Estudio Bíblico

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Módulo 115. Vida laboral.



Definición y conceptos básicos.



Definición.

El trabajo es el esfuerzo humano de cualquier tipo (físico, mental y/o emocional) efectuado por una persona para realizar una actividad o suma de actividades que den cómo resultado final un producto que satisfaga una necesidad. Es una actividad de carácter universal (para todas las personas).

Según el Diccionario Enciclopédico U.T.E.H.A. (1952) “El trabajo humano, en sentido estricto, es una actividad encaminada a producir algo, es decir, que no se realiza por el placer o diversión que se experimenta en su realización, como ocurre en el deporte o en el juego, sino que tiene una finalidad trascendente. Sin él no es posible subsistir, satisfacer las necesidades de la vida ni realizar la mayor parte de los fines humanos. El trabajo es el medio indispensable, la condición ineludible para vivir y lograr los objetivos de los hombres.... Por cuanto realiza la vida y los fines del hombre, como actividad de la persona humana, tiene la dignidad de ésta. En todo trabajo humano se desarrolla un esfuerzo corporal y mental;...”

El ser humano siempre trabaja, aún los que teóricamente no hacen nada –los holgazanes, haraganes, perezosos, etc.— (más de alguna actividad, en algún momento de cada día, realizan, que constituye un trabajo). Las diferencias entre uno y otro están en el hecho de la intensidad y frecuencia del trabajo. El llamado de Dios es al trabajo diario diligente (El, siendo Dios, trabajó seis días de la semana y solo descansó uno),

Una falacia en todos los siglos y en todos los lugares es el comentario relacionado con las mujeres que se quedan en su hogar. Generalmente, cuando se refieren a ellas se dice que no trabajan, lo cual es totalmente incorrecto en el caso de la mayoría (habrá algunas quizá que definitivamente no hagan nada, pero la gran mayoría son personas activas), La realización de las tareas del hogar es un trabajo, y un trabajo arduo. Aún el hecho de que ello se diga porque no generan un ingreso resultaría en una falacia, porque si bien no generan un ingreso adicional, si evitan la generación de un gasto por contratación de personas para que hagan esas tareas, lo cual incide en un incremento de los recursos económicos disponibles para la familia.

Todos, de una u otra forma, somos trabajadores. Es una actividad humana tan importante, que la mayoría de los seres humanos, ocupamos, por lo menos, la tercera parte del día o la mitad de las horas que pasamos despiertos cada día para trabajar. Socialmente se acostumbra definir a las personas por lo que hacen en sus trabajos.

La primera imagen que la Biblia describe en Gen 1 es la de un trabajador creativo, organizado, atento a la calidad y los resultados y satisfecho de su trabajo: Dios trabajando en la Creación.



Propósitos de Dios en la Creación del hombre y la mujer.

Cuando Dios creó al hombre y a la mujer tenía en mente, por lo menos, dos propósitos:




a) Tener comunión con ellos.

“Y oyeron la voz de Jehová Dios que se paseaba en el huerto, al aire del día; y el hombre y su mujer se escondieron de la presencia de Jehová Dios entre los árboles del huerto. Mas Jehová Dios llamó al hombre, y le dijo: ¿Dónde estás tú?” (Gen 3:8-9).

“Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.” (Jn 4:23).

Si el Señor se paseaba en el huerto donde había puesto a Adán y Eva y si ellos, después de la caída se escondieron de su presencia, y si Dios llamó al hombre al no encontrarlo, es porque Dios, primero, paseaba por el huerto frecuentemente y obviamente, si Adán y Eva estaban allí, no se escondían sino que estaban delante de su presencia, tenían relación y comunión con Dios, y si Dios los llamó, es por la misma razón, porque cuando paseaba en el huerto esperaba encontrarlos allí. Todo ello es evidencia de que Dios nos creó a los seres humanos para tener comunión con nosotros.

Ello lo ratifica en el Nuevo Testamento en Jn 4.23. El hecho de que al morir Jesús se hubiera rasgado el velo del Lugar Santísimo del templo (Luc 23:45), evidencia también la libertad de comunicación que Dios quería tener con nosotros, permanentemente, porque por ello y por Cristo tenemos libre entrada al trono de la gracia de Dios para encontrar misericordia y oportuno socorro (Heb 4:14-16).


b) Que trabajaran:

“Y Jesús les respondió: Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo.” (Jn 5:17).

