Estudio Bíblico

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En Cristo somos más que vencedores.




Introducción.
La situación del país se ve caótica (masacres, delincuencia, inseguridad, economía, pobreza, etc.).
Nuestra situación personal se puede ver de la misma manera (problemas personales, familiares, enfermedad, estrechez económica, falta de esperanza, dolor, decepción, etc.).
Los problemas y las crisis, o sacan lo mejor o lo peor de las personas.
En nuestro caso, no tienen por qué sacar lo peor. Esa es la trampa del enemigo de nuestras almas que nos quiere robar, matar y destruir (Jn 10:10a) nuestra vida espiritual para que no alcancemos el propósito y la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta que El tiene para nosotros (Jn 10:10b, Rom 12:2, Jer 29.11).
Los problemas son situaciones que Dios permite en nuestras vidas para que nosotros crezcamos en El (Prov 4:18, Rom 8:28-29) y alcancemos Su propósito y Su voluntad para nosotros.


El que habita al abrigo del Altísimo (Sal 91:1-12).
La solución, en principio, para cada situación o problema que enfrentemos es buscar más de Su presencia, de la comunión con El, no alejarnos de ellas. ¿Por qué? Por que el que habita al abrigo del Altísimo mora bajo Su sombra y si estamos en ese lugar, aún cuando pasemos por problemas, ellos no nos destruirán, tocarán, harán tambalear, etc., sino que con la protección del Altísimo, seremos más que vencedores sobre ellos (Rom 8:37-39).
Ante la vida, cualquiera que sean las circunstancias de ella, tenemos dos alternativas. Si todavía no somos salvos, necesitamos entregarle de todo corazón nuestra vida a El, arrepintiéndonos de todo corazón de nuestros pecados y comprometiéndonos a vivir una vida bajo el Señorío de Cristo, con temor de Dios y obediencia a sus preceptos. Si ya somos salvos, entonces necesitamos meternos más en El, en Su Palabra, en Su dirección. Cuando alguna de estas dos cosas sucede, Dios ve desde los cielos y obra a nuestro favor (Sal 91:13-15) en toda circunstancia y en todo problema.


En el mundo tendréis aflicción pero no temáis, yo he vencido al mundo (Jn 16:33).
Muchos piensan que estando en Cristo están a salvo de todo problema, circunstancia contraria o difícil, contrariedad, etc. Ello no es así. Dios nunca nos prometió una vida carente de problemas o circunstancias contrarias. Dios nos prometió que si estábamos en Cristo, con su ayuda, íbamos a vencer esos problemas, los íbamos a superar, en lugar de destruirnos nos iban a levantar a nuevas alturas en El.
Los problemas no son signos de falta de espiritualidad o de que Dios no está con nosotros, o de que El no se agrada de nosotros. Tampoco son signo de que el diablo esté ganando en nuestras vidas o de que no hay para nosotros esperanza. Más bien, son un recordatorio de que a pesar de cualquier circunstancia, Dios está en control en nuestra vida (1 Cor 10.13), El está obrando para que nos levantemos victoriosos en medio de esas circunstancias, y El está abriendo camino para que lleguemos a lugares de delicados pastos y aguas de reposo, preparando un banquete de celebración por la victoria frente a nuestros angustiadores (Sal 23:4-5).
Los problemas son recordatorios de que Dios nos ama (Rom 8:28-29) y El está trabajando en medio de las circunstancias en nosotros para llevarnos a lo mejor (1 Ped 5:8-10). Son recordatorios de que pronto veremos Su poder obrando a favor de nosotros, de que pronto veremos su victoria.
Si estamos en El, El volverá a vencer al mundo por nosotros porque mayor es el que está en nosotros que El que está en el mundo (1 Jn 4:4) y en El somos más que vencedores (Rom 8:28-39).


