Estudio Bíblico

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Decisiones.




Heb 12.1-2 nos enseña que todo el tiempo nosotros, los que creemos en Cristo, aunque no nos percatemos de ello, estamos siendo observados. Somos cartas abiertas (2 Cor 3.2) para que las personas lean en ellas (en el caso nuestro, el amor y el mensaje de salvación y redención –transformación-- de Dios). Así es como Dios nos diseño (Mat 5:13-16): para que las personas nos vieran (luz) y nos “sintieran” (sal) manifestando la vida de Dios a través de nosotros y ello los motivara a buscarlo a El (Mat 5:16, 1 Ped 2:12).

Nos guste o no, lo creamos o no, lo aceptemos o no, todos los que creemos en el Señor Jesucristo estamos en una posición de influencia. Las personas a nuestro alrededor nos observan para “ver” si somos congruentes entre lo que decimos y lo que hacemos. Las personas que no conocen a Cristo, en su mayoría, no son congruentes porque unas son las cosas que dicen defender (valores, principios) pero otra cosa muy diferente es su manera de vivir. Entre nosotros no debería ser así. Tendríamos que manifestar en los hechos de nuestra vida en todo lugar, en toda circunstancia, en privado o en público, lo que predicamos, lo que decimos creer.

La Palabra nos enseña que conforme a lo que nosotros pensamos, así viviremos (accionaremos). Eso será lo que “leerán” las personas en nosotros. Y lo que vivimos, nuestras acciones, son el resultado de nuestras decisiones. La vida, constantemente, todos los días, todo el tiempo, se compone de decisiones que vamos tomando para resolver las situaciones que se nos presentan a cada momento. En consecuencia, nuestras decisiones son las que, al final de cuentas, evidencian lo que realmente somos.

Deut 30:19-20 dice: “Hoy he puesto (Dios) delante de ti la bendición y la maldición, la vida y la muerte, escoge pues tú la vida”. En toda decisión que tengamos que tomar existen estas dos posibilidades, no más. Aún cuando aparentemente hayan otras posibilidades, al final del camino, todas las que sean contrarias a lo que Dios quiere, a Su voluntad, serán contrarias a El y por lo tanto, provocarán algún mal (Prov 16:25). En consecuencia, solo nos queda decidir entre la Voluntad de Dios, o cualquier otra cosa que es contraria a El (aunque aparentemente o a primera vista no lo sea). Es cierto que Dios es un Dios de gracia, amor y misericordia, pero también lo es que El nos enseña que el que no recoge con El, desparrama (Mat 12:30, Luc 11:23); que solo hay una puerta estrecha y otra ancha, un camino angosto y otro amplio y que una puerta y camino llevan a la vida y las otras a la muerte (Mat 7:12-14); que o somos fríos o somos calientes (Apo 3:16).

Entendiendo lo anterior, para tomar decisiones sabias, solo lo podemos hacer cuando contamos con la sabiduría de Dios que nos ha sido dada a través de Su Palabra, cuando estamos comprometidos a hacer Su voluntad aquí en la tierra. Jn 5:39 nos dice: “ustedes erran, cometen errores, se equivocan, porque ignoran las Escrituras”. Y la verdad, es que hay muchísimos hermanos y hermanas en el Cuerpo de Cristo que tienen años y años de conocer al Señor pero que no conocen las Escrituras ni conocen su contexto. Sabrán versículos o pasajes aislados pero no conocen ni entienden la Biblia en su dimensión completa, en cierta medida, y la mayor de las veces mucha, son analfabetos bíblicos.

Muchos hermanos y hermana en Cristo no quieren estar comprometidos ni con Dios ni con Su Palabra, ni con la búsqueda de El, pero si queremos que Dios y los demás estén comprometidos con nosotros. Y necesitamos estar comprometidos con Dios y con hacer Su voluntad (tomar decisiones sabias) porque si no hacemos Su voluntad no entraremos en el Reino de los Cielos (Mat 7:21).

Ose 4:6 dice “ Mi pueblo fue destruido porque le falto conocimiento (de Dios y de la Palabra de Dios), y lo más delicado es que no conlleva solo eso; también dice que por cuanto desechamos el conocimiento El nos desechará del sacerdocio (y todos los creyentes somos reyes y sacerdotes, (Apo 1.5-6) y porque nos olvidamos de Su ley, El se olvidará de nosotros y de nuestras generaciones, pero si conocemos Su voluntad y la hacemos, El guardará a nuestras generaciones hasta la mil (Sal 105:8)

Es necesario que como cristianos dejemos de “jugar” a serlo, de jugar a ser iglesia, y verdaderamente tomemos en serio a Dios y Su Palabra y Su propósito para con nosotros. Que asumamos un compromiso con Dios de vivir de acuerdo a Su voluntad expresa en la Palabra. Que dejemos de ser bebés, etapa en la cual todos tienen que concentrarse en nosotros, y maduremos para concentrarnos en Dios y en Su plan para cada uno.

En 1 Rey 18:21, Elías le dice al pueblo que si Jehová es Dios que le sirvan, y que dejen de claudicar entre dos pensamientos y ello implica el que dejemos de pensar que Dios es Dios en la teoría pero no lo es en la práctica de nuestra vida diaria; que vayamos a Dios por las bendiciones pero no por la obediencia y el negarnos a nosotros mismos --que por cierto es la esencia del discipulado--. Necesitamos entender que el cristianismo no solo es abrir las manos y recibir las bendiciones –que sucede—sino que es abrir el corazón y permitir que Dios se entrone totalmente en El para controlar y señorear en todo aspecto de nuestra vida, en todo momento, en toda circunstancia. Tomar en serio a Dios y Su Palabra, Antiguo y Nuevo Testamento, para que ella, sus principios, sus valores y las prácticas que emanan de ellos, sean nuestra norma de vida y conducta en todo momento y circunstancia. Que no vivamos un cristianismo solo de domingo o solo de iglesia, sino un cristianismo total, radical, absoluto. No un cristianismo fanático (legalista) pero si un cristianismo totalmente comprometido, totalmente radical. Que dejemos de tener un pie en el mundo y otro en Cristo, para tener los dos pies en Cristo. Que entendamos completamente que ir detrás de lo que el mundo va es ser amigos del mundo y enemigos de Dios.

El compromiso con Dios, tomarlo en serio y tomar en serio nuestro cristianismo implica la necesidad (no la obligación) de convertirnos en personas de la Palabra de acuerdo con lo que dice el Sal 1:1-3: que meditan (piensan y, por consecuencia, aplican) la Palabra de día y de noche, y que en ella tienen su delicia (hambre, gozo, deleite). No por obligación, por convicción; no como una disciplina, sino como gozo, no como algo que hacemos, cino como algo que es parte de nuestro estilo de vida.

Decisiones sabias, decisiones de vida y de bendición, son sinónimo de hacer la Voluntad de Dios, y ello implica nuestro compromiso de vida para con Dios y nuestro compromiso de conocer, entender y vivir Su Voluntad expresada en Su Palabra y dirigidos por el Espíritu Santo en todo momento.


09 Mayo 2011
Referencia: Decisiones.