“Entonces dijo Dios: Hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza; y señoree en los peces del mar, en las aves de los cielos, en las bestias, en toda la tierra, y en todo animal que se arrastra sobre la tierra. Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios lo creó; varón y hembra los creó. Y los bendijo Dios, y les dijo: Fructificad y multiplicaos; llenad la tierra, y sojuzgadla, y señoread en los peces del mar, en las aves de los cielos, y en todas las bestias que se mueven sobre la tierra.” (Gen 1.26-28).

“Estos son los orígenes de los cielos y de la tierra cuando fueron creados, el día que Jehová Dios hizo la tierra y los cielos, y toda planta del campo antes que fuese en la tierra, y toda hierba del campo antes que naciese; porque Jehová Dios aún no había hecho llover sobre la tierra, ni había hombre para que labrase la tierra,” (Gen 2:4-5).

“Tomó, pues, Jehová Dios al hombre, y lo puso en el huerto de Edén, para que lo labrara y lo guardase.” (Gen 2:15).

Dios es un trabajador. Lo primero que vemos haciendo a Dios en la Biblia es trabajando en la Creación, y Jesús, cuatro mil años después, nos enseña que El Padre sigue trabajando. Cuando Dios dice “hagamos al hombre a nuestra imagen, conforme a nuestra semejanza”, la naturaleza trabajadora de Dios es transmitida al hombre como parte de la imagen y semejanza de Dios. Y ello se evidencia porque una vez hechos y bendecidos, lo siguiente que Dios hace con ellos es enviarlos a trabajar.

De hecho, Dios no creó las plantas ni la hierba sino hasta que ya se iba a realizar la creación del hombre para que las labrase. Cuando Dios creó a Adán lo puso en el huerto para que lo trabajara, labrándolo y guardándolo. El trabajo, por lo tanto, fue parte del modelo de vida diaria diseñado por Dios para el paraíso.

Por ello podemos decir, sin temor a equivocarnos, que el primer ministerio que Dios le dio al hombre y a la mujer fue el trabajo. El trabajo humano es tan importante para Dios que de hecho, en hebreo, la raíz de la palabra que se traduce “trabajo” y la raíz de la palabra que se traduce “adoración” es la misma: “avodah”. Igualmente, en inglés, adoración es “workship” y trabajo es “work”, compartiendo la misma raíz.

Otra cosa que podemos ver en los versículos que leímos anteriormente, es que en el mismísimo origen de la Creación del hombre y la mujer está incluido el ministerio de Reyes (trabajadores y administradores de Dios sobre la Creación) y Sacerdotes (adoradores de Dios, nuestro Padre).



El trabajo no es un castigo resultante de la caída, es un resultado de la Creación.

Si bien es cierto que en la caída, por causa del pecado, la tierra recibió maldición y los resultados del trabajo del hombre, que iba a ser efectuado con “dolor” iban a ser también espinas y cardos(problemas), también lo es que el trabajo (Gen 1 y 2) es anterior a la Caida (Gen 3).

El propósito del trabajo no es algo que Dios hizo como castigo, ni como una obligación, resultante del pecado del hombre, sino que Dios lo diseño como una actividad a través de la cual el ser humano desarrollara un carácter, unas habilidades y capacidades, y un propósito que lo fueran conformando cada día más, al carácter de Dios y de Cristo, que en última instancia, es el propósito de Dios para con nosotros:

“Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados. Porque a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo, para que él sea el primogénito entre muchos hermanos. Y a los que predestinó, a éstos también llamó; y a los que llamó, a éstos también justificó; y a los que justificó, a éstos también glorificó.” (Rom 8:28-29)

“Cada uno según el don que ha recibido, minístrelo a los otros, como buenos administradores de la multiforme gracia de Dios. Si alguno habla, hable conforme a las palabras de Dios; si alguno ministra, ministre conforme al poder que Dios da, para que en todo sea Dios glorificado por Jesucristo, a quien pertenecen la gloria y el imperio por los siglos de los siglos. Amén.” (1 Ped 4:10-11).

Nuestro señorío sobre la naturaleza y nuestro potencial para el trabajo creativo se desprenden y forman una parte esencial de la imagen de Dios en nosotros. Puesto que Dios nos ha dotado de sus dones como trabajador, su intención es que los utilicemos. Por ello el trabajo no es primordialmente algo que hacemos para vivir, sino algo para lo cual vivimos (aunque no debemos vivir exclusivamente para trabajar).

