Estudio Bíblico

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Módulo 114. Finanzas personales.



MÁS ALLÁ DEL DIEZMO Y LA OFRENDA.

Ello implica la necesidad de que nos demos cuenta de que lo referente al dinero, los bienes y las riquezas va mucho más allá de simplemente los diezmos y las ofrendas, siendo estos dos solo el principio de la formación de actitudes adecuadas respecto a esas cosas como instrumentos de guerra y victoria espiritual.

La mayoría de la enseñanza sobre los bienes económicos y materiales, por lo menos en los últimos 20 años, por lo general ha girado exclusivamente alrededor de enseñar y convencer a la gente de la bendición de diezmar y de ofrendar, sin desarrollar en ellos el cambio radical, completo, de las actitudes mundanas (dentro de las cuales crecimos la mayoría de los que ahora somos creyentes). Pareciera que creemos que con solo diezmar y ofrendar el problema de las actitudes va a ser resuelto, pero por los ejemplos bíblicos que hemos mencionado anteriormente, ahora podemos percatarnos que ello no es así en lo absoluto.

Hemos enseñado más para lo inmediato que para lo futuro. De hecho, en ocasiones, hemos enseñado acerca del diezmo y la ofrenda, no como un cambio de actitud con respecto a los bienes económicos y materiales, sino como un negocio o una inversión que hacemos con Dios, en la que dando algo podemos llegar a recibir mucho más de lo que damos.

Incluso, una parte de la enseñanza acerca de la prosperidad de Dios para con sus hijos e hijas ha sido tergiversada o mal enfocada centrándola en la posibilidad de ser enriquecidos para sí mismos, y no para con Dios como lo enseñanza la parábola del rico insensato:

“Le dijo uno de la multitud: Maestro, di a mi hermano que parta conmigo la herencia. Mas él le dijo: Hombre, ¿quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor? Y les dijo: Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee. También les refirió una parábola, diciendo: La heredad de un hombre rico había producido mucho. Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios.” (Luc 12:13-21).



El problema.

El problema para las personas comienza en la caída, por la entrada del pecado en el mundo, que comienza a generar las actitudes equivocadas en nuestro corazón y que determinan que todas aquellas cosas que fueron hechas para que nosotros las controláramos y las gobernáramos, ahora pasan a gobernarnos a nosotros.

Pero todas esas actitudes que acompañan al pecado, tienen su origen, en última instancia, en otro lugar, antes de la Caída. Ese origen lo localizamos en la base misma, en el fundamento, de la caída de Luzbel de su posición de preeminencia en el cielo:

“Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, di al príncipe de Tiro: Así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto se enalteció tu corazón, y dijiste: Yo soy un dios, en el trono de Dios estoy sentado en medio de los mares(siendo tú hombre y no Dios), y has puesto tu corazón como corazón de Dios; he aquí que tú eres más sabio que Daniel; no hay secreto que te sea oculto. Con tu sabiduría y con tu prudencia has acumulado riquezas, y has adquirido oro y plata en tus tesoros. Con la grandeza de tu sabiduría en tus contrataciones has multiplicado tus riquezas; y a causa de tus riquezas se ha enaltecido tu corazón. Por tanto, así ha dicho Jehová el Señor: Por cuanto pusiste tu corazón como corazón de Dios, por tanto, he aquí yo traigo sobre ti extranjeros, los fuertes de las naciones, que desenvainarán sus espadas contra la hermosura de tu sabiduría, y mancharán tu esplendor. Al sepulcro te harán descender, y morirás con la muerte de los que mueren en medio de los mares. ¿Hablarás delante del que te mate, diciendo: Yo soy Dios? Tú, hombre eres, y no Dios, en la mano de tu matador. De muerte de incircuncisos morirás por mano de extranjeros; porque yo he hablado, dice Jehová el Señor.
Vino a mí palabra de Jehová, diciendo: Hijo de hombre, levanta endechas sobre el rey de Tiro, y dile: Así ha dicho Jehová el Señor: Tú eras el sello de la perfección, lleno de sabiduría, y acabado de hermosura. En Edén, en el huerto de Dios estuviste; de toda piedra preciosa era tu vestidura; de cornerina, topacio, jaspe, crisólito, berilo y ónice; de zafiro, carbunclo, esmeralda y oro; los primores de tus tamboriles y flautas estuvieron preparados para ti en el día de tu creación. Tú, querubín grande, protector, yo te puse en el santo monte de Dios, allí estuviste; en medio de las piedras de fuego te paseabas. Perfecto eras en todos tus caminos desde el día que fuiste creado, hasta que se halló en ti maldad. A causa de la multitud de tus contrataciones fuiste lleno de iniquidad, y pecaste; por lo que yo te eché del monte de Dios, y te arrojé de entre las piedras del fuego, oh querubín protector. Se enalteció tu corazón a causa de tu hermosura, corrompiste tu sabiduría a causa de tu esplendor; yo te arrojaré por tierra; delante de los reyes te pondré para que miren en ti. Con la multitud de tus maldades y con la iniquidad de tus contrataciones profanaste tu santuario; yo, pues, saqué fuego de en medio de ti, el cual te consumió, y te puse en ceniza sobre la tierra a los ojos de todos los que te miran. Todos los que te conocieron de entre los pueblos se maravillarán sobre ti; espanto serás, y para siempre dejarás de ser.” (Ezeq 28:1-19).

