Estudio Bíblico

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Módulo 114. Finanzas personales.



PATRONES ECONÓMICOS CARNALES (2).


Descontento con nuestro nivel de vida.

Esto se manifiesta en la presencia de una insatisfacción casi constante con los logros y mejoras alcanzados en el nivel de vida. Nunca es suficiente, siempre se quiere más y mejor derivado de que le atribuimos y ponemos demasiado énfasis en el poder de las cosas como una fuente de satisfacción, comodidad, seguridad, valor y status. De ello deriva una situación de descontento permanente o casi permanente con lo que Dios nos ha provisto, que impide que tengamos un corazón verdaderamente agradecido, lleno de alabanza y adoración, y que es contraria a lo que manifiesta y ordena la Palabra de Dios:

“Pero gran ganancia es la piedad acompañada de contentamiento; porque nada hemos traído a este mundo, y sin duda nada podremos sacar. Así que, teniendo sustento y abrigo, estemos contentos con esto.” (1 Tim 6:6-8).

“No lo digo porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme, cualquiera que sea mi situación. Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” (Fil 4:11-13).

“y todo lo que hacéis, sea de palabra o de hecho, hacedlo todo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él.” (Col 3:17).

El contentamiento no es conformismo. Es agradecimiento convencido y activo por lo que tenemos hoy, reconociendo que de la mano de Dios viene y que El está obrando en nuestras vidas, enseñándonos fidelidad con lo que tenemos hoy para proveernos de más en el futuro, acompañado del sano deseo y las motivaciones correctas de buscar una mayor prosperidad en todas las áreas de nuestra vida, incluyendo la económica, para mejorar nuestra posición en el futuro (cercano y lejano) y convertirnos en mayores sembradores del Reino de Dios y para la Gloria de Su Nombre.

“Amado, yo deseo que tú seas prosperado en todas las cosas, y que tengas salud, así como prospera tu alma.” (3 Jn 2).

“Bienaventurado el varón que no anduvo en consejo de malos, ni estuvo en camino de pecadores, ni en silla de escarnecedores se ha sentado; sino que en la ley de Jehová está su delicia, y en su ley medita de día y de noche. Será como árbol plantado junto a corrientes de aguas, que da su fruto en su tiempo, y su hoja no cae; y todo lo que hace, prosperará.” (Sal 1:1-3).



Énfasis exagerado en el dinero y sobreestimación de su poder.

Esto es el resultado de un engaño del diablo, el mundo y la carne, que le atribuye al dinero, los bienes y las riquezas, poder para alcanzar cosas y/o situaciones que solo pueden venir de una correcta relación con Dios como lo son la paz, la felicidad, el bienestar, el gozo, la autorrealización, una vida con significado y propósito, etc.

Deriva de la falsa creencia de que el dinero es poderoso (cuando lo único verdaderamente poderoso es el Espíritu Santo que obra en nosotros) y es proveedor de felicidad. Derivado de ello, nos dejamos impresionar constantemente con las personas que tienen dinero, a las que les atribuimos valor, reconocimiento, admiración y alabanza por ese hecho, cuando el Único que merece todo ello es nuestro Dios.

Las personas que están bajo el dominio de este énfasis y sobreestimación están constantemente hablando acerca del dinero, de la forma de obtenerlo, de lo que harían cuando lo tengan, etc. (“De la abundancia del corazón habla la boca” –Mat 12:34--; y, “Conforme pensamos en lo más profundo de nuestro corazón, así actuamos –Prov 23:7). En la práctica, ello significa que estamos creyendo que el verdadero poder radica en el dinero, y por ende, todos nuestros esfuerzos de vida giran alrededor del trabajo, los negocios y cualquier otra forma de obtenerlo. Las personas en esta situación, literalmente viven para obtener dinero. El dinero, los bienes y las riquezas se convierten en un fin en sí mismo –no en un medio, como es la voluntad de Dios— que termina controlando la vida de esas personas, y para efectos prácticos, convirtiéndose en el dios de ellas.

“A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos, generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir, que echen mano de la vida eterna.” (1 Tim 6:17-19).



Afán de hacerse rico rápidamente.

“Porque los que quieren enriquecerse caen en tentación y lazo, y en muchas codicias necias y dañosas, que hunden a los hombres en destrucción y perdición; porque raíz de todos los males es el amor al dinero, el cual codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores.” (1 Tim 6:9-10).