El diseñó nuestra vida para que fuera en aumento.
Por encima de los problemas, necesitamos recordar que Dios diseñó nuestra vida de hijos e hijas de El, de tal forma que fuera como la luz de la aurora, que va en aumento hasta que el día es perfecto (Prov 4:18) y para que Sus planes de bien y no de mal para nosotros, para darnos un futuro y una esperanza (Jer 29.11) se cumplirán pese a cualquier circunstancia porque Dios, nuestro Padre, no es hombre para mentir ni hijo de hombre para arrepentirse. Si El lo dijo, El lo hará (Num 23:19). Su poder no ha disminuido, sus oídos no se han cerrado, ni su mano se ha acortado (Num 11:23, Isa 50.2, Isa 59:1).
Los problemas son como las nubes, aún cuando se hagan presente, causen que debajo de ellas se nuble, por encima de ellas, la luz del sol sigue brillando, creciendo, aumentando, aunque no lo podamos ver. Y nuestro Padre, por encima de las nubes de problemas y circunstancias difíciles que nos puedan estar afectando, sigue trabajando para llevar nuestras vidas al lugar donde El ha determinado que estén, al cumplimiento de Su propósito para nosotros, a la manifestación de Su buena voluntad, agradable y perfecta (Rom 12.2).
Los planes de Dios para nosotros, la plenitud de vida en El, el cumplimiento de Su buena voluntad, agradable y perfecta en nosotros, dependen de El, no de las circunstancias (Prov 4:18, Num 23:19). El único que puede evitar que Sus planes se cumplan en mi vida soy yo por las malas decisiones que tome (Deut 30.19-20), no las circunstancias, no el diablo, no los problemas.
Vamos a pasar circunstancias difíciles en la vida, pero aunque andemos en valle de sombra de muerte, El estará con nosotros, El nos sacará a lugares de reposo, de bendición y de victoria. Celebraremos con El (Sal 23:1-6).


Los problemas son temporales (1 Ped 5:8-10).
Los problemas no son eternos, son temporales, pero pueden tener resultados que pesen en el futuro. Todo dependerá de las decisiones que tomemos acerca de ellos (Deut 30.19-20). Para tomar buenas decisiones al respecto, esas decisiones deben estar cimentadas en la Palabra de Dios, la Palabra de bendición, la Palabra de vida. Necesitan ser decisiones tomadas a la luz del propósito y voluntad de Dios para nosotros, no al calor de la presión, el stress, el afán, las circunstancias. ¿Por qué? Porque los problemas y las circunstancias son temporales, son por un poco de tiempo, en tanto que nuestra vida es eterna.
Aún cuando a veces los problemas o las circunstancias nos parezcan que ya llevan mucho tiempo, que no se acaban, necesitamos recordar que son temporales. Por otro lado, aún cuando parezca que solo nosotros atravesamos por esas circunstancias, necesitamos recordar que todos esos problemas, circunstancias y/o padecimientos, de alguna forma, también han afectado a todos nuestros hermanos en otras partes del mundo, y en otros tiempos, y que si ellos pudieron sobrepasarlos, vencerlos, levantarse con la victoria, nosotros también podremos por cuanto tenemos al mismo Padre a favor de nosotros, y hasta ahora, Dios no ha conocido la derrota para El ni para sus hijos e hijas, y por ello, nosotros nos levantaremos, más temprano que tarde, con la victoria en el Nombre de nuestro Dios, y El será glorificado, exaltado, honrado, puesto en alto, en esa victoria.
Los problemas, para pasar por ellos y alcanzar la victoria, necesitamos pasarlos resistiendo firmes en la fe, arraigados y cimentados en la Palabra de Dios. Retroceder nunca, detenernos tal vez por un momento para recuperar impulso, pero procurando siempre en ir hacia adelante, en superarlos, en vencerlos. Procurando diligentemente en que obren a nuestro favor y no en nuestra contra, sacando lo mejor de nosotros (el amor, el gozo, la paz, etc.), no lo peor (las obras de la carne). Procurando diligentemente que nos lleven más cerca de Cristo, no más lejos. Entendiendo que Dios está permitiendo esas circunstancias en nuestra vida para formarnos, perfeccionarnos, afirmarnos, fortalecernos y establecernos en El, porque El lleva nuestras vidas a un nuevo nivel, a otra dimensión, a un crecimiento mayor, a un cumplimiento mayor de Sus planes de bien para nosotros, porque lo mejor de El viene para nuestras vidas (Prov 4:18, Jer 29:11).


