Estudio Bíblico

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Módulo 114. Finanzas personales.



PROSPERIDAD BIBLICA.


Cuando renovamos nuestra mente en cualquier área de nuestra vida, la Palabra de Dios dice que vamos a ser prosperados en todas las cosas (3 Jn 2, Sal 1:1-3). La obediencia a la Palabra de Dios trae como resultado la prosperidad, entendida ésta como la provisión de Dios para suplir todas nuestras necesidades por encima de lo que necesitamos, más abundante de lo mínimo. No necesariamente significa riquezas abundantes, aunque puede significarlo.

Es importante entender que la prosperidad es el resultado de que en nuestra mente y corazón relacionemos correcta el dinero, los bienes y las riquezas con el propósito de Dios y que le hayamos probado que somos confiables en lo poco, Dios estará más que dispuesto a derramar su abundancia económica y financiera sobre nosotros porque El conoce que cuando la recibamos le daremos toda la parte que solo a El le corresponde.



Errores respecto a la doctrina de la prosperidad.

Es indiscutible que la Palabra de Dios enseña que Dios quiere prosperarnos en todas las cosas en la misma medida en que prospera nuestra alma. Es decir, que Dios antepone el carácter a la prosperidad, y que ésta es resultado de aquel. Por otro lado, la prosperidad no es un término que bíblicamente signifique posesión de riquezas. Prosperidad se refiere a “un clima”, un “ambiente” espiritual y emocional en el que todo lo que emprendamos nos salga bien y tengamos todo lo que necesitemos para vivir sobria, quieta y reposadamente, con contentamiento.

Esa prosperidad implica un cambio de mente, la renovación de nuestro corazón y pensamiento, sacando de ellos los patrones de conducta que aprendimos del mundo (codicia, avaricia, egoísmo, etc), y que adoptemos como forma de vida que Dios nos revela en su Palabra. En consecuencia, el deseo de Dios de prosperarnos implica que El va a trabajar prioritariamente con nuestro carácter, no con proveernos de riquezas.

La enseñanza de la prosperidad de Dios para sus hijos, si no se enseña adecuadamente, puede ser usada por el espíritu de mammón para volver a establecer o incrementar su control sobre nosotros. Ello porque al enseñar este tema, muchos pueden incurrir en el error más común de querer ser ricos para sí mismos, en lugar de para con Dios (que es el concepto del mundo fundamentado en la codicia) de lo cual el Señor nos habla claramente en la parábola del rico insensato:

“Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia. Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor? Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.” (Luc 12:13-21).

Como vemos claramente en esta enseñanza, el rico insensato todo lo que tenía lo quería solo para él, no para sembrar en el Reino de Dios ni en las personas. El estaba poniendo su seguridad y bienestar en la posesión de los muchos bienes que tenía guardados, no en el Señor que se los había provisto. Y el final de la enseñanza es que seamos ricos para con Dios y no para con nosotros. Ello significa que tomemos solo lo necesario para nosotros y todo el resto sea para sembrarlo en donde Dios quiera.

Cuando enseñamos que la prosperidad es que Dios nos quiere dar dinero, bienes y riquezas, más que renovar nuestra alma, nuestro carácter y nuestras actitudes hacia todas las cosas que constituyen la vida, incluido el dinero, los bienes y las riquezas, sutilmente estamos abriendo la puerta para que, por la codicia que pueda estar guardada en el corazón de algunos, el honor de dar los diezmos y las ofrendas se convierta (sutilmente), no en un acto de adoración a Dios sino en un acto de negociar con El, motivado por el espíritu de mamón en lugar de por el Espíritu Santo, que en esencia, significaría:

o En lugar de usar el dinero para servir a Dios, pretendemos usar a Dios para obtener dinero, identificando la falta de dinero como una necesidad, cuando la necesidad es lo que nos hace falta, no el dinero que podamos necesitar para comprar lo que necesitamos para suplir esa necesidad.
o Para justificar ese pedido de dinero mencionamos que la falta de dinero y la pobreza (que identificamos nada más que como una pobreza material) no son la voluntad de Dios (lo cual es cierto porque es el resultado de la maldición de la ley). Para complementar la justificación de nuestra petición mencionamos el principio bíblico de las siembra y la cosecha, y nos proponemos la siembra porque Dios retornará al 30, 60 o 100 por uno (por supuesto, esperando que Dios nos devuelva la siembra al 100 por uno). El problema no está en lo que mencionamos, sino en las intenciones del corazón al hacerlo.
o Con ello, lo que estamos haciendo es tratar al dinero como si fuera la meta o el fin, cuando lo que es verdaderamente importante, según la Palabra de Dios, son el corazón y el carácter.





25 Ene 2012