Estudio Bíblico

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Módulo 115. Vida laboral.



Carácter del trabajo.



El trabajo, como actividad humana, tiene una serie de características que le dan un carácter distintivo o diferenciador de la actividad de cualquier otra creación de Dios, principalmente de los animales, a los cuales el humanismo secular y los enemigos de Dios nos han querido conectar de alguna manera, rechazando la Creación de Dios como la razón suprema de nuestra existencia. Esas características distintivas del trabajo humano son, entre otras, las siguientes:

• Como ya lo hemos mencionado anteriormente, el trabajo solo es una actividad humana porque solo los seres humanos tenemos la imagen de Dios en nosotros, y el trabajo es una característica divina. De allí deviene, entonces la dignidad del trabajo.

• En relación con las demás criaturas de Dios, el trabajo es una de las fuentes significativas de diferenciación entre el ser humano y las demás especies, entre ellas, las animales. Solo los seres humanos tenemos la habilidad y la capacidad de transformar la naturaleza, controlarla, dirigirla, administrarla. Ninguna otra creación de Dios puede hacer tal cosa.

• El trabajo es una de las formas, sino la principal de ellas, diseñada por Dios para que todas las personas alcancemos nuestra plenitud. “El trabajo es un bien del hombre –es un bien de su humanidad-- porque mediante él no solo transforma la naturaleza adaptándola a las propias necesidades, sino que se realiza a sí mismo como hombre, es más, en cierto sentido, se hace más hombre”. (Juan Pablo II, Encíclica “El Trabajo Humano”).

• Si la problemática social deriva del objetivo de hacer la vida humana más humana, entonces el trabajo quizá sea la clave esencial de todo ello, porque hacer la vida humana más humana requiere precisamente del trabajo (Gen 1:27-28). (John Stott, “La Fe Cristiana frente a los desafíos contemporáneos”).



Fuente de realización personal.

Como ya señalamos anteriormente, el trabajo fue parte del diseño de Dios para la vida en el Paraíso, como una vía de realización de la imagen de Dios en los seres humanos y como un medio para desarrollar todas las características específicas de esa imagen necesarias para cumplir con los objetivos que Dios determinó precisamente para el trabajo. Es así como a través de él, el ser humano desarrolla su creatividad, la paciencia, la planificación, la iniciativa, la responsabilidad, la eficiencia y la eficacia, la productividad, la dedicación al bien común, el servicio, etc., y por lo mismo, se convierte en una mejor persona, constituyéndose así el trabajo en un medio de realización y satisfacción. Es por ello que, muchas veces, independientemente de que los resultados económicos que logramos no son los que esperamos, el trabajo bien realizado y las metas alcanzadas en él nos produzcan tanta satisfacción; y eso es así porque precisamente esa fue una de las razones que Dios tuvo al establecer el trabajo como una actividad para nosotros, los seres humanos.

La satisfacción en el trabajo, como es nuestra experiencia personal, en última instancia, no depende del salario justo ni de condiciones y seguridad laborales dignas (aunque todas estas indiscutiblemente ayuda a hacer del trabajo una mejor y más satisfactoria experiencia humana y debemos promoverlas por todos los medios lícitos y legítimos posibles), sino que depende o surge de la necesidad de trascendencia y significancia del ser humano, derivadas de la imagen de Dios en él. Es por esa misma razón que muchos empleados y ejecutivos, a pesar de estar bien pagados y desarrollando sus labores dentro de condiciones laborales óptimas, no se encuentran satisfechos con sus trabajos: porque no logran esa satisfacción interna que deviene de un trabajo trascendente y significante más allá del ingreso económico que logramos con él.

Repitámoslo una vez más para renovar los conceptos mundanos acerca del trabajo que centran la satisfacción respecto a él en la obtención de metas personales económicas, rebajando al ser humano a una máquina de trabajo que se vende por un salario, y establecer el concepto bíblico del trabajo: el trabajo es una fuente muy importante, de realización personal de todo ser humano (Ecle 2:24, 3:22). John Stott en su libro “La Fe Cristiana frente a los desafíos contemporáneos, en la Pag. 183, escribe al respecto de esto: “Cuando permanecemos ociosos (en vez de activos) o nos dedicamos a destruir (en vez de crear) negamos un aspecto fundamental de nuestra naturaleza humana, contradecimos el propósito de Dios para nuestra vida, y por consiguiente, abandonamos parte de nuestra propia realización”

Como una consecuencia de lo anterior, en el trabajo, como un elemento importante de realización personal del ser humano, que es integral, deberíamos ocuparnos no solo de lo mecánico, físico y/o mental involucrado, sino también de los aspectos espirituales y emocionales implícitos, lo que implica para nosotros los creyentes principalmente, hacer esfuerzos importantes y serios para enriquecer y humanizar las condiciones laborales en toda actividad y lugar (establecer y extender en el mundo laboral, el Reino de Dios y su justicia). Por otro lado, aún cuando el concepto de realización por medio del trabajo nos sea más difícil de comprender en relación con algunos tipos de trabajo que suponen suciedad, incomodidad, peligro y/o monotonía, y que en algunos países las opciones de trabajo sean muy limitadas, ello no anula que el trabajo sea una de las fuentes (si no la principal) de la realización del ser humano, y por ello, eso debe comprometernos también, para apoyar todo intento de enriquecer y humanizar las condiciones laborales en todo lugar donde estemos presentes.



El servicio a los hombres.

El trabajo no fue creado por Dios con el solo propósito de buscar la realización personal del ser humano, sino también el beneficio de todos los seres humanos, de la comunidad. Adán no cultivaba el Jardín del Edén por el solo hecho de deleitarse en ello, sino para alimentar a su familia.

A lo largo de la Biblia, la productividad del suelo se vincula con las necesidades de la sociedad. Así, por ejemplo, Dios dio a Israel una tierra que fluía leche y miel y al mismo tiempo les ordenó compartir las cosechas con el pobre, el extranjero, la viuda y el huérfano.

Asimismo en el Nuevo Testamento se exhorta al que robaba a que trabaje para que ya no siga robando pero también para tener que compartir con los que padecen necesidades (Efe 4.18).

En consecuencia, el concepto bíblico del trabajo es el de un proyecto comunitario, emprendido por la comunidad, para la comunidad. Ello nos lleva a ver todo trabajo como un servicio público en cierta medida. Aún en la vida adulta, si bien dependemos de Dios para la vida misma, dependemos los unos de los otros para satisfacer nuestras necesidades físicas básicas como alimentación, vestido, calor, seguridad, salud, etc., pero también dependemos los unos de los otros para la satisfacción de aquellas necesidades que contribuyen a enriquecer la vida como las relacionadas con la educación, la cultura, las artes, el deporte y la recreación, etc., sin mencionar también que nos necesitamos los unos de los otros en todo lo relacionado con el cuidado espiritual. Por lo tanto, cualquiera que sea nuestra ocupación, debemos verla como cooperación con Dios para atender a las necesidades de las personas y así ayudarlas a cumplir su propósito y crecer hacia la madurez.





25 Ene 2012