Cuando la oscuridad es más densa en la noche, es porque el amanecer está más cercano (Sal 63:1).
Muchas veces, cuando tenemos problemas y estos están durando mucho tiempo, parece que en lugar de mejor se ponen peores, pero no debemos olvidar que los problemas son como la noche, mientras más oscura se pone es cuando el amanecer está más cerca de aparecer en el horizonte. Dios no va a dejar que seamos probados o tentados más de lo que podamos resistir. El conoce nuestra resistencia y está dosificando el problema para que no nos pueda vencer sino solo fortalecer, afirmar, establecer, etc., porque Su propósito es que nosotros manifestemos un cada vez mayor peso de Su gloria (Sus cualidades, 2 Cor 4:17), y El nos lleva de gloria en gloria (de victoria en victoria) (2 Cor 3:18).
A través de los problemas y circunstancias adversas Dios, nuestro Padre, nos está preparando también con fe y paciencia, porque todo lo que El ha prometido para nosotros: Sus planes de bien, la vida abundante, el futuro que esperamos, Sus bendiciones, etc., se heredan por la fe y la paciencia (Heb 6:12) y estas se desarrollan precisamente a través de esos problemas y circunstancias. En medio de las circunstancias agradables, cómodas, seguras, exitosas, etc., no se desarrolla la paciencia sino la impaciencia, tampoco la fe sino la comodidad. La paciencia y la fe se forman y desarrollan en el fuego de las pruebas y los problemas (1 Ped 1.3-9).



ISRAEL EN EL DESIERTO
Cuando Dios liberó al pueblo de Israel de la esclavitud en Egipto (como a nosotros nos liberó de la esclavitud del pecado), su plan incluyó pasarlos un tiempo en el desierto (el viaje normal podría haber sido de unos 15 días a tres semanas, pero duró más o menos dos años) para mostrarles Su poder, para enseñarles fe que iban a necesitar para conquistar la tierra prometida, para que cambiaran su mentalidad de esclavos a mentalidad de reyes y sacerdotes, en fin, para darles una preparación intensiva para que pudieran conquistar la tierra prometida que El les había asignado y donde tendrían bendición en abundancia.
Este era un tiempo, no para que se quedaran a vivir allí, sino para prepararse en el camino hacia la tierra prometida.
 Tenían comida, pero no variedad de comida.
 Tenían agua, pero no variedad de fuentes de agua.
 Tenían carpas, pero no casas en firme.
 Tenían enemigos, pero Dios peleaba las batallas con ellos para derrotarlos.
Era un para que vieran la gloria de Su Dios, fortalecieran Su fe, encontraran Su seguridad en El (no en ellos), para emprender la conquista de su destino. Sin embargo, a pesar de las pruebas y las evidencias, creyeron más en las circunstancias y en su debilidad que en el Dios de las circunstancias y de su fortaleza. No entraron a la tierra prometida.
Hoy, de similar manera, Dios nos permite pasar por circunstancias difíciles, adversas, contrarias, incómodas, no porque Su plan sea que nos quedemos a vivir con ellas, sino porque nos está preparando para que entremos más profundamente, más plenamente, en la Tierra Prometida (la vida abundante) que El ha preparado para nosotros.
Pero así como de Israel dependió si entraba o no, si se preparaba o no, así hoy, de la misma manera, entrar o no en la vida abundante que El tiene para nosotros depende de nosotros, prepararnos para ello depende de nosotros.
La preparación consiste en aferrarnos a la Palabra de Dios, conocerla, aprenderla, memorizarla, practicarla, para que en medio de los problemas, ella alumbre nuestro camino (Sal 119:105), y en el proceso, se vaya desarrollando el carácter de Cristo en nosotros: amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, mansedumbre, dominio propio, y salgamos más que vencedores de ellas.

La pregunta es ¿vamos a entrar nosotros o nos vamos a desanimar y frustrar de los retos, el esfuerzo, la paciencia, que requiere ser más que vencedor en medio de toda circunstancia difícil, adversa, negativa, contraria?







30 Mayo 2011
Referencia: Problemas.