Estudio Bíblico

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Módulo 114. Finanzas personales.



ESTABLECIENDO CLARAMENTE EL SEÑORIO DE CRISTO EN NUESTRAS FINANZAS.


“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.” (Mat 6:24).

“Por tanto os digo: No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? ¿Y quién de vosotros podrá, por mucho que se afane, añadir a su estatura un codo? Y por el vestido, ¿por qué os afanáis? Considerad los lirios del campo, cómo crecen: no trabajan ni hilan; pero os digo, que ni aun Salomón con toda su gloria se vistió así como uno de ellos. Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana se echa en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros, hombres de poca fe? No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. Así que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal.” (Mat 6:25-34).

En la Palabra de Dios solo encontramos una cosa que compite con el Señorío de Cristo en nuestras vidas, y eso es el dinero, los bienes y las riquezas. Por ello, resulta sumamente importante que establezcamos el Señorío de Cristo sobre esas cosas, de una manera clara, determinante, definida. Nuestras finanzas personales deben estar bajo el Señorío de Cristo o tarde o temprano van a estar bajo la influencia de mammón, y nos van a separar del Señor.

Para algunos que no quieren terminar de rendir sus finanzas y sus billeteras al Señorío de Cristo, siguiendo caminos que en su opinión parecen derechos, esto puede resultar exagerado, anticuado, demasiado radical, dogmático, o cosas por el estilo. Pero tarde o temprano, la Palabra de Dios nos dice que eso precisamente es lo que va a pasar. Cuando no queremos rendir nuestras finanzas a Cristo es porque queremos retener, y al retener es porque le asignamos al dinero poder, y ello, tarde o temprano, nos va a llevar a ser controlados por el deseo (posiblemente disfrazado de necesidad) de poseer más, y entonces se puede llegar a cumplir lo que la Palabra de Dios dice:

“Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto. Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” (1 Tim 6:6-10).

“... No me des pobreza ni riquezas; manténme del pan necesario; no sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios.” (Prov 30:8-9).

“Tales son las sendas de todo el que es dado a la codicia, la cual quita la vida de sus poseedores.” (Prov 1:19).

“No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el orín corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el orín corrompen, y donde ladronees no minan ni hurtan. Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.” (Mat 6:19-21).

Tenemos que tener cuidado porque la única otra cosa, después del pecado, que nos puede separar del Señor, es nuestra actitud ante el dinero, los bienes y las riquezas. No es por casualidad que la Palabra de Dios hable acerca del dinero mucho más que de la fe, la oración, la adoración, etc. Es porque nuestra actitud ante el dinero constituye una amenaza real, más grande de lo que nos podemos imaginar, a nuestro caminar en Cristo.

Ello no implica el asunto de tener o no tener, o de que las riquezas no son signos de espiritualidad y la pobreza si lo es. Ninguna de esas cosas, ni sus opuestos son verdad según la Palabra de Dios. Ni la pobreza ni la riqueza son símbolos de espiritualidad o de falta de ella. La riqueza ni la pobreza son signos de la aprobación o desaprobación de Dios. El asunto del dinero va más allá de su posesión o su falta. Es un asunto de carácter y actitud. Es un campo en el que necesitamos romper el señorío del mundo (mammón) y establecer claramente el Señorío de Cristo. Ya el Señor mismo abrió el camino para ello mediante su muerte en la Cruz, rompiendo el dominio del pecado en nuestras vidas, liberándonos para que pudiéramos caminar libres de la esclavitud de lo mundano y carnal. Eso, en términos del dinero, los bienes y las riquezas, implica que debemos pasar de que el dinero se enseñoree de nosotros a enseñorearnos nosotros de él, de simplemente trabajar para obtenerlo a que trabaje para nosotros.

“Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” (Luc 19:10).

“Porque el anhelo ardiente de la creación es el aguardar la manifestación de los hijos de dios. Porque la creación fue sujetada a vanidad, no por su propia voluntad, sino por causa del que la sujetó en esperanza; porque también la creación misma será libertada de la esclavitud de corrupción, a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. Porque sabemos que toda la creación gime a una, y a una está con dolores de parto hasta ahora; y no sólo ella, sino que también nosotros mimos, que tenemos las primicias del Espíritu, nosotros también gemimos dentro de nosotros mismos, esperando la adopción, la redención de nuestro cuerpo.” (Rom 8:19-23).

