Estudio Bíblico

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Módulo 114. Finanzas personales.



LOS PECADOS ECONOMICOS (1).



No diezmar ni ofrendar con generosidad y alegría.

“¿Robará el hombre a Dios? Pues vosotros me habéis robado. Y dijisteis: ¿En qué te hemos robado? En vuestros diezmos y ofrendas. Malditos sois con maldición, porque vosotros, la nación toda, me habéis robado. Traed todos los diezmos al alfolí y haya alimento en mi casa; y probadme ahora en esto, dice Jehová de los ejércitos, si no os abriré las ventanas de los cielos, y derramaré sobre vosotros bendición hasta que sobreabunde.” (Malaq 3:8-10).

La Palabra de Dios es más que suficientemente clara en relación con los diezmos y ofrendas, que son la mínima parte que de lo que Dios nos da, y que debemos darle a Él.

Algunos creen que el diezmo ya no nos corresponde darlo a nosotros los creyentes en Cristo porque es parte de la ley y nosotros ya no estamos bajo la ley sino bajo la gracia. Al respecto es importante aclarar lo siguiente:

• Cuando Pablo menciona en Rom 6:14-15 que ya no estamos bajo la ley sino bajo la gracia lo hace en relación con el pecado, y específicamente, en relación a que el pecado ya no se enseñoreará sobre nosotros, en ningún momento menciona que ya no debemos cumplir los mandamientos de la ley. De hecho, los debemos cumplir, y a un nivel más alto por lo que nos enseñó Jesucristo en cuanto a las diferencias entre los mandamientos de la ley y lo que El estaba enseñando, que constituía un requerimiento más alto (Mat 5:21-48, respecto al adulterio, la venganza, los juramentos, el divorcio y la ira). Este pasaje está en contexto con Mat 5:17-20 donde nos enseña que no vino a abrogar la ley sino a cumplirla y que la enseñanza de sus mandamientos sigue vigente).

• En 1 Cor 9:21 menciona que no está bajo la ley, pero ello no implica que esté sin ley, porque está bajo la ley de Cristo.

• En Gal 4:5 Pablo habla de la labor de Cristo de redimir a los que estaban bajo la ley para que recibieran la adopción de hijos. En este pasaje Pablo está enseñando, entre otras cosas, que el cumplimiento de la ley solo nos hacia miembros del pueblo de Dios, pero ahora, bajo la gracia somos más que pueblo, somos familia de Dios.

• En Gal 5:18, cuando habla de que ya no estamos bajo la ley, lo hace en relación a que ya no estamos sujetos a las obras de la carne como esclavos.

Por las anteriores Escrituras, que son las que mencionan que no estamos bajo la ley sino bajo la gracia, se deduce que cuando Pablo habla de este tema lo hace en relación a dos cosas solamente:

a) Que como por la ley conocemos el pecado, y es el conocimiento de la ley (los mandamientos) el que nos lleva a violarla por nuestra vieja naturaleza rebelde, y por lo tanto, a pecar, ahora ya no estamos sujetos a esa rebelión porque hemos sido renovados y la vieja naturaleza ha muerto. Por lo tanto, estamos libres para cumplir los mandamientos. Recordemos que el mismo Jesús, El que nos saca de estar bajo la ley a estar bajo la gracia, dijo que ni una tilde ni una jota de la ley pasaría hasta que pasen el cielo y la tierra y todo se cumpliese (hasta que llegue el Reino Milenial de Cristo, en el tiempo final), (Mat 5:18).

b) Que la ley como método de salvación (salvación por obras) ha dejado de tener vigencia para que cobre vigencia un mejor pacto (la salvación por gracia). Es decir que ya no estamos bajo la ley significa, no que no tengamos que cumplir los mandamientos de la ley, sino que el cumplimiento de estos ya no es el que nos hace salvos como en el Antiguo Testamento, sino que es el sacrificio de Cristo en la Cruz del Calvario el que nos hace salvos por la fe en Su Nombre y en ese sacrificio.

“Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Porque lo que era imposible para la ley, por cuanto era débil por la carne, Dios, enviando a su Hijo en semejanza de carne de pecado y a causa del pecado, condenó al pecado en la carne; para que la justicia de la ley se cumpliese en nosotros, que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu.” (Rom 8:2-4).


Para verificar estos dos puntos, léase cuidadosamente lo que dice la Escritura al respecto, enseñado por el mismo Señor Jesucristo:

“No penséis que he venido para abrogar la ley o los profetas; no he venido para abrogar, sino para cumplir. Porque de cierto os digo que hasta que pasen el cielo y la tierra, ni una jota ni una tilde pasará de la ley, hasta que todo se haya cumplido. De manera que cualquiera que quebrante uno de estos mandamientos muy pequeños, y así enseñe a los hombres, muy pequeño será llamado en el reino de los cielos; mas cualquiera que los haga y los enseñe, éste será llamado grande en el reino de los cielos. Porque os digo que si vuestra justicia no fuere mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.” (Mat 5:17-20).