Aún el Señor Jesucristo, antes de iniciar su ministerio público, fue un trabajador activo y reconocido, como lo fueron también sus discípulos:

“Salió Jesús de allí y vino a su tierra, y le seguían sus discípulos. Y llegado el día de reposo, comenzó a enseñar en la sinagoga; y muchos, oyéndole, se admiraban, y decían: ¿De dónde tiene éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es esta que le es dada, y estos milagros que por sus manos son hechos? ¿No es éste el carpintero, hijo de María, hermano de Jacobo, de José, de Judas y de Simón? ¿No están también aquí con nosotros sus hermanas? Y se escandalizaban de él.” (Mar 6:1-3).

“Andando Jesús junto al mar de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés su hermano, que echaban la red en el mar; porque eran pescadores. Y les dijo: Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres. Ellos entonces, dejando al instante las redes, le siguieron. Pasando de allí, vio a otros dos hermanos, Jacobo hijo de Zebedeo, y Juan su hermano, en la barca con Zebedeo su padre, que remendaban sus redes; y los llamó. Y ellos, dejando al instante la barca y a su padre, le siguieron.” (Mat 4:18-22).

La única diferencia entre el trabajo que debían realizar Adán y Eva y el que debemos realizar nosotros hoy, como ya lo mencionamos anteriormente, es que las consecuencias del pecado lo han hecho más difícil que en el Edén, pero los objetivos siguen siendo los mismos:

Y al hombre dijo: Por cuanto obedeciste a la voz de tu mujer, y comiste del árbol de que te mandé diciendo: No comerás de él; maldita será la tierra por tu causa; con dolor comerás de ella todos los días de tu vida. Espinos y cardos te producirá, y comerás plantas del campo. Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás.” (Gen 3:17-19).

Si una de las consecuencias de la caída es que el trabajo iba a ser efectuado con “dolor”, con sufrimiento, ello quiere decir que en el Edén el trabajo no adolecía de estas características, por lo cual, entonces, era realizado con gozo, y ello, posiblemente, porque al hacerlo no solo se estaba desarrollando la imagen de Dios en Adán y Eva, sino que también se estaban realizando como seres humanos, útiles a Dios, a sí mismos y a los demás. Y ese es precisamente el objetivo del trabajo: realizarnos como seres humanos.

Como consecuencia de la caída, desde ese tiempo todas las ocupaciones han tenido su propia versión de malas hierbas fastidiosas que han obstaculizado el trabajo y producido dolor, pero casi en todos los trabajos hay una manera de trabajar para y con Dios. Por el hecho de ser creyentes en Cristo y que El hubiera venido a restaurar todas las cosas que se perdieron en la caída (Luc 19.10) no sería realista que esperásemos que nuestro trabajo no tuviese problema alguno; sin embargo, eso no significa que tenga que ser monótono y exento de gozo. Si bien Cristo vino a rescatar lo que se había perdido, ello ya fue hecho en lo espiritual, pero estamos en el proceso de la manifestación de ello en el mundo natural, proceso que será perfecta y concluirá con la Segunda Venida de nuestro Señor Jesucristo. Por ahora, es algo “ya hecho pero todavía no”, algo que está en proceso de manifestarse en su plenitud en el mundo natural.



Productos o resultados inmediatos del trabajo en el mundo de hoy.

El resultado o producto más evidente del trabajo en el mundo de hoy es el salario que devengamos por realizarlo, que nos permite contar con una provisión económica para suplir, por lo menos, las necesidades más importantes, si no todas, de nuestra sobrevivencia y la de nuestra familia. En ese sentido, el trabajo es uno de los medios o instrumentos que el Señor utiliza para suplir todas nuestras necesidades conforme a sus riquezas en gloria en Cristo Jesús (Fil 4.19).

