Estudio Bíblico

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El poder del liderazgo.



EL PODER DEL LIDERAZGO.



DEFINICIÓN DE LIDERAZGO.

La capacidad de INFLUENCIA (no manipular, controlar, imponer, manejar) a otros.
A través de la INSPIRACIÓN (modelo, ejemplo, testimonio práctico, visible).
Motivada por una VISIÓN (una mejor realidad para todos).
Derivada de una DECISIÓN, una CONVICCIÓN, un COMPROMISO y un CARÁCTER.
Generados por una PASION (entregarnos con todas nuestras fuerzas al cumplimiento del propósito).
Que responde a un PROPÓSITO (el plan de Dios para nuestras vidas).
Producido por el reconocimiento de los dones, habilidades y capacidades que hemos recibido de Dios, que constituyen nuestro POTENCIAL.
Que deriva del reconocimiento de nuestra IDENTIDAD (quienes somos).
Que surge de la REVELACIÓN DE DIOS y del reconocimiento que somos hechos a Su imagen y semejanza.



LA IDENTIDAD.

Es donde todo lo trascendente, determinante, importante, fundamental y de larga duración, comienza.
Prov 23:7: todos actuamos y vivimos conforme pensamos en lo más profundo de nosotros mismos, según la identidad que tenemos. Es la idea (correcta o no) que tenemos de nosotros mismos en el corazón, que es donde todo comienza, y lo que, en última instancia, realmente le importa a Dios (1 Sam 16:7).
• Los fariseos eran exteriormente correctos, pero su corazón estaba lejos de Dios.
• Los apóstoles eran exteriormente incorrectos, pero su corazón estaba para con el Señor.
Prov 4:23  sobre todo cosa guardada, necesitamos guardar el corazón, porque de él emana, surge, la vida (o la muerte).

Es la conciencia del conjunto de rasgos propios de un individuo o de una colectividad que los caracterizan frente a los demás. La conciencia que una persona tiene de ser ella misma y distinta a las demás.

Lo que pensamos de nosotros mismos (identidad) es lo que determina lo que realmente somos.
Lo que realmente somos determina lo que realmente hacemos.
Para vivir la vida de manera correcta, necesitamos tener las acciones correctas.
Para hacer las acciones correctas, eficientes, necesitamos tener los pensamientos correctos.
Para tener los pensamientos correctos necesitamos pensar la verdad.
La única verdad que permanece para siempre, que no cambia, es la Verdad de Dios.

Nuestra identidad es el reconocimiento de quienes somos en Cristo (no en la mente, sino en el corazón: una cosa es lo que pensamos que somos y otra lo que realmente somos).

La única fuente correcta para una correcta identidad del cristiano depende de Aquel que lo formó, lo salvó y lo redimió, no de los demás, ni de sus propias ideas (Jer 17:9, engañoso es el corazón –sus propias ideas-- más que todas las cosas; Prov 16:25, hay caminos que al ser humano derechos en su propia opinión pero que al final son caminos de muerte).

Hch 17:28  En El (Cristo) vivimos, nos movemos y somos.
Nuestra identidad viene de Cristo: “ya no vivimos nosotros, Cristo vive en nosotros (Gal 2.20).
Col 1:27: Cristo en nosotros, la esperanza de gloria.

Cristo vive en nosotros (¿cuál Cristo?, Fil 2:5-11)
• El Cristo terrenal: el Cordero inmolado, el Hijo de David, despojado de toda Su Gloria.
• El Cristo celestial: el León de la tribu de Judá, el Hijo de Dios, revestido de toda Su Gloria.

Águilas, no gallinas. Sentir de oveja pero acción de león.



EL PROPÓSITO.

Todo lo que Dios crea, lo crea con un propósito (Gen 1).
Nosotros, cada uno, fuimos creados con un propósito (no para cuando allá se pase lista, sino para acá): Jer 29.11, Efe 2.10, Jer 1:4-10, Sal 139.13-16, Sal 138:8, Hch 17:24-28, Est 4:13-14.

Ello significa que:
Uno. El tiene para con nosotros un objeto, intención, meta, proyecto, designio (Efe 2.10, Jer 29:11).
Dos. Que nos hizo con una intención determinada, voluntaria y deliberada.
Tres. También expresa que somos adecuados y oportunos para lo que El nos destinó.

Cuando Dios nos marca un propósito es porque El ya puso los recursos en nosotros (Gen 1), y porque El considera que somos capaces de llevarlo a cabo (1 Cor 10.13).
El propósito permanecer firme (Prov 19:21).
El propósito es un final envuelto en un principio.
• Cuando los magos encontraron a Jesús bebé lo reconocieron como rey.
• En El vieron el potencial de Su propósito.
• Es como una semilla: su potencial no es el de un árbol (corto plazo) sino de un bosque (mediano y largo plazo).