“La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él. Pero más fácil es que pasen el cielo y la tierra, que se frustre una tilde de la ley.” (Luc 6:16-17).

El argumento más demoledor en contra del pretendido argumento de que porque no estamos bajo la ley ya no estamos obligados a cumplir con el diezmo es que quienes dicen tal cosa demuestran una aparente ignorancia de lo que dice la Escritura al respecto que el diezmo comenzó cuatrocientos años antes de que la ley fuera dada, lo que implica que, aún cuando fuera cierto (que ya demostramos exhaustivamente que no es cierto) que ya no estamos bajo la ley, ello no implica que el diezmo fuera abolido porque el diezmo, aun cuando es parte de la ley, es anterior a ella (Gen 14:20).

Finalmente, en la Epístola a los Hebreos, escrita entre los años 50 al 70 d. de C., se habla de los diezmos en tiempo presente, como vigentes una vez iniciado el pacto y la dispensación de la gracia, es decir, que ya no estamos bajo la ley sino bajo la gracia:

“Y aquí ciertamente reciben (hoy) los diezmos hombres mortales; pero allí, uno de quien se da testimonio de que vive.” (Heb 7:8).

“Aquí, en esta vida, los que cobran la décima parte son hombres mortales; pero la Escritura habla de Melquisedec como de uno que todavía vive.” (Heb 7:8, Dios habla hoy).

En conclusión, aún cuando no estamos bajo la ley como método de salvación, tenemos que cumplir con los mandamientos de la ley, y aún más allá de lo que ellos indican, y esto se refiere al diezmo, que no solo es parte de la ley, sino también anterior a ella.

Algunos otros creen que una vez dados los diezmos el resto es para nosotros. Pero notemos que la Palabra dice, en principio, diezmos y ofrendas (el 10% y algo más). Ahora bien, una cosa que hay que declarar enfáticamente, es que ello no significa que el 90% restante después del diezmo es nuestro. De ninguna manera. Todo lo que nosotros podamos recibir, aún no siendo creyentes en Cristo, es del Señor porque:

“Mía es la plata, y mío es el oro, dice Jehová de los ejércitos.” (Hag 2:8).

“De Jehová es la tierra y su plenitud; el mundo, y los que en él habitan. Porque él la fundó sobre los mares, y la afirmó sobre los ríos.” (Sal 24:1-2).

Que el Señor nos permita disfrutar de una parte de ellos no significa, necesariamente, que todo lo que quede después del diezmo y las ofrendas nos lo tengamos que gastar en lo que se nos dé la gana. Recordemos que de El es todo y, tarde o temprano, vamos a dar cuentas de la administración que hayamos hecho de esos “talentos” y “minas” que El nos dio para que les sacáramos el máximo provecho para Su Reino. Nosotros solo somos administradores y debemos ser fieles no utilizando de los recursos de El más de lo necesario para nuestras necesidades (contentamiento). Lo demás es para usarlo en la forma en que El nos dirija, pero siempre para Su Gloria.

Otro asunto importante con relación al diezmo y a la ofrenda es que no solo hay que darlos, sino que hay que darlos con gozo y con alegría, no con pesar. El gozo y la alegría debe ser el resultado de la plena confianza en que El es nuestro único y más que suficiente Proveedor y nuestro Pastor y que nada nos faltará (Gen 22:14, Sal 23).

“Pero esto digo: El que siembra escasamente, también segará escasamente; y el que siembra generosamente, generosamente también segará. Cada uno dé como propuso en su corazón: no con tristeza, ni por necesidad, porque Dios ama al dador alegre. Y poderoso es Dios para hacer que abunde en vosotros toda gracia, a fin de que, teniendo siempre en todas las cosas todo lo suficiente, abundéis para toda buena obra; como está escrito: Repartió, dio a los pobres; Su justicia permanece para siempre. Y el que da semilla al que siembra, y pan al que come, proveerá y multiplicará vuestra sementera, y aumentará los frutos de vuestra justicia, para que estéis enriquecidos en todo para toda liberalidad, la cual produce por medio de nosotros acción de gracias a Dios. Porque la ministración de este servicio no solamente suple lo que a los santos falta, sino que también abunda en muchas acciones de gracias a Dios; pues por la experiencia de esta ministración glorifican a Dios por la obediencia que profesáis al evangelio de Cristo, y por la liberalidad de vuestra contribución para ellos y para todos; asimismo en la oración de ellos por vosotros, a quienes aman a causa de la superabundante gracia de Dios en vosotros. ¡Gracias a Dios por su don inefable!” (2 Cor 9:6-15).