Un cosa es que tengamos el buen deseo de mejorar nuestro nivel y calidad de vida obteniendo riqueza (un poco más de lo que necesitamos para tener suplidas todas nuestras necesidades), y otra cosa muy diferentes es estar controlado por ese deseo de tal manera que toda nuestra vida gire alrededor de satisfacerlo, aún cuando ya todas nuestras necesidades estén suplidas muy por encima de lo que necesitamos.

Cuando ese deseo bueno se convierte en un afán descontrolado, que nos llega a controlar completamente, de tal manera que vivimos solo para ello, entonces tenemos un problema muy serio. Estamos pasando de un deseo justo a la codicia, y la codicia es la que lleva al ser humano en todas partes y en todos los tiempos, a la destrucción y perdición no solo individual sino que también colectiva: guerras, pobreza, etc.



Indiferencia a las necesidades de los pobres.(Sant 2:14-17).

“Hermanos míos, ¿de qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene obras? ¿Podrá la fe salvarle? Y si un hermano o una hermana están desnudos, y tienen necesidad del mantenimiento de cada día, y alguno de vosotros les dice: Id en paz, calentaos y saciaos, pero no les dais las cosas que son necesarias para el cuerpo, ¿de qué aprovecha? Así también la fe, si no tiene obras, es muerta en sí misma.” (Sant 2:14-17),

La indiferencia ante las necesidades de los demás es el resultado de un corazón endurecido por el egoísmo. Y entre nosotros, los creyentes, no debería tener cabida un corazón de ese tipo por cuanto el “amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones” (Rom 5:3). Y el amor de Dios no es un amor egoísta, más bien es un amor compasivo y dador que se quita lo mejor de si mismo para darlo a aquellos que precisamente no tienen nada para poder pagar ese desprendimiento. Y nosotros, como imitadores de El, deberíamos hacer lo mismo, porque “si no amamos a quienes podemos ver, mucho menos podemos amar a Dios, a quien no podemos ver” (1 Jn 4:20, Biblia en Lenguaje Sencillo).



Indiferencia a las necesidades de nuestros familiares.

“No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos. Así que, según tengamos oportunidad, hagamos bien a todos, y mayormente a los de la familia de la fe.” (Gal 6:9-10).

“...porque si alguno no provee para los suyos, y mayormente para los de su casa, ha negado la fe, y es peor que un incrédulo.” (1 Tim 5:8).

La indiferencia ante las necesidades de los familiares, tanto en la carne como en lo espiritual, no solo implica el mismo egoísmo que es el resultado de un corazón endurecido, sino que además de ello constituye una negación de la fe en el Señor Jesucristo que es peor que la misma incredulidad. La indiferencia a las necesidades de nuestros familiares, cuando tenemos que darles para suplírselas, es un nivel de egoísmo mucho más grande que el de la indiferencia a las necesidades del prójimo.



No honrar a nuestros líderes espirituales con lo material.

“El que es enseñado en la palabra, haga partícipe de toda cosa buena al que lo instruye.” (Gal 6:6).

“El que recibe instrucción en el mensaje del evangelio, debe compartir con su maestro toda clase de bienes.” (Gal 6:6, Biblia “Dios habla hoy”).

Hay un principio por medio del cual todas las cosas en lo espiritual, lo natural y entre ambos niveles funcionan: es el principio del intercambio, una de cuyas expresiones más conocidas es el principio de la siembra y la cosecha.

Parte de este principio del intercambio es lo indicado en el pasaje que acabamos de mencionar: los que tenemos bienes materiales debemos compartirlos con aquellos que nos enseñan la Palabra de Dios y nos forman para ayudarnos a aplicarla en nuestra vida, producto de lo cual somos prosperados en todas las cosas y tenemos salud (3 Jn 2).

Por lo cual no solo es justo sino que es un mandato de nuestro Señor, que si nosotros prosperamos en lo material por causa directa o indirecta de la Palabra en la que hemos sido enseñados por nuestros líderes, debemos compartir con ellos los resultados de esa prosperidad. Y ese compartir no depende de que nuestros lideres espirituales estén bien económicamente o no, tengan necesidad o no, quieran o no, Depende solamente de nuestra obediencia y del corazón agradecido que nosotros tengamos hacia ellos.



No honrar a nuestros padres con lo material.

“Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da.” (Eso 20:12).

“Les decía también: Bien invalidáis el mandamiento de Dios para guardar vuestra tradición. Porque Moisés dijo: Honra a tu padre y a tu madre; y: El que maldiga al padre o a la madre, muera irremisiblemente. Pero vosotros decís: Basta que diga un hombre al padre o a la madre: Es Corbán (que quiere decir, mi ofrenda a Dios) todo aquello con que pudiera ayudarte, y no le dejáis hacer más por su padre o por su madre, 13invalidando la palabra de Dios con vuestra tradición que habéis transmitido. Y muchas cosas hacéis semejantes a estas.” (Mar 7:9-13).