La mayor tragedia de la vida no es la muerte, es una vida sin propósito.



DECISIÓN, CONVICCIÓN, COMPROMISO Y CARÁCTER.

El reconocimiento de nuestro propósito en Dios produce:

Primero. Una decisión de llevarlo adelante. Una determinación o resolución que se toma o se da respecto a ese propósito. Sin embargo, la decisión no necesariamente va a implicar que lo vayamos a llevar a la práctica pues el cambio de las circunstancias o situaciones puede llevarnos a un cambio de decisión. Por ello, para ver el propósito de Dios cumplido en nuestras vidas necesitamos algo más.

Segundo. La decisión, cuando se afirma, se traslada de nuestra mente al corazón y produce una convicción (fe, Heb 11:1). La convicción es un convencimiento total, una idea fuertemente adherida a nuestra mente. Algo que no genera ninguna duda, cambio, o contradicción en nosotros aún cuando cambien las circunstancias. La convicción es algo contra lo cual no puede obrar. Sin embargo, la convicción por sí sola, aún cuando es un avance muy importante en pos del cumplimiento del propósito de Dios en nosotros tampoco es suficiente por sí solo para llevarnos a su cumplimiento. Necesitamos pasar al siguiente nivel.

Tercero. La convicción genera un compromiso (dar la vida por aquello que tenemos como convicción) ya que la fe (convicción) sin obras es muerta (solo es un deseo, Sant 2:14-26). El compromiso es una obligación contraída voluntariamente con Dios y con nosotros mismos de llevar adelante el propósito para el cual fuimos diseñados por Dios. Es ponerle acción a la convicción.

Cuarto. Pedir y recibir, buscar y hallar, tocar y abrir (Mat 7:7, Luc 11:9). Contrariamente a lo que fue enseñado en las décadas anteriores en el cuerpo de Cristo, caminar en la voluntad de Dios, no implica ningún tipo de pasividad, de solo pedir y esperar hasta que veamos lo que hemos pedido. De acuerdo a lo que nos enseñan Mateo y Lucas en sus Evangelios, se trata de:
Uno. Pedirle a Dios la revelación de Su propósito para nuestras vidas.
Dos. Recibirlo por fe (convicción de que lo tengo, el título de la propiedad de ese propósito).
Tres. Buscar todo aquello que es necesario hacer para lograr el cumplimiento del propósito: principios, estrategias, procedimientos, planes, etc., y ponerlos delante de Dios para que nos confirme, corrija y/o modifique nuestras percepciones al respecto, para ponernos en marcha.
Cuatro. Encontrarlo, recibir el conocimiento y la revelación de lo que necesito hacer.
Cinco. Tocar todas las puertas que sean necesarias para avanzar el cumplimiento del propósito.
Seis. No descansar hasta ver que las puertas que necesitamos ver abiertas para avanzar el cumplimiento del propósito, se abren.
En el libro de Nehemías, capítulos 1 y 2, vemos claramente este proceso ejemplificado, cuando al recibir toda la información de lo que sucedía en Jerusalén, se pone a orar al Señor para que la restauración de los muros se produzca, y de esos períodos de oración (pues no solo oraba sino que trabajaba, y el tiempo que estuvo orando fue de varios meses), sale con todo un plan que se lo presenta al emperador a quién también le hace la solicitud de todos los apoyos que iba a requerir para cumplir con ese propósito, lo que nos indica que no solo buscó la solución sino los planes, estrategias y recursos que necesitaba para llevarlo adelante. Una vez alcanzado todo esto se puso en marcha hacia Jerusalén a ejecutar el plan que ya le había sido dado y revelado por Dios.

Quinto. La acción va produciendo cambios en nosotros, en nuestro ser interno (Rom 8:28-29) e igualmente lo hacen los problemas, las circunstancias, las aflicciones, las contradicciones, los obstáculos que vamos enfrentando periódicamente mientras avanzamos hacia el cumplimiento del propósito de Dios. Esos cambios producen en nosotros la formación de un carácter como el de Cristo, que en última instancia, es también parte del propósito de Dios para cada uno de nosotros.



LA PASIÓN.