Cuando el dar no es con gozo significa que desprendernos del dinero nos está causando dolor, y ese dolor solo puede ser el resultado de que lo consideramos como fuente de provisión, de seguridad, de comodidad, de deleites, etc., y en consecuencia, estamos aferrados a El, todo lo cual es equivocado, porque nuestra fuente de todas esas cosas solo puede y debe ser El Señor Todopoderoso. El dinero no es todopoderoso aunque el mundo diga “poderoso caballero es don dinero”. Eso es crasa ignorancia y ceguera espiritual, al no ver que el dinero no es ni más ni menos un artículo que sirve para todo pero que debe estar a nuestro servicio y no nosotros al servicio de él. Como Jesús le contestó al diablo: “Solo al Señor tu Dios adorarás y a El solo servirás” (Mat 4:10).



La codicia.

Es el deseo carnal incontrolable de tener algo que hemos visto que otro tiene, aunque no lo necesitemos realmente. Muchas veces ese deseo incontrolable obedece a que le damos a la cosa que deseamos el poder de determinar nuestro valor y/o identidad (símbolo de status, competencia). Si no lo tenemos somos menos que el otro. Si lo tenemos, valemos o somos lo mismo.

“Tales son las sendas de todo el que es dado a la codicia, la cual quita la vida de sus poseedores.” (Prov 1:19).

“Tienen los ojos llenos de adulterio, no se sacian de pecar, seducen a las almas inconstantes, tienen el corazón habituado a la codicia, y son hijos de maldición. Han dejado el camino recto, y se han extraviado siguiendo el camino de Balaam hijo de Beor, el cual amó el premio de la maldad, y fue reprendido por su iniquidad; pues una muda bestia de carga, hablando con voz de hombre, refrenó la locura del profeta.” (2 Ped 2:14-16).

“Ay del que codicia injusta ganancia para su casa, para poner en alto su nido, para escaparse del poder del mal! “ (Hag 2:9).

“Hay quien todo el día codicia; pero el justo da, y no detiene su mano.” (Prov 21:26).

La codicia es una puerta de entrada para otros pecados y/o patrones económicos carnales. El afán de tener esas cosas a las que les damos el poder de determinar en nosotros seguridad, identidad, valor, propósito, etc., principalmente cuando no tenemos los recursos para adquirirlas, nos llevan a buscar maneras ilícitas de hacernos de recursos que nos permitan adquirirlas, o bien, a ejercer acciones ilícitas para apropiarnos de ellas (Efe 4:19) dando lugar a una lucha carnal que puede llegar a altos grados de vileza, injusticia, inmoralidad, etc., en la cual las personas son menospreciadas y las cosas adquieren una alta estima. Ejemplos de ello los tenemos todos los días a nivel local, nacional y/o internacional cuando observamos todas las injusticias económomicas que se dan en el mundo así como sus consecuencias (la miseria, las guerras, cuya causa, en última instancia, es la codicia, etc.).

Por la codicia, Saúl y el pueblo desobedecieron a Dios cuando combatieron contra Agag, quedándose con lo mejor del ganado y dejando vivo a este rey, cuando el Señor había dado instrucciones precisas de acabar con todo y con todos en esta batalla. Otros productos y pecados asociados a la codicia son las contiendas, los celos, la ira, la división, como se se hace manifiesto, en muchos casos, en la distribución de las herencias, las relaciones quebrantadas entre socios, y aún, las divisiones de las iglesias.

La codicia se convierte, en última instancia, en una forma de culto a uno mismo (darse gusto a cualquier precio) y como tal constituye una forma de idolatría (Efe 5:5, Col 3:5).



La avaricia.

Es también un deseo carnal incontrolable de adquirir y/o poseer cosas acumulándolas ya no solo porque otra persona las tiene, sino porque es una adicción que controla la vida de la persona (síndrome de “Rico Mc Pato”). La esencia de la avaricia es la acumulación porque la persona encuentra en ella la seguridad de su vida, destronando a Jesús del lugar que solo El debe tener como la fuente suprema de nuestra seguridad. Es en esencia una actitud egoísta, idolátrica respecto a las cosas y a sí mismo y abominable a los ojos de Dios.

“Pero fornicación y toda inmundicia, o avaricia, ni aun se nombre entre vosotros, como conviene a santos; ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias. Porque sabéis esto, que ningún fornicario, o inmundo, o avaro, que es idólatra, tiene herencia en el reino de Cristo y de Dios. (Efe 5:3-5).

“Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.” (Luc 12:15-21).



25 Ene 2012