la situación, comenzando por las formas negativas:

a) La represión, que consiste en el intento de convencernos de que el problema y la ira resultantes no existen en realidad, negándolas o minimizándolas. Este método no es una solución, sino solo la posposición de la solución, por cuanto no hay ningún mérito en pretender que algo no nos molesta cuando en realidad lo hace. Lo que estamos haciendo es simplemente acumulando “presión” para un subsiguiente problema cuando el malestar y/o la ira ya no tendrán freno y estallarán en formas, seguramente, violentas y más perjudiciales no solo para las relaciones con otros, sino para el sujeto que estalla.

b) Las acusaciones, que generan en cualquiera de las dos partes involucradas el problema, o en ambas, una posición defensiva que lleva a generar una discusión que nadie gana y que por ello, en la medida en que se van repitiendo los conflictos, son más fuertes cada vez y con un aumento del volumen en los tonos de voz, que hacen que cada conflicto la relación quede más dañada que antes, hasta llegar, posteriormente, a la ruptura definitivamente de la relación y/o a explosiones de ira incontrolables que pueden ocasionar tremendos daños a alguna o a ambas partes.

c) La explosión, que es cuando ya la negación, la represión, las acusaciones ni las discusiones funcionan que trae como consecuencia destrucción de relaciones y emocional, heridas, dolor, rompimiento, fragmentación de relaciones, etc. Cuando eso sucede para los creyentes implica mucho mayor trabajo pues estamos llamados a restaurar toda relación rota, procurando sanar nuestro corazón y el corazón de aquellos a quienes hemos lastimado.



La solución bíblica para el mal manejo del enojo y las manifestaciones de la ira.

Lo primero que necesitamos como creyentes para solucionar cualquier problema en las relaciones interpersonales, y más aún, aquellos que hemos ocasionado como consecuencia de un mal manejo del enojo y de la ira, es la convicción de obedecer la Palabra, lo que implica, en primer lugar, humillarnos delante de Dios reconociendo nuestro pecado.

Generalmente lo que impide nuestra reconciliación con otros, y principalmente, tomar el paso inicial nosotros sin esperar que el otro lo tome, es nuestro ego herido que disfruta de nuestra ira, quiere alimentarla y nutrirla, autojustificándonos y culpando al o a los otros, haciéndonos creer que “merecemos” la oportunidad de expresarla.

En consecuencia, para poder dar el paso hacia la reconciliación y restauración de las relaciones afectadas por los problemas interpersonales y la ira lo que necesitamos además de la convicción de obedecer la Palabra, es la necesidad de morir a nosotros mismos, negándole al ego la oportunidad de tomar el control, crucificándolo, y seguir los pasos bíblicos para ello, no nuestros propios caminos cuyo fin son muerte (Prov 16:25).

Una vez caminado ambos pasos previos anteriores, la convicción de la obediencia a la Palabra y el negarnos a nosotros mismos, el siguiente paso en la solución de los conflictos interpersonales y en la restauración de las relaciones rotas es el perdonar a la otra persona por la ofensa recibida, las consecuencias y las ramificaciones de la ofensa, aunque nosotros tengamos la razón. Nosotros debemos perdonar de la misma manera que Cristo nos perdonó (no por méritos o merecimientos del otro, sino por la gracia).

Finalmente, el último paso es pedir perdón por la parte que a nosotros nos toca en el problema, pues seguramente con nuestras palabras, acciones y/o actitudes, la otra persona ha sido lastimada por nosotros aunque no haya sido nuestra intención y aunque nosotros pensáramos que tenemos la razón, más aún cuando nosotros hemos sido los culpables de la ofensa y de las consecuencias de la ofensa.


Observaciones finales respecto a la ira.

“Busquen la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor. Asegúrense de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz amarga brote y cause dificultades y corrompa a muchos;” (Heb 12:14-15, NVI).

Nosotros los creyentes somos llamados por el Señor a ser restauradores de relaciones, ministros de la reconciliación (2 Cor 5:18-20). Por lo tanto necesitamos revisar nuestro ambiente laboral a fin de:

• Hacer un inventario de todas nuestras relaciones en el ambiente laboral (compañeros, jefes, subalternos, clientes, proveedores, etc.) para detectar si hay alguna que esté quebrantada.

• Si detectamos que hay alguna relación en esa situación, entonces debemos hacer todo lo que esté a nuestro alcance, con carácter prioritario, para restaurarla, perseverando en ello hasta donde nos sea posible.

• Es un hecho experimentado por todos nosotros, que el tiempo en lugar de curar las heridas, lo que hace es profundizarlas, de tal manera que si tenemos alguna relación resquebrajada, quebrantada o afectada, debemos actuar para su restauración de una manera urgente, ya que mientras más rápido lo hagamos, menor será el daño que tendremos que reparar.

• Si por alguna razón pensamos que una cierta relación no merece el esfuerzo que se requiere para que haya reconciliación, debemos recordar cuanto valor le da Dios a ea persona y a esa relación, y retomar el interés por restaurarla.

• Como todos los días estamos expuestos a enfrentar desavenencias en nuestras relaciones en el trabajo, necesitamos diariamente:

o Renovar nuestro compromiso de vivir en unidad y paz con todos a nuestro alrededor.

o Deshacernos de nuestro orgullo pecaminoso respondiendo al llamado de Dios de ser justos y santos como El lo es.

o Hacer un compromiso con Dios para hacer todo lo posible para que Su Nombre sea glorificado en cada una de nuestras relaciones y nadie tenga nada malo que decir de El por causa de nosotros.




25 Ene 2012