“Ustedes desobedecen los *mandamientos de Dios para poder seguir enseñanzas humanas. Han aprendido muy bien la manera de rechazar los mandamientos de Dios para seguir sus propias enseñanzas. Porque Moisés dijo: “Respeta a tu padre y a tu madre”. Y también dijo: “El que maldiga a su padre o a su madre tendrá que morir”. Sin embargo, ustedes enseñan que un hijo no tiene la obligación de ayudar a sus padres si les dice: “No puedo ayudarlos, porque todo lo que tengo se lo he ofrecido a Dios”. De esa manera, desobedecen los mandamientos de Dios para seguir sus propias enseñanzas. Y hacen muchas otras cosas parecidas a esta.” (Mar 7:8-13, Biblia en lenguaje sencillo).

Cuando Dios le da los Diez Mandamientos a Moisés, como representante del pueblo de Israel, para que este se los transmitiera a éstos, dentro de esos diez mandamientos incluyó el de “honrar padre y madre” que es el primer mandamiento de Dios que conlleva una promesa implícita en su cumplimiento. Ahora bien, usualmente hemos entendido este honrar como una actividad puramente verbal, en el sentido de decir bien de ellos, pero el mandamiento, si lo observamos bien, no dice eso. Lo implica, pero no lo limita a eso. El mandamiento consiste en honrar (siempre y en todo lugar y en todas las formas posibles) a nuestros padres.

Y una de esas formas es la de honrarlos con bienes materiales, que no es más que un principio de justicia también, porque ellos sembraron, cuando nosotros éramos niños, lo material en nosotros, y es justo que una vez que somos adultos productivos y ellos han entrado en la madurez de la vida, nosotros velemos por sus necesidades materiales.

De hecho, el pueblo judío lo entendió así y lo tenía contemplado como una de las actividades que debían realizar. Jesús, cuando se refiere a honrar a los padres y madres con los bienes materiales, no dice que no lo deben hacer, más bien corrige la forma de hacerlo, para lograr hacerlo de una manera más efectiva. Lo que Jesús les critica a los fariseos es que ellos no cumplían el mandamiento, amparándose en un argumento inválido: ellos aducían que no podían honrar a sus padres y madres con bienes materiales porque entonces no podrían honrar a Dios con sus bienes. Al hacer ello dice claramente que “desobedecen los mandamientos de Dios”. En consecuencia, honrar a los padres y madres con los bienes materiales es un mandamiento de Dios.

Este mandamiento deberíamos publicarlo y reconocerlo hasta la saciedad, porque más bien, según los patrones del mundo, los ancianos ahora son refundidos en un asilo para ellos, y abandonados de los hijos, por lo menos emocionalmente, pues aunque pueden pagar el asilo, no visitan y cuidad personalmente de sus padres y madres, como lo dice la Palabra de Dios. Por otro lado, hay muchos hijos e hijas, que como el hijo pródigo, solo ven en la permanencia de la vida de sus padres y madres un obstáculo para recibir la herencia que según ellos “les corresponde”, y los cuidados que les puedan brindar no son el producto de un corazón sincero que los ama y los honra, sino el resultado de un corazón interesado que únicamente busca su propio beneficio, haciendo cosas para obtener una mayor tajada del “pastel” que constituye la herencia de sus padres.



Otros síntomas de la influencia de mammón, que trascienden nuestras finanzas, el dinero, los bienes y la riqueza.

El espíritu de mammón, como una de las formas que adopta satanás en su batalla en contra de nosotros, trasciende el área de nuestras finanzas personales, familiares y empresariales, y trata de tomar ventaja en otras áreas de nuestra vida, siempre con la meta puesta en apartarnos de Dios y de su Palabra, robándonos la vida abundante que Cristo pagó para nosotros en la Cruz del Calvario. En general, podemos decir que los síntomas de la influencia de mammón en otras áreas de nuestra vida asume las mismas líneas generales que asume en su influencia en nuestras finanzas:

• Preocupación y ansiedad ante las circunstancias de la vida.
• Mala administración de los talentos que Dios nos ha dado: tiempo, familia, pensamientos, emociones, etc.
• Mentalidad de “no lo puedo afrontar, no tengo”.
• Compulsividad respecto a un tema o situación.
• Descontento.
• Egocentrismo: centrado en sí mismo.



25 Ene 2012