En este pasaje aparecen dos personajes: el primero es el príncipe de Tiro (una persona) y el segundo es el rey de Tiro (por la descripción posterior podemos ver claramente que se trata de Luzbel que cayó y se convirtió en satanás). El príncipe (la persona), obviamente se encontraba bajo la influencia del rey (satanás) y vemos como las actitudes de uno son el reflejo de las del otro:

a) El enaltecimiento del corazón a causa de las riquezas.
b) El sentirse como Dios, independientes de El, autosuficientes.
c) En relación con el rey de Tiro encontramos la explicación de donde se generó ese enaltecimiento: “se halló en ti maldad, a causa de la multitud de tus contrataciones (negocios con bienes materiales) fuiste lleno de iniquidad, y pecaste”.
d) Las contrataciones que ambos hacían eran llenas de iniquidad (propósitos no santos, pecaminosos, egocéntricos no teocéntricos).
e) Como vemos en esos mismos pasajes, ellos se atribuyeron a sí mismos, por el enaltecimiento de su corazón, la autoría de su propia riqueza, no reconociendo que el Dueño y Proveedor de ella era el Dios Altísimo.

Obviamente, este pasaje nos muestra que las actitudes de iniquidad de las personas en el área de los bienes materiales, el dinero, las riquezas y los bienes, están bajo la influencia directa de una instancia espiritual que es el diablo mismo.

Jesús nos hace la advertencia para que no caigamos en el mismo juego del diablo en el Evangelio según Mateo, capítulo 6 y versículo 24:

“Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas.”

La palabra que en este pasaje se traduce riquezas, en el original es “mammón” (de hecho la versión Reina Valera de 1909 usa esa palabra literalmente), que era el nombre que en los tiempos de Jesucristo se le daba al dios pagano de la provisión (espiritual, emocional, material), de los pueblos que rodeaban a Israel: los egipcios, los asirios y los babilonios.

En consecuencia, hay una simetría total entre este “mammón” (Mat 6:24) y el rey de Tiro de Ezeq 28). Por ello, podemos deducir que “mammón” es otro nombre del diablo, y, entonces, lo que realmente está enseñando Jesús en este pasaje, es que cualquier cosa en la que pongamos nuestra confianza como fuente de provisión que no sea Dios mismo es “mammón”, y tiene su origen y es un producto del engaño del diablo para constituirse como el falso proveedor, en franca competencia con Dios, que es el mismo espíritu del anticristo que operará en los últimos tiempos y que implementará su marca para que las personas puedan hacer sus “contrataciones” (comprar y vender).

Este pasaje, en última instancia, nos indica que hay una guerra espiritual alrededor del tema del dinero, los bienes materiales y las riquezas, un conflicto espiritual entre el reino de las tinieblas (el reino de “mammón”) y el Reino de Dios que se desarrolla alrededor de nuestra mente por el control de nuestros pensamientos, ya que quién controle nuestros pensamientos va a controlar nuestras conductas (Prov 23:7).



El espíritu de “mammón”.

Por los pasajes anteriores podemos deducir que la obra del diablo en relación con nuestras finanzas y economía (dinero, bienes materiales y riqueza) es procurar:

a) Que pongamos nuestro corazón en las riquezas (las amemos), quitándolo de su lugar verdadero que es en Dios (que para los efectos espirituales, significaría ponerlo en el diablo y no en Dios).
b) Que nos apartemos de servir a Dios y sirvamos a las riquezas (que también, para los efectos espirituales derivados significaría servir al diablo en lugar de a Dios).
c) Que nuestras decisiones estén influidas por los bienes materiales en lugar de dirigidas por Dios, lo que en la práctica significa darles la potestad de gobernar las elecciones de nuestra vida, y más aún, darle a “mammón” (el diablo) la potestad de que nos gobierne.

