Estudio Bíblico

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Módulo 114. Finanzas personales.



CONEXIÓN ENTRE LA VIDA ESPIRITUAL Y EL DINERO (2).


Abraham y Lot.

“También condenó por destrucción a las ciudades de Sodoma y de Gomorra, reduciéndolas a ceniza y poniéndolas de ejemplo a los que habían de vivir impíamente. Pero libró al justo Lot, abrumado por la conducta pervertida de los malvados, (pues este justo, que habitaba entre ellos, afligía cada día su alma justa viendo y oyendo los hechos inicuos de ellos).” (2 Ped 2:6).

“Alzó Lot sus ojos y vio toda la llanura del Jordán, toda ella era de riego, como el huerto de Jehová, como la tierra de Egipto en la dirección de Zoar, antes que Jehová destruyera Sodoma y Gomorra. Entonces Lot escogió para sí toda la llanura del Jordán; se fue, pues, Lot hacia el oriente, y se apartaron el uno del otro. Abram acampó en la tierra de Canaán, en tanto que Lot habitó en las ciudades de la llanura y fue poniendo sus tiendas hasta Sodoma. Pero los habitantes de Sodoma eran malos y cometían horribles pecados contra Jehová. Jehová dijo a Abram, después que Lot se apartó de él: «Alza ahora tus ojos y, desde el lugar donde estás, mira al norte y al sur, al oriente y al occidente. Toda la tierra que ves te la daré a ti y a tu descendencia para siempre. Haré tu descendencia como el polvo de la tierra: que si alguno puede contar el polvo de la tierra, también tu descendencia será contada. Levántate y recorre la tierra a lo largo y a lo ancho, porque a ti te la daré». Así pues, Abram levantó su tienda, se fue y habitó en el encinar de Mamre, que está en Hebrón, donde edificó un altar a Jehová.” (Gen 13:10-18).

Abraham y Lot anduvieron mucho tiempo juntos, y en consecuencia, ambos conocían a Dios (de hecho la Palabra se refiere a Lot como justo, lo que equivale a creyente), y ambos habían recibido lo mismo de Dios. De hecho, la bendición material de Dios había venido a sus vidas en casi la misma proporción, y por esa bendición, llegó el momento en que debían separarse porque sus siervos ya estaban comenzando a tener fricciones por los pastos en los que debían poner a pastar sus rebaños. Entonces Abraham le dice a Lot que escoja cual porción de la tierra iba a escoger él, porque entonces Abraham tomaría hacia la dirección opuesta.

La Palabra de Dios nos dice que Lot puso su vista en las tierras de riego (productoras de riquezas) en lugar de en el Dios de las riquezas, y escogió irse hacia esa dirección, y poco a poco fue poniendo sus tiendas cada vez más cerca de Sodoma, hasta que llegó a vivir allí precisamente como lo relata la Palabra más adelante, y ello implicó una serie de problemas con el pecado, lo mundano y lo carnal para Lot y para su familia, que en la práctica, se convirtieron en un estorbo para su vida espiritual, principalmente la de sus hijas (que emborracharon a su padre y fornicaron con El) y esposa (que se convirtió en estatua de sal).

Notemos que el problema de Lot fue haber puesto su mirada en las tierras productoras de riqueza, o lo que es lo mismo, en la riqueza que podía hacer en ellas.

Abraham, por el contrario, dice la Palabra de Dios que se fue hacia Canaán que es sinónimo de tierra prometida, tierra que fluye leche y miel, herencia de Dios. Y dentro de ella dice la Palabra que llegó a Hebrón e hizo un altar a Jehová, y ello significa adoración. Es decir, que Abraham optó por confiar en Dios y no en sus propios recursos, en adorarlo y no afanarse por las riquezas, y el resultado fue que se convirtió en el padre de todos los creyentes.

La actitud de Lot hacia los bienes materiales (dinero, bienes y riqueza) determinó el tope para su vida espiritual, en tanto que Abraham no tuvo ese tope y su vida espiritual, por ello, no tuvo límite.








Nehemías y los habitantes de Jerusalén.

