Estudio Bíblico

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¿Qué pide Dios de mi?



Introducción.
Dios es un Dios que nos enseña a pedir, y Dios no nos enseña nada que El mismo no haga.
Por lo tanto, Dios también pide.
Estamos acostumbrados a pensar en Dios como un Dios que da (y así es efectivamente), pero no estamos acostumbrados igualmente a un Dios que pide, y Dios pide algo de nosotros, y muchas cosas que le pedimos a El, de acuerdo a lo que nos enseña la Palabra, están condicionadas a que nosotros cumplamos lo que El pide de nosotros (3 Jn 2, Sal 1:1-3, Deut 28.1-14, etc.).



¿Qué es lo que Dios pide de mí? (Deut 10:12-13).

En primer lugar, que le tema.
No miedo, no pavor, no pánico.
Un reconocimiento, respeto, honra, reverencia, a su condición de Dios (El es Quién es, El manda, El tiene el control absoluto de todas las cosas, El sabe lo que es mejor para nosotros aunque no lo entendamos, El es Bueno y Santo y no puede hacer nada malo para nosotros, El no está obligado hacia nosotros, pero nosotros si estamos obligados hacia El).
Amar lo que El ama (la santidad, la justicia, la gracia, la misericordia, el perdón, etc.).
Aborrecer lo que El aborrece (el pecado, la injusticia, la rebelión, etc.).

En segundo lugar, que ande en todos sus caminos.
Su voluntad, Su propósito y visión, Su dirección para mi vida (Jer 29:11, Efe 2:10, Mat 7:21).
Que mi vida refleje el curso que El marca en Su palabra, que mi modo de acción se ajuste a ello (2 Cor 3:8, Hch 1:8).
Ello implica, en relación a sus caminos, amarlos, buscarlos, conocerlos, entenderlos, guardarlos, caminarlos (Sal 119).

En tercer lugar, que es el primer mandamiento de toda la Palabra, que lo ame.
Pero no de palabra, sino de hecho y en verdad (Jn 4:23).
Ello implica que lo obedezca (esa es la forma de demostrar que lo amamos de verdad, Jn 14:23)
Y amarlo con todo mi corazón y alma, con todas mis fuerzas, en todo tiempo, lugar y actividad (Mat 22.36-40) no solo en la iglesia y en las actividades eclesiásticas, sino en todo lo que haga en todo momento (Col 3:22-24).

En cuarto lugar, que lo sirva.
Y servirlo como El quiere ser servido (Mar 10:42-45): sirviendo a otros en Su Nombre (Efe 1:21-23).
Reconciliándolos con El (2 Cor 5.18).
Ministrándoles las buenas nuevas del Evangelio, sanando a los enfermos y quebrantados de corazón, liberando a los cautivos (Luc 4.18).
Enseñándoles a guardar todo lo que El nos ha mandado (Mat 28.18-20).
Acompañándolos en el proceso de su transformación (Rom 12:2) en la medida en la que nosotros mismos estamos siendo transformados.
Haciendo la obra del ministerio, edificando el Cuerpo de Cristo, buscando la unidad de la fe y del conocimiento de Cristo, siendo transformados a la estatura del varón perfecto (carácter) a la medida de la plenitud de Cristo (Efe 4.11-16).

En quinto lugar, que guarde sus mandamientos.
Procurar la paz con todos y la santidad sin la cual nadie le verá (Heb 12:14).
Combatir y desechar el pecado en mi, en todo tiempo, en todas sus manifestaciones (Heb 12:4).
Ser santo en toda mi manera de vivir, como hijo obediente, esforzándome en ser como mi Padre (1 Ped 1:13-16).



Conclusión.
No existen atajos ni extravíos ni fórmulas sencillas que no implican nuestra transformación de corazón, para alcanzar la calidad de vida que Dios tiene planeada para nosotros. La única fórmula sencilla para ello es obedecer lo que El pide de nosotros (Mat 6:33).
Teniendo como objetivo, con la ayuda del Espíritu Santo y firmemente establecidos en Su Palabra, hacer las cinco cosas que El pide de nosotros, aunque no lo hagamos perfecto, pero si con un corazón inclinado a Dios y poniendo todo nuestro esfuerzo de nuestra parte, eso atraerá la vida abundante que El compró para nosotros en la Cruz (Mat 6:33).
El nos dio Su Espíritu Santo para que lo logremos (Hch 1:8, Efe 1:15-18), nos dio Su Palabra para alumbrarnos el camino (Sal 119:105) y El estará con nosotros en el proceso, fortaleciéndonos, afirmándonos, estableciéndonos, guiándonos, sosteniéndonos, guardándonos, socorriéndonos (Sal 121).
La victoria es nuestra, es posible lograrlo porque en El no somos gallinas, sino águilas (Isa 40:31).
El verdadero Evangelio, el único, no es para cobardes, es para esforzados y valientes (Jos 1:6-9, Mat 11:12, 2 Tim 2:1).

30 Ago 2010
Referencia: Adoración.