Es un interés intenso por algo, que llega a absorber toda nuestra energía, y que subordina todos los otros intereses que podamos tener, a este que se convierte en el prioritario y el motor que dirige toda nuestra vida, todas nuestras acciones, todas nuestras energías, todos nuestros recursos.
Es una inclinación o preferencia muy fuerte, determinante hacia algo y que produce vehemencia, ardor, entusiasmo, calor. En este caso, hacia el propósito de Dios.
Una inclinación intensa que llega a invadir todos los aspectos de nuestra vida, un deseo que es dominante en nuestra mente y corazón.
El interés en el cual la individualidad entera se entrega con olvido de todos los demás intereses múltiples que tenga y pueda tener.

La pasión debe ser un ingrediente fundamental en nuestro ser si queremos ver realizado el propósito de Dios para nosotros, porque ningún logro, meta, objetivo o sueño se ha cumplido, ni nada grande, importante o significativo se ha realizado en el mundo sin pasión.

Es un sentido de necesidad y urgencia de alcanzar aquello que ha sido grabado con fuego en nuestro corazón, nuestra convicción.

Pablo, el más fructífero ministro del Evangelio del siglo primero realizó el cumplimiento del propósito de dios para su vida y tuvo tantísimos logros porque fue un hombre apasionado, vehemente, en lo que hacía, en el cumplimiento del propósito de Dios para su vida, de ser apóstol y vehículo de Dios para llevar el Evangelio a los gentiles como el mismo lo menciona muchas veces en sus epístolas:

2 Cor 5.14: el amor de Cristo nos constriñe.
Rom 1:14: a todos somos deudores.
Fil 3:14: dejando lo que queda atrás (lo que ya alcance) prosigo a la meta.
1 Cor 9:16: me es impuesta necesidad.

La pasión es lo que hace la diferencia entre un soñador y un visionario: nos mueve a la acción, nos dispone a dar la vida por aquello en lo que hemos creído, nos dispone a llegar hasta las últimas consecuencias.



LA VISIÓN.

Prov 29.18: Sin visión (profecía) el pueblo se desenfrena.”
Isa 30:8: “Ve, pues, ahora, y escribe esta visión en una tabla delante de ellos, y regístrala en un libro, para que quede hasta el día postrero, eternamente y para siempre.”
Hab 2:2-4: “Y Jehová me respondió, y dijo: Escribe la visión, y declárala en tablas, para que corra el que leyere en ella. Aunque la visión tardará aún por un tiempo, mas se apresura hacia el fin, y no mentirá; aunque tardare, espéralo, porque sin duda vendrá, no tardará. He aquí que aquel cuya alma no es recta, se enorgullece; mas el justo por su fe vivirá.”

Una visión verdadera es la revelación del propósito de Dios para nosotros, como nación, como Cuerpo, como Iglesia local, como familia y/o como persona que abarca todo nuestro ser y todo nuestro quehacer. Es la revelación (no conocimiento natural, no conveniencia, no gusto, no preferencia) de aquello para lo cual fuimos diseñados por Dios.

Una visión correcta genera una acción correcta, y una vida dirigida y enfocada correctamente.
Para tener una visión correcta, necesitamos tener una cosmovisión correcta.
La cosmovisión correcta solo puede venir del conocimiento correcto de Dios.
Por ello, Pablo ora por los Efesios (Efe 1.17) para que ellos, en primer lugar, reciban espíritu de sabiduría y revelación en el conocimiento de Dios, para que puedan saber la esperanza a la que les ha llamado (el propósito), la herencia que tienen con todos los santos (el potencial) y el poder que opera en ellos para desarrollar el potencial y cumplir el propósito.

Jesús, soportó todas las aflicciones de la pasión y fue a la Cruz por nosotros, por el gozo puesto delante de El (la visión de todos nosotros salvos, Heb 12:2).
El conocimiento revelado de Dios no solo produce en nosotros una correcta identidad, sino una correcta perspectiva de la vida (una cosmovisión) que nos llevan a la visión de El para nosotros, y ella, a la acción correcta.
Por ello, la visión está en el centro del poder del liderazgo.



LA INSPIRACIÓN.

Inspirar es infundir o hacer nacer en el ánimo o la mente de alguien, afectos, ideas, designios, propósitos, etc. Es la iluminación del entendimiento de parte de Dios a alguien para mover su voluntad a favor de una causa (visión) específica.

Surge de la visión. Es la visión y la pasión del líder por alcanzar la visión que se transmite e impacta a los demás y los compromete voluntariamente a alcanzar esa visión posible.
Es la motivación (no manipulación) que impulsa a los demás a involucrarse voluntariamente en alcanzar un sueño de un mejor futuro para todos.
Es lo que el líder provoca en los demás al transmitir, comunicar, y hablar de la visión, que los lleva a entregarse al cumplimiento de ella a pesar de sí mismos y superando todos los obstáculos que se puedan presentar en el camino.