“Entonces hubo gran clamor del pueblo y de sus mujeres contra sus hermanos judíos. Había quien decía: Nosotros, nuestros hijos y nuestras hijas, somos muchos; por tanto, hemos pedido prestado grano para comer y vivir. Y había quienes decían: Hemos empeñado nuestras tierras, nuestras viñas y nuestras casas, para comprar grano, a causa del hambre. Y había quienes decían: Hemos tomado prestado dinero para el tributo del rey, sobre nuestras tierras y viñas. Ahora bien, nuestra carne es como la carne de nuestros hermanos, nuestros hijos como sus hijos; y he aquí que nosotros dimos nuestros hijos y nuestras hijas a servidumbre, y algunas de nuestras hijas lo están ya, y no tenemos posibilidad de rescatarlas, porque nuestras tierras y nuestras viñas son de otros. Y me enojé en gran manera cuando oí su clamor y estas palabras. Entonces lo medité, y reprendí a los nobles y a los oficiales, y les dije: ¿Exigís interés cada uno a vuestros hermanos? Y convoqué contra ellos una gran asamblea, y les dije: Nosotros según nuestras posibilidades rescatamos a nuestros hermanos judíos que habían sido vendidos a las naciones; ¿y vosotros vendéis aun a vuestros hermanos, y serán vendidos a nosotros? Y callaron, pues no tuvieron qué responder. Y dije: No es bueno lo que hacéis. ¿No andaréis en el temor de nuestro Dios, para no ser oprobio de las naciones enemigas nuestras? También yo y mis hermanos y mis criados les hemos prestado dinero y grano; quitémosles ahora este gravamen. Os ruego que les devolváis hoy sus tierras, sus viñas, sus olivares y sus casas, y la centésima parte del dinero, del grano, del vino y del aceite, que demandáis de ellos como interés. Y dijeron: Lo devolveremos, y nada les demandaremos; haremos así como tú dices. Entonces convoqué a los sacerdotes, y les hice jurar que harían conforme a esto. Además sacudí mi vestido, y dije: Así sacuda Dios de su casa y de su trabajo a todo hombre que no cumpliere esto, y así sea sacudido y vacío. Y respondió toda la congregación: ¡Amén! y alabaron a Jehová. Y el pueblo hizo conforme a esto.” (Neh 5:1-13).

Antes de este pasaje, la obra de reconstrucción de los muros de Jerusalén iba viento en popa, avanzando rápidamente y el pueblo estaba con la moral alta, pero a causa de que no estaban trabajando en sus tierras, debían comprar alimentos e igualmente pagar los tributos al rey de Persia, por lo que se habían visto obligados a tomar prestado de sus propios conciudadanos. Pero estos se estaban aprovechando, con una mentalidad codiciosa, de ellos cobrándoles altos intereses, lo que estaba ocasionando no solo más pobreza entre la mayoría de los ya pobres habitantes de Jerusalén, sino que también estaba creando división y descontento en el trabajo que tenían que realizar de reconstruír los muros. Lo que implica que los problemas económicos estaban trayendo desánimo, desesperación y división entre el pueblo de Dios y, como consecuencia de ello, la obra de Dios estaba siendo frenada.

Nehemías, con la sabiduría de Dios, pone orden en las actitudes de los habitantes de la ciudad, y como consecuencia de ello el trabajo se reanuda, se lleva a conclusión en un tiempo sin precedentes (52 días, cuando los muros habían estado destruidos por más de 90 años) y también como consecuencia de ello, vino un avivamiento sobre los habitantes de la ciudad que retomaron los caminos de Dios que habían descuidado, y que fue realmente el objetivo de Dios para la reconstrucción de los muros.

La mala actitud hacia el dinero y las cosas materiales pudo haber echado a perder el propósito de Dios, pero la corrección de esas actitudes trajo gloria a Su Nombre y además de ello, un avivamiento y crecimiento espiritual para el pueblo de Dios, lo que constituye una evidencia de que nuestras actitudes hacia las cosas materiales van a determinar nuestro desarrollo o estancamiento (y hasta posiblemente, retroceso) espiritual.






El arrepentimiento y las cosas materiales.

Por las evidencias que encontramos en la Palabra de Dios, nuestra actitud hacia las cosas materiales debe ser influenciada radicalmente por el arrepentimiento que nos lleva a la salvación. De hecho, ese arrepentimiento tiene que tener un reflejo evidente en el cambio de ellas, o si no lo hay, habría que evaluar que tan genuino es dicho arrepentimiento. Veamos.

“Y decía a las multitudes que salían para ser bautizadas por él: ¡Oh generación de víboras! ¿Quién os enseñó a huir de la ira venidera? Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento, y no comencéis a decir dentro de vosotros mismos: Tenemos a Abraham por padre; porque os digo que Dios puede levantar hijos a Abraham aun de estas piedras. Y ya también el hacha está puesta a la raíz de los árboles; por tanto, todo árbol que no da buen fruto se corta y se echa en el fuego. Y la gente le preguntaba, diciendo: Entonces, ¿qué haremos? Y respondiendo, les dijo: El que tiene dos túnicas, dé al que no tiene; y el que tiene qué comer, haga lo mismo. Vinieron también unos publicanos para ser bautizados, y le dijeron: Maestro, ¿qué haremos? Él les dijo: No exijáis más de lo que os está ordenado. También le preguntaron unos soldados, diciendo: Y nosotros, ¿qué haremos? Y les dijo: No hagáis extorsión a nadie, ni calumniéis; y contentaos con vuestro salario.” (Luc 3:7-14).