Un asunto más respecto al dinero como señal de aprobación o desaprobación, o como señal de espiritualidad o no: si tener dinero fuera pecado, Dios sería el mayor pecador porque El es el dueño de todo el oro y la plata y de todo cuanto existe. Si nosotros, siendo malos e imperfectos, si tuviéramos mucho dinero y posesiones indudablemente lo compartiríamos con nuestros hijos, cuanto más Dios lo va a hacer con nosotros. Dios, (nuestro Padre rico), no tiene ningún problema en darnos, entre todo lo demás que nos da, dinero, bienes y riquezas abundantemente. De hecho, ese es su deseo. El problema somos nosotros, nuestra actitud hacia esas cosas.

“Honra a Jehová con tus bienes, y con las primicias de todos tus frutos; y serán llenos tus graneros con abundancia, y tus lagares rebosarán de mosto.” (Prov 3:9-10).

“No digas a tu prójimo: anda, y vuelve, y mañana te daré, cuando tienes contigo qué darle.” (Prov 3:28).

“Porque ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos.” (2 Cor 8:9).

“Sino acuérdate de Jehová tu Dios, porque El te da el poder para hacer las riquezas, a fin de confirmar su pacto que juró a tus padres, como en este día.” (Deut 8:18).
El dinero provoca en nosotros actitudes (1 Tim 6:10: “raíz de todos los males (o malas actitudes) es el amor al dinero”). El dinero nos “habla” (consultamos con nuestra chequera o nuestra billetera) respecto a los planes que tiene para consigo mismo impulsándonos a la codicia, la envidia, la avaricia y/o la tacañería, a buscar nuestras formas de cómo ganarlo, administrarlo y gastarlo. Cuando eso sucede:
• Los pensamientos (palabras habladas a nuestro corazón) respecto al dinero, terminan tomando vida por medio de nuestras palabras y acciones (nuestras palabras tienen poder creador de vida o muerte).
• La proclamación de la voz negativa del dinero provoca que nuestras finanzas acaben completamente paralizadas y destruidas, lo que equivale a que reciben maldición y no bendición.
• El dinero será nuestra fuente de seguridad y comodidad, y no Dios, usurpando el lugar que solo a El le corresponde, y su ausencia o “escasez” va a provocar en nosotros inseguridad e incomodidad, y por ende, malestar.
• El dinero producirá en nosotros independencia de Dios y autosuficiencia, y la “lucha” por conseguirlo será tan ardua, que va a terminar absorbiendo toda nuestra vida, alejándonos paulatinamente de Dios, si es que en alguna oportunidad estuvimos cerca de él.
• El dinero lo usaremos para generar poder e influencia, y la ausencia de él, generarará insatisfacción, desánimo, decepción, etc.
• Al respecto de eso, 1 Tim 6:17 y Sal 62:10 nos aconsejan no poner el corazón en ellas, porque son inciertas, inseguras, hoy están y mañana puede que no.

“A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. 18Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; 19atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna.” (1 Tim 6:17-19).

“No confiéis en la violencia, ni en la rapiña; no os envanezcáis; si se aumentan las riquezas, no pongáis el corazón en ellas.” (Sal 62:10).

La otra opción que tenemos a nuestro alcance, y que va a ser fuente de bendición para nuestras vidas, es que en lugar que el dinero nos hable respecto a sí mismo, sea Dios quien nos habla respecto al dinero, impulsándonos a tener una actitud generosa, dadivosa, dadora.

Si escuchamos la voz de Dios, entonces el dinero tendrá los siguientes usos:
a) Proveer nuestras necesidades básicas (esenciales para vivir; los deseos son cosas extras, no esenciales). Ello traerá a nuestras vidas el contentamiento (Mat 6:11, Luc 12:29-31, Heb 13:5), que no es más que el vivir diariamente en dependencia de Dios, con un corazón agradecido por lo que El nos da cada día, que lo vemos como lo que realmente es: una muestra mas de su amor y misericordia para con nosotros.
b) Suplir las necesidades de otros, comenzando por nuestras familias naturales, la familia de la fe y los necesitados y los débiles o incapacitados (viudas, huérfanos, etc.). (Rom 12:14, 2 Cor 8 y 9).
c) Dar para el Reino.
d) Otros fines, como
o Obtener Su dirección para planes o proyectos: si Dios nos está guiando a algo, El suplirá lo que necesitemos. Si Dios no nos suple entonces quiere decir que o todavía no es el tiempo o que no es Su voluntad, sino la nuestra.
o Ver su poder en acción como sucedió con la viuda del profeta a la que Dios le suplió sobrenaturalmente para pagar a los acreedores que le había dejado el marido (2 Rey 4:1-7, Sal 34:10, Mat 6:33).
o Proveernos de madurez de carácter y fe la renovar nuestra mente soltando nuestra dependencia del dinero y de las fuentes a través de las cuales nos llega a nuestras manos, para colocar nuestra dependencia exclusivamente en Dios que puede usar cualquier fuente para proveerlo.



25 Ene 2012