Nehemías: inspiró al pueblo con su visión para reconstruir los muros.
David inspiró a sus guerreros para construir un reino fuerte y poderoso para Israel, y ellos se convirtieron en los valientes de David.
1 Cor 11:1: Pablo les dijo a los Corintios, "Síganme, porque yo sigo a Cristo".
Heb 13:7: nos instruye a que tomemos la visión de la fe de nuestros pastores para seguirles ("Imiten la fe de sus pastores").
La inspiración es la fuerza que mueve a los seguidores a ayudar al líder a realizar la visión, a alcanzar ese futuro que se espera.



COMO IDENTIFICAR EL PROPÓSITO PARA EL QUE FUIMOS CREADOS.
Una necesidad de los demás que quisiéramos suplir, en el entorno en el que Dios nos colocó (Hch 17:26).
Aquello para lo cuál tenemos habilidad y capacidad (Efe 2.10).
Aquello que nos produce una pasión hacer.
Aquello que hemos soñado constantemente con realizar.



OBJETIVOS DEL PROPÓSITO.
Hechos a la imagen de Dios (Gen 1:27).
Dios hasta ahora trabaja (Jn 5:17) y lo hace desarrollando cinco tipos de trabajo:
Primero. Trabajo creativo: crear las condiciones para extraer de las personas y las cosas el potencial que fue puesto en ellas por Dios.
Segundo. Trabajo organizativo. Poner bajo control y ordenar las circunstancias. Se corresponde con el mandato de sojuzgar de Gen 1.18.
Tercero. Trabajo administrativo: implica mantenimiento, cuidado, inversión, y se corresponde con el mandato de fructificar y multiplicar (Gen 1:28).
Cuarto. Trabajo restrictivo: estorbar el pecado.
Quinto. Trabajo redentivo: volver las personas y las cosas al plan original de Dios y establecer el Reino de Dios sobre ellas y desarrollarlo (2 Cor 5:18-20, Rom 8.19-21, Col 1:15-20, Mat 28.18-20)



DOS TIPOS DE INFLUENCIA (Mar 10:42-45).

Cuando Jesús habló de liderazgo (y lo hizo muy pocas veces), lo hizo en relación a las actitudes del liderazgo (las actitudes son más importantes que las técnicas porque son el fundamento, el cimiento real, la base correcta para las acciones correctas).
El mencionó dos tipos de actitudes. La actitud de los líderes del mundo que se enseñoreaban y se aprovechaban de las personas y de su posición para su propio beneficio y la actitud que debíamos tener los creyentes en nuestro liderazgo: servicio, dar nuestra vida por los demás, buscar el bienestar de los demás, no el de nosotros mismos. La primer podríamos nombrarla como el liderazgo de la carne en tanto que la segunda podríamos denominarla el liderazgo del espíritu.

La influencia (liderazgo) del mundo (la carne, el diablo) que es el resultado de una posición y de la meritocracia (de algún tipo) humana, que conlleva en mayor o menor grado el enseñorearse sobre las personas, el utilizarlas para lograr la propia agenda personal, en la cual el líder es el centro de la atención de todo.

La influencia (liderazgo) del Espíritu que es el resultado de una actitud de servir a Dios y a los demás y no servirnos nosotros de ello y que implica como una meta explícita o implícita, el mejoramiento de la calidad integral de la vida de las personas, un mejor futuro, en base a los principios de la Palabra de Dios y a la dirección de Dios, Quien es el que nos da el propósito y la visión. En este tipo de liderazgo el líder no es el centro de nada, el Señor lo es, y lo que se propone es realizar la agenda de Dios para consigo mismo y para con los demás.



LA INFLUENCIA, EL LIDERAZGO.

Al final, bajo el liderazgo del espíritu, el liderazgo no es una posición ni un título, sino el ejercicio de un don de Dios para influír en las demás personas a fin de que:
Uno. Le conozcan, reciban salvación y perdón de pecados, y nazcan de nuevo.
Dos. Renoven, bajo la dirección del Espíritu Santo y el conocimiento, entendimiento y aplicación de la Palabra, su vida.
Tres. Desarrollen el carácter y la madurez cristiana, cumpliendo el propósito para el cual fueron creadas y llamadas por Dios.

Por lo tanto, el liderazgo es un resultado, no una posición, una tarea, un nombramiento, un reconocimiento o la búsqueda de seguidores.

Los influyentes están demasiado ocupados en seguir el propósito.
Los seguidores (las personas) buscan líderes genuinos, influyentes positivos, a través del servicio.



12 Jun 2008
Referencia: Liderazgo.