En este pasaje la Palabra de Dios nos indica que por la predicación de Juan El Bautista acerca de que el Reino de los Cielos se había acercado, las personas necesitaban arrepentirse, y las personas así lo comprendieron. Pero vienen a Juan con la pregunta: ¿Qué haremos?. Si hoy nos hicieran esa pregunta, seguramente la mayoría de nosotros les recomendaría a las personas que nos preguntaran, que oraran, ayunarán, buscarán el rostro de Dios, etc. Lo cual no está mal, pero es llamativa sobremanera la respuesta que Juan les da, que no tiene nada que ver con la que nosotros les daríamos. La respuesta de Juan se circunscribe estrictamente a las actitudes que las personas debían tener respecto a las cosas materiales (lo que no excluye otras cosas, pero si enfatiza en las cosas materiales):

a) Que compartan sus bienes con los que tienen necesidad.
b) Que no cobren más dinero del que deban cobrar, en relación con los impuestos, pero ello también aplica en cuanto a precios, honorarios, salarios, impuestos, etc.
c) Que no cometan pecados cuyo objetivo sea adquirir dinero, bienes y/o riquezas (soborno, extorsión, robo, etc.).
d) Que tengan contentamiento (no conformismo, que es una cosa totalmente diferente) con sus ingresos presentes sabiendo que Dios es el que suple sus necesidades, no un salario, un trabajo o una organización (esos son solo algunos de los medios que Dios usa, pero ni son todos, ni son los exclusivos).

Según este pasaje, ¿tendremos aún alguna duda de que nuestras actitudes hacia los bienes materiales (el dinero incluido) tienen una influencia determinante en el desarrollo de nuestra vida espiritual y nuestra relación con el Señor?.



Zaqueo.

“Habiendo entrado Jesús en Jericó, iba pasando por la ciudad. Y sucedió que un varón llamado Zaqueo, que era jefe de los publicanos, y rico, procuraba ver quién era Jesús; pero no podía a causa de la multitud, pues era pequeño de estatura. Y corriendo delante, subió a un árbol sicómoro para verle; porque había de pasar por allí. Cuando Jesús llegó a aquel lugar, mirando hacia arriba, le vio, y le dijo: Zaqueo, date prisa, desciende, porque hoy es necesario que pose yo en tu casa. Entonces él descendió aprisa, y le recibió gozoso. Al ver esto, todos murmuraban, diciendo que había entrado a posar con un hombre pecador. Entonces Zaqueo, puesto en pie, dijo al Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado. Jesús le dijo: Hoy ha venido la salvación a esta casa; por cuanto él también es hijo de Abraham. Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido.” (Luc 19:1-10).

Al igual que en el pasaje que vimos anteriormente relacionado con la predicación de Juan El Bautista, Jesús refrenda, en este pasaje, la enseñanza de Juan en el sentido que el arrepentimiento debe influír en todas las áreas de nuestra vida, y se debe evidenciar muy claramente también en el área de nuestras actitudes en relación con el dinero y los bienes materiales.

Zaqueo era un publicano, un cobrador de impuestos, un funcionario importante de lo que hoy sería la SAT (Superintendencia de Administración Tributaria), y en ese tiempo, estos funcionarios cobraban a los contribuyentes no solo lo que debían pagar por ley, sino más de la cuenta que era para sus propios bolsillos. Se enriquecían a costa de cobrar más de lo debido a sus conciudadanos, ya que por lo general, eran judíos y repudiados por su propio pueblo como traidores por servir a los romanos. Ello implicaba, entonces, que probablemente, una de sus principales áreas de pecados era la de los pecados económicos (aunque no exclusivamente estos). Y entonces, cuando Jesús está en su casa, el arrepentimiento viene a Zaqueo, y manifiesta que si ha defraudado a alguno, no solo le devolverá lo que le defraudó sino que le añadirá, lo que implica que el arrepentimiento trae un cambio de actitud a su corazón respecto a los bienes materiales y económicos. Y como consecuencia de ello, de la evidencia de su arrepentimiento genuino, Jesús le dice que “la salvación ha llegado a su casa”.

Alguno podría argumentar que el caso de Zaqueo era una situación muy particular por cuanto solo es aplicable a quienes su principal área de pecado es el área económica. Pero la evidencia práctica de los pastores en el Cuerpo de Cristo es que el área más difícil de entregar al Señor, en la mayoría de los creyentes, es el área económica (dinero, bienes y riquezas). Tan es así que se dice que “hay un nervio directo que va de la billetera al corazón” y cada vez que se habla de la billetera en las iglesias, el corazón de los creyentes se duele, como evidencia de que esa área no ha sido rendida a Cristo.

De tal manera que el caso de Zaqueo, ante esa evidencia práctica, es aplicable a todos en el Cuerpo de Cristo no solo a algunos.

El caso de Zaqueo evidencia también que “soltarle” (entregarle) al Señor los bienes materiales trae a nuestras vidas bendiciones espirituales que ni nos imaginamos, reafirmándose, una vez más en la Palabra, la conexión existente entre la calidad de nuestra vida espiritual y nuestras actitudes hacia las cosas materiales.

25 Ene 2012