Para lograrlo, el diablo y sus demonios opera a través del temor y su objetivo final (que logran gradualmente y a través de un proceso de engaños sutiles en los que la sociedad materialista es experta) es obtener para las riquezas el amor, la adoración, el afecto, la lealtad y el servicio de las personas apartándolas de Dios (saben que en última instancia, al apartar a las personas de Dios las están acercando hacia ellos). La forma como logran apoderarse del corazón de las personas es: el de los ricos a través del temor de perder lo que ya tienen y del de los pobres a través del temor de la falta de provisión. En ambos casos influencia el corazón a desobedecer a Dios y elegir el pecado en todas las áreas de necesidad, principalmente el dinero.

Los engaños que utilizan, que han infiltrado en la vida social por muchos años de manera encubierta, gradualmente van seduciendo a las personas a buscar y trabajar (servir a) por los bienes materiales, el dinero y/o las riquezas sin que se den cuenta que lo están haciendo, propagando la mentira suprema de que esas cosas tienen poder y dan valor a las personas (así lo evidencian los siguientes refranes o dichos populares: “poderoso caballero es don dinero” y “vales lo que tienes”), y acto seguido, a amarlas (dar su vida por ellas) y de ese “amor” surgen muchas formas de maldad: envidia, avaricia, codicia, tacañería, soborno, especulación, robo, etc. (1 Tim 6:10).

En ese proceso, las personas permiten ser gobernadas por el dinero; para tomar cualquier decisión, antes que nada, consultan con la billetera y/o la chequera porque tienen temor a la falta de dinero.

Otra cosa que tratarán de lograr en el proceso (y desgraciadamente lo logran en una gran cantidad de casos) es convencernos de que como el poder real para la vida está en esas cosas, el canal a través del cual las obtenemos o generamos es su fuente (el empleo, la empresa, el empleador, el cónyuge, las inversiones, las empresas, etc.) y no Dios, y por ello, se genera una especie de idolatría hacia esas cosas, permitiéndoles tomar también el control de nuestras vidas (tomamos decisiones en función de mantener esas fuentes y no en función de la voluntad de Dios para nosotros).



Dos reinos, dos principios.

Como consecuencia de ese conflicto de reinos que se da alrededor del dinero, los bienes y las riquezas y que se libra en la mente de cada persona, hay también en nuestra mente un conflicto entre los dos principios que operan en ambos reinos: en el reino de las tinieblas el principio de manejo de las finanzas es el de “comprar y vender” en tanto que el principio en el Reino de Dios es el de “intercambio” (sembrar y cosechar).

El principio de “comprar y vender” significa que cuando en el reino del diablo (que ha venido a la tierra para robar, matar y destruír –Jn 10:10--) nosotros usamos los bienes materiales, por cada unidad de ellos que damos, recibimos a cambio (cuando no los perdemos) menos de lo que entregamos (por ejemplo, se sabe que cuando compramos un automóvil nuevo, al nada más salir de la agencia, el automóvil ya cuesta un 20% menos; también, cuando compramos con tarjeta de crédito o con financiamiento bancario, en el momento, estamos comprando por un precio, pero debido a los gastos financieros asociados a la operación –una forma en la que el diablo se cobra sus “diezmos” y sus “ofrendas”— lo que estamos comprando, a la larga, resulta más caro).

Por el contrario, el principio del “intercambio” (sembrar y cosechar) que rige en el Reino de Dios significa que cuando usamos los bienes materiales, por cada unidad de ellos que damos, recibimos a cambio (nunca vamos a perder, siempre vamos a ganar) más de lo que entregamos porque Jesús, contrario al diablo, vino para que tuviéramos vida y vida en abundancia (Jn 10:10).

”Entonces Pedro dijo: He aquí, nosotros hemos dejado nuestras posesiones y te hemos seguido. Y él les dijo: De cierto os digo, que no hay nadie que haya dejado casa, o padres, o hermanos, o mujer, o hijos, por el reino de Dios, que no haya de recibir mucho más en este tiempo, y en el siglo venidero la vida eterna.” (Luc 18:28-30).





25 Ene 2012