En el plan original de Dios estaba que el trabajo sería el instrumento para la provisión total de todas las necesidades del ser y la raza humana, sin embargo, por la caída y la maldición que ella provocó sobre la humanidad y sobre la creación, no solo el trabajo se complicó y se hizo dificultoso, lo cual entorpece el obtener todos los resultados esperados de él, sino que también introdujo la codicia, la envidia, la avaricia, y en fin, todos los pecados sociales y económicos que han divorciado al trabajador de la posesión de los productos de su trabajo, sustituyéndolos por un salario que nunca constituye un equivalente al producto del trabajo, sino representa el valor que otro ser humano con mayor poder, le fija al valor del trabajo del trabajador, y por lo tanto, este medio de provisión diseñado por Dios ha sido distorsionado, y para una gran cantidad de seres humanos, está por debajo de lo necesario para la satisfacción de las necesidades básicas de él y de su familia. Pero aún a pesar de esa distorsión, es un medio que Dios sigue utilizando para suplir las necesidades.

En Prov 22:29, la Palabra de Dios afirma que las personas solícitas en su trabajo estarán delante de los reyes. Ello implica que el trabajo provee a la persona que lo ejecuta, cuando está bien realizado, un sentido de dignidad y honor. Esa dignidad es el resultado de la realización de la imagen de Dios en nosotros, por cuanto Dios es trabajador y hasta ahora trabaja (Jn 15:7).

Otro resultado del trabajo bien realizado es que desarrolla en nosotros un sentimiento de realización o satisfacción con lo logrado, que es igualmente resultado de la imagen de Dios en nosotros, por cuanto que cada vez que Dios concluyó la realización del trabajado de cada día de la Creación, y al final de está evaluó el trabajo realizado, y se sintió satisfecho de sus resultados (Gen 1). Esa realización que experimentamos no solo produce gozo por el deber cumplido sino que también nos prepara para enfrentar los retos de la siguiente tarea, del día siguiente, o de cualquier período de tiempo siguiente llenos de respeto, confianza e independencias saludables, que se derivan del sentido de realización personal y de satisfacción por los logros alcanzados, aunque ello hubiera implicado un gran esfuerzo o sacrificio. Es lo que Jesús experimentó, en medio del dolor de la Cruz, cuando exclamó” “Consumado es” (Jn 19.30).

La Palabra, en Prov 26:13-14, nos habla del perezoso, que es irresponsable, y por oposición, podemos deducir entonces que el trabajo diligente produce responsabilidad en las personas, resultado de la decisión y esfuerzo de cumplir con las normas y procedimientos, plazos, metas, objetivos, resultados, etc., que las características del puesto que ejecutan les impone.

Un resultado importante del buen trabajo, del trabajo bien hecho, de la excelencia en el trabajo, en el caso de los creyentes, es que provee credibilidad a las palabras, porque están respaldadas por los hechos que constituyen lo que llamaríamos un “buen testimonio”, que le permite al y la creyente, cumplir con el mandado del Señor de ser luz, sal y levadura en medio del mundo (Mat 5:13-17, Mat 13:33). El testimonio en el lugar de trabajo está constituido, según lo comenta Bill Hybels en su libro “Los cristianos en el centro de trabajo” (Edit. Vida, 1995) por tres elementos:

• La forma en que trabajamos, que constituye, si no todas por lo menos una buena parte de las buenas obras que glorifican a Dios y que El preparó para que anduviéramos en ellas (Mat 5:16, Efe 2.10).

• Quienes somos, en el sentido de Mat 7.12 (la regla de oro) y que se manifiesta en las relaciones que establecemos con los demás. Este elemento es tan importante, que Jesús dijo que resume toda la ley y los profetas (Mat 22:37-40) y que todos sabrían que somos sus discípulos por la calidad (amor) de las relaciones que establecemos no solo entre nosotros los y las creyentes, sino con todos y todas las demás personas con las que nos relacionamos (Jn 13:35). Quienes somos se expresa en la manera cristiana de vivir y relacionarnos con todos de acuerdo al modelo de vida de Jesús, y para El, las personas eran la máxima importancia (no las normas, no las leyes, no las tradiciones, si impedían que las personas pudieran recibir una bendición de parte de Dios) (Efe 4:1¨2).

• Lo que decimos, en el sentido de que cuando las personas vean que trabajamos diferente a los demás y que somos diferentes en nuestra manera de relacionarnos con ellos, entonces van a preguntar la razón de ello, y nosotros debemos responder con la Verdad de la Palabra de Dios por lo cual necesitamos estar preparados para darles una presentación sencilla pero efectiva, inteligente y entendible de Cristo, de Su obra en nosotros y de nuestra esperanza. Esa respuesta, de más está decirlo, debe ir sazonada con amabilidad.